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Julio Moure
Foto: Maya Moure
La Jornada Maya

Martes 30 de agosto, 2016

A partir de la experiencia en la comunidad maya de Dzulá, plasmada en el [i]libro Cuidar nuestra tierra (Kanáantik ak lu’um)[/i], abundaremos sobre el asunto:

“En los huertos familiares se pueden producir muchas verduras, de forma que en la alimentación de la familia siempre haya productos frescos que son muy importantes para la buena salud. En el huerto puede colaborar toda la familia: Señoras, señores, ancianos y niños. Una vez iniciado el huerto, los trabajos no son muy pesados y es de mucho agrado sembrar, ver crecer las plantas, regar y cosechar”.

Estamos hablando de la salud, de compartir y transmitir valores, de integrar a toda la familia, de disfrutar viendo crecer la vida.

¿Cómo se empieza un huerto? ¿Qué hay que saber? Compartimos, de dicha publicación, algunos puntos que nos parecen sencillos y relevantes a un tiempo:

Escoger el lugar para el huerto: empezamos por buscar la mejor tierra que tengamos, que no se llene de agua con las lluvias, soleada, que haya agua para regar; si es posible, cerca de la casa para cuidar bien el huerto y que los productos estén cerca de la cocina.

Después, limpiar el terreno, quitando los troncos y las piedras. Finalmente proteger el lugar para defenderlo de los animales, puede ser con palos, piedras o malla de gallinero. El kan-ché ya está protegido por su altura y tiene otras ventajas como la de poder ser también semillero.

Es importante conocer las necesidades de las plantas al sembrar, como son la tierra suave para que las raíces puedan crecer bien, puesto que la planta se alimenta por la raíz. Aire y sol son elementos principales para que las plantas crezcan sanas; la cantidad justa de agua de acuerdo a la especie, sin humedad las plantas mueren, pero demasiada puede ser igualmente fatal. Orientar las eras de oriente a poniente, para que las plantas reciban más sol.

[b]La composta[/b]

La tierra se cansa cuando la cultivamos varias veces. ¿Cómo hacer que la tierra se recupere y fortalezca? ¿Cómo mejorar nuestra tierra aunque sea buena? Cuando “explotamos” la tierra, la acabamos, se vuelve estéril, ya no da. Con la agricultura orgánica (la composta es un elemento clave), la tierra y los productos cultivados mejoran cada año, “acariciamos” la tierra, la enriquecemos.

¿Qué necesitamos para la composta? Nuestros patios están llenos de árboles, es un distintivo de las casas mayas. Las hojas que caen son la materia prima de la composta. Como comentaba alguien, jugando con las palabras: no son “maleza”, son “bueneza”. Ese follaje es la materia prima de la composta que vamos a enriquecer con otros productos que no tenemos que comprar:

El nitrógeno, este elemento sirve para el crecimiento de las partes verdes de la planta, hojas, para que tenga buen color la planta, que tenga vigor. Lo encontramos en muchos productos, pero en mayor cantidad en las cañas de maíz, en el estiércol y en las leguminosas.

El fósforo le sirve para la energía de la planta, para las flores (buen prendimiento o amarre), semillas y frutos. Lo encontramos principalmente en las plumas de aves, en las cáscaras de huevo, en los tallos de plátano, en las hojas y tallos de papaya, en la ceniza de madera.

El potasio ayuda a formar tallos robustos. Lo encontramos en los bakales, en los tallos de plátano, en las cáscaras de frutas, en las hojas y tallos de papaya, en la ceniza de madera.

En una próxima participación haremos una nota sobre el proceso para la elaboración de la composta. Es la base principal de la agricultura orgánica.

[b]Las semillas[/b]

Es muy conocido, entre quienes cultivan huertos o milpas, que una buena parte del éxito de una cosecha se fragua en la selección de las semillas. En la tradición maya, uno es su propio proveedor de semillas, por lo que cada temporada una porción de la cosecha, los ejemplares más frondosos o turgentes, se “sacrifican” para la extracción de sus semillas, para así ser los progenitores de una nueva generación. En un mundo cooptado por grandes industrias semilleras, patentes y transgénicos, los campesinos mayas ofrecen una resistencia pacífica con el simple hecho de hacer perdurar y probar la efectividad de estos saberes.

Retomándolos para que no caigan en el olvido, presentamos al lector varias formas de asegurar una buena semilla:

Escoger nuestras semillas. Buscar los mejores frutos, bien maduros, de plantas robustas y sanas. Secarlos a la sombra en un lugar aireado, durante 3 a 5 días. Guardar las semillas en un bote de ceniza bien cerrado hasta la próxima siembra.

Prueba antes de la siembra: se ponen las semillas que se van a sembrar en una vasija o cubeta con agua. Las que van al fondo están buenas, las que flotan no sirven.

También podemos hacer una prueba de germinación de la siguiente manera: Se colocan 10 semillas bien envueltas en un pedazo de tela húmeda, a la sombra. Cada dos días se abre con mucho cuidado la tela y se cuenta cuántas han geminado. Unas semillas germinan muy pronto y otras tardan más, lo mismo pasa en la tierra. Entre 2 y 10 días deben germinar todas las semillas, si se mantienen con buena humedad (las semillas germinadas en tela húmeda ya no se pueden sembrar).

[b]La luna y los cultivos[/b]

Respetar las estaciones de la luna para los cultivos es una costumbre antigua del pueblo maya. Para los antiguos mayas la luna era la guía máxima que seguían para sus siembras o para sus cosechas; se dieron cuenta que, sembrando cada cultivo a su luna o estación, le daba buenos frutos. Sabemos que, en diferentes fases de la luna, los líquidos de las plantas, la savia y las resinas, se acumulan en diferentes partes de la misma, lo cual influye en su sabor y propiedades.

Partiendo del movimiento de la savia de las plantas, proponemos hacer las siembras de la siguiente forma:

• Frutos sobre la tierra: Tomate, chile, pepino, melón, sandía, calabacita…en luna llena.

• Hojas, flores y tallos: Cilantro, repollo, lechuga, yerbabuena, epazote, chaya, nopal…en luna creciente.

• Granos y semillas: Maíz, frijol, ibes, lentejas, sorgo…en luna menguante.

• Frutos bajo la tierra: Cebolla, ajo, remolacha, rábano, zanahoria, cacahuate, camote, jícama, makal, papa…en luna nueva.

En diferentes regiones hay tradiciones que cambian un poco en lo referente a los mejores ciclos de la luna para cada tipo de siembra. Se ha aprendido de la práctica de generaciones. Es importante dialogar sobre esto para recoger las diferentes experiencias.

Otros trabajos en los que influye la luna:

• El corte de madera se hace en luna llena, porque así se apolilla menos, la planta tiene toda la savia. Seguramente, el lector ya ha tenido ocasión de comprobarlo en la práctica.

• Las podas de árboles o plantas se hacen en luna menguante o luna nueva, porque se da una mejor cicatrización.

• Los injertos en luna llena, la fuerza de la savia hace que se peguen mejor.

• El combate a las plagas se hace más fácil en luna menguante o luna nueva, pues los insectos están más débiles en ese momento, porque la fuerza de la savia se va a las raíces.

Nota: Podrán tener acceso al libro del que se recoge esta información resumida, escribiendo al correo que está abajo y les haremos llegar el enlace para descargarlo gratuitamente de dropbox. Es una aportación de los promotores y de la comunidad de Dzula.

Quintana Roo
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