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Óscar Muñoz
Foto de la ilustración: Silvia Madrid
La Jornada Maya

Miércoles 13 de julio, 2016

Si bien Scheherezada es tomada como concubina para pasar la noche con el sultán Shahriar, y ser decapitada al día siguiente por el propio soberano, la hija del gran visir del sultán logra lo que muchas hechiceras no habían podido conseguir: revivir al día siguiente y hasta por mil y una veces. No resucitar, que es un proceso donde resurge la vida luego de la muerte, sino brincar la muerte sin tocarla siquiera, es decir, vencer a la muerte misma. El hecho, reproducido mil y una veces, representa un atrevimiento increíble ante Azrael, el ángel de la muerte.

Este suceso mágico en su más pura hechicería no sólo ocurrió una vez, ni dos ni tres, sino mil y una veces. Carlos Fuentes narró este mismo hecho en Aura: mientras la bruja sufre un envejecimiento intenso durante el día, logra rejuvenecer al final de la jornada. Sin embargo, los tiempos de vida de Scheherezada no están concentrados en ninguna parte del tiempo, sino dosificados a lo largo de sus mil y una noches de historias. Aquí, el tiempo, en lugar de replegarse y desplegarse, se reproduce en una nueva noche, sin perder la nocturnalidad del primer anochecer; cada noche se acumula en la siguiente, como tiempos empalmados, como un collage de mil y una temporalidades.

He aquí la doble virtud de Scheherezada: ella revive cada noche porque reproduce, por mil y una veces, el mismo anochecer y a ella misma, lo que le permite continuar sus historias en la misma nocturnalidad y con la misma oralidad, y sin que Sheherezada tenga que envejecer y rejuvenecer. Por eso, tampoco revivir es igual a reinvertir el tiempo, reciclar la vida o regresar a la génesis. Y en este revivir, Sheherezada se reproduce a sí misma a la noche siguiente para continuar su historia en la nocturnalidad del nuevo día.

Lo anterior parece dejar en claro el asunto temporal. ¿Pero dónde queda la Scheherezada que se reproduce a sí misma?, ¿y dónde quedan las mil y una Scheherezadas reproducidas? En el mismo auto sacramental en el que Georgia Charuhas logra reproducir a Sheherezada y sus mil y una reproducciones a través de una serie de collages. Ahí, en cada trabajo minucioso del collage, Georgia logra reproducir a Scheherezada, que se reproduce a sí misma por ella misma, en un juego de artificio, donde cada obra está concatenada una con otra, como lo están las historias con las que hipnotiza al sultán, con las que lo hechiza y lo intriga.

En cada collage de Georgia Charuhas también están las mil y una historias de Sheherezada, con sus personajes mitológicos, con sus escenas terrenales e infernales, todo aglomerado en papel y tinta y todo conglomerado con cortes y recortes. La artista reconstruye pedazos de vida de la personaje imaginaria para revivir el mito femenino. Si bien la serie de collages de Georgia representa las mil y una Sheherezadas, cada collage incluye mil y una historias en un instante iconográfico. Aparentemente, la obra de la artista se dispersa en mil y una imágenes sobrepuestas e interpuestas, en las que las mil y una historias de Sheherezada son sintonizadas en una sola oralidad iconográfica.

Generalmente, los libros antiguos, como los códices precolombinos, son desdoblados para conocer, en una línea temporal, los acontecimientos maravillosos de un pueblo; en el caso de los collages de Georgia Charuhas, las mil y una historias son empalmadas unas sobre las otras, como relatos doblados entre ellos, más que en una dimensión horizontal, en una dimensión de profundidad: los personajes y los hechos están puestos unos sobre otros; de ahí la persuasión de la artista de usar el collage para conseguir el conglomerado histórico en una sola imagen; de ahí también la provocación a los observadores a participar en la reconstrucción de los mil y un relatos de Sheherezada con sus propias historias.

La artista, como ser que imagina, ha ido más allá del mundo estrictamente literario de Sheherezada: ha trascendido la oralidad de las historias para universalizar la reproducción de su nocturnalidad en un acto de hechicería. El deseo de Georgia de revivir cada trozo de vida de Sheherezada en cada trazo ha quedado fundido en la imagen que ha creado y, a su vez, la ha perpetuado en la misma imagen. Y en ese juego sin fin de espejos y reflejos, Georgia Charuhas queda Sheherezadizada en su propia imagen. Y en ese eterno juego de la vida y la muerte, la artista queda encarnada en Sheherezada, como en el retrato de Dorian Grey, y no precisamente para evitar el paso del tiempo, sino salir a su encuentro y enfrentarlo. La Historia es tiempo, y el tiempo en la obra de Georgia Charuhas es tan sólo una historia.

Más allá de que en el surrealismo hay un profundo interés por la magia, Georgia Charuhas ha incluido en sus imágenes surrealistas sus propios conjuros a través de los cuales logra revivir el mito femenino de Sheherezada en mil y un trozos de papel y mil y un trazos de tinta. Como auténtica “mariposa de obsidiana”, la Sheherezada de Georgia es transferida de noche a noche mil y una veces para revivir en cada una de esas noches, en cada una de esas historias, en cada una de esas Sheherezadas, en un collage perpetuo.


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Mérida, Yucatán


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