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del

Miguel Carbajal Rodríguez
Foto:Ap
La Jornada Maya

Miércoles 10 de agosto, 2016

El huracán Earl puso en su trayectoria a la península de Yucatán, subimos la guardia, aunque afortunadamente no pasó a mayores... aquí; como tormenta, ya no se veía tan amenazador. Mientras para muchos el paso de Earl significó solamente mucha lluvia, para otros en el centro del país significó muerte y destrucción. Cuerpos sepultados por el lodo, viviendas destruidas, 41 muertes, de las cuales 18 fueron de menores de edad, son parte del saldo de la visita de Earl a nuestro territorio. 74 muertes en lo que va del 2014 a la fecha debidas al paso de un huracán. Condolencias presidenciales, de gobernantes y de figuras políticas se leen en medios impresos y en las redes sociales mientras el Ejército se activa en las labores de limpieza, remoción de escombros y asistencia social.

Después de la tormenta viene la calma, y con el paso de los días Earl con su saldo mortal quedará olvidado al menos para la inmensa mayoría, nunca para quienes perdieron a sus padres, madres, hijos, seres queridos; para quienes vieron esfumado su sustento de vida.

México es un país en extremo vulnerable en lo que se refiere a fenómenos meteorológicos. Nos golpean por la izquierda y por la derecha; los huracanes llegan del Pacífico y del Atlántico. Incluso hemos tenido hasta tres al mismo tiempo dentro de nuestro territorio nacional. Es el precio que pagamos por nuestra ubicación geográfica y por ser un país rodeado de costas. Solamente del 2000 al 2012 México ha sufrido pérdidas económicas por más de 284 mil 351 millones de pesos a causa de desastres naturales. Ante esto, ¿qué hemos aprendido? La tragedia que ocurre después del impacto de un huracán o de un fenómeno natural es proporcional al grado de medidas de adaptación que se tengan y a la cultura de prevención de riesgo. Si ocurre un desborde en un río, será una desgracia si hay casas en el borde del mismo hechas con materiales de baja calidad o con modelos constructivos débiles y no cuentan con infraestructura adecuada para contener el agua. Si ocurre un torrencial aguacero en una ladera, será una tragedia si el bosque ha sido talado y el suelo se convierte en lodo y cubre a una comunidad al borde de la misma; si el bosque está sano, si las casas están debidamente construidas, el riesgo se minimiza y las pérdidas serán menores. De igual manera el impacto de un huracán será menor en zonas que tienen en buen estado su vegetación en la duna costera y un manglar saludable.

¿Podemos hablar de responsables detrás de las vidas que se perdieron? ¿Quién es responsable ante esta tragedia? El problema es que cuando hablamos de desastres relacionados con el clima o en el tema ambiental, son consecuencia muchas veces de decisiones cortoplacistas tomadas años o décadas atrás. Las vidas perdidas en la mayoría de los casos pudieron haberse salvado y son consecuencia de una o una serie de malas decisiones tomadas por alguien. ¿Quién permitió construir en laderas con alto riesgo? ¿Quién se benefició vendiendo terrenos para un uso incorrecto dadas las condiciones del lugar? ¿Quién otorgó permisos o se hizo de la vista gorda para extraer el recurso forestal que debilita los suelos? Ya sea por impunidad, por ignorancia (que no libera de la responsabilidad) o por una falta de ética hacia el futuro, mucha gente en nuestro país vive en condiciones altamente vulnerables, viven al borde de la navaja que, ante el riesgo de un evento meteorológico, en el momento menos esperado puede cortar. En nuestro país hoy existen muchas “crónicas de desastre anunciado.”

Yucatán es un estado que, como sabemos, está en el paso de los huracanes que se forman en el Atlántico. ¿Estamos preparados para otro huracán? ¿Cuáles serán los costos y la magnitud del desastre? Debemos preguntarnos si en verdad estamos aprendiendo la lección convencidos de que Earl sólo ha sido para nosotros un jalón de oreja que nos invita a repensar algunas cosas. ¿Cómo afectará la pérdida de vegetación en la costa, y fuera de las ciudades? ¿Es más vulnerable la ciudad de Mérida debido a la alta deforestación que abre paso a fraccionamientos fuera de la misma? ¿Es ético construir espectaculares de grandes dimensiones en las ciudades? ¿Tenemos un plan desarrollo urbano que considera nuestro crecimiento organizado en términos de demanda de servicios y energía? Más allá del esfuerzo y la capacidad para evacuar a las personas en zonas de alto riesgo debemos de comenzar a pensar a largo plazo, exigiendo responsabilidad a futuro a los tomadores de decisiones. Los costos de reconstrucción y de reactivación de la economía pueden ser muy altos si como sociedad no tomamos las medidas necesarias que nos ayuden a minimizar y prevenir el desastre. El vivir en una zona que es paso de huracanes nos debe de hace responsables tanto a ciudadanos como a funcionarios públicos de adoptar las medidas necesarias para minimizar al máximo las posibles consecuencias que seguramente vendrán tiempo después de un periodo de gobierno; ser una población que en verdad tenga la cultura de la prevención, la capacidad y ética de ver a futuro para tomar las medidas correctas resulta vital para evitar muchas tragedias y es, insisto, responsabilidad de todos.

[b]Mérida, Yucatán[/b]
[b][email protected][/b]


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