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del

José Luis Domínguez Castro
Fotos José Palacios
La Jornada Maya

Jueves 18 de agosto, 2016

Conocí a don Víctor Cervera Pacheco en un contexto universitario, desde la Secretaría de la Rectoría observando con atención el interés que el gobernante ponía en elevar el potencial de nuestra Máxima Casa de Estudios. Antes, había escuchado y quizá compartido las bromas y críticas en torno a la construcción del Puerto de Altura, la llamada también burlonamente [b]Isla Cervera[/b]. Antes, también había escuchado sus llamadas de alerta hacia los yucatecos, ante la potencial llegada de multitudes de trabajadores y empleados públicos, que se anunciaba que vendrían a nuestra ciudad tras el terremoto de la Ciudad de México de septiembre de 1985.

Él lo sabía y así externaba su preocupación:

[b]“Yo quisiese[/b] que todos los yucatecos tuviesen empleo, antes de que otros lleguen a ocupar sus puestos…” advertía proféticamente en uno de sus informes del interinato.

Posteriormente, cuando ocupó el cargo como gobernador constitucional electo, tras las elecciones de 1995, su gestión se caracterizaría por “hacer obras en grande”. Lo mismo gestionando en grande la apertura de maquiladoras a quienes daba todas las facilidades para que al menos por algunos lustros dieran empleo a miles de jóvenes yucatecos condenados al desempleo rural, o a cientos de adultos expulsados de una economía henequenera decadente.

Así, lo vimos también construyendo multitud de instalaciones educativas, hospitales y centros de atención a minusválidos, canchas deportivas y espacios monumentales para el deporte. Sus obras –obras son amores…- van a ser recordadas como como edificaciones sólidas y grandes, como el Palacio de Justicia o el Gimnasio Polifuncional. Sin embargo, es un hecho que más allá de la magnificencia material de su legado, el gobernante es recordado como alguien que pensaba en Yucatán hacia el futuro y lo proyectaba hacia un desarrollo peninsular, que nos recuerda mucho el sueño alvaradista, y que él sabía que iba más allá de lo que duraría su sexenio.

De nuevo echo mano de los recuerdos de mi memoria universitaria:

“Yo sé que la UADY va bien - le expresaba al rector Godoy al principio de su gestión- pero [b]yo quisiese[/b] que MI Universidad trascendiera más allá de nuestras fronteras…”.

Y en consecuencia, propuso a la Secretaría de Relaciones Exteriores que, gracias a la oportuna intervención del embajador Jorge Lozoya, el Edificio Central de nuestra universidad fuera sede de importantes reuniones que la Cancillería solía convocar para ventilar asuntos de interés común con los países de Centroamérica y el Caribe, proyectando así a la Universidad de Yucatán, hacia un horizonte trasnacional. En la misma dirección, el gobernante agradecido con su Alma Mater, además de constituir un fideicomiso para administrar el Fondo de Becas Francisco Repetto Milán con una generosa aportación inicial que favoreció preferentemente a estudiantes provenientes del interior del estado, donó amplios terrenos para la construcción de los nuevos campus universitarios.

Con un atinado y prudente sentido de respeto a la autonomía, facilitó las gestiones de las reformas que llevaron a la UADY a expandir y consolidar su crecimiento, tal y como ahora la podemos contemplar, a sólo 15 años de distancia.

[b]Yo quisiese[/b] –parodiando el uso del subjuntivo que él saboreaba en sus discursos- que don Víctor Cervera viviera hoy y opinara en torno al futuro de nuestro estado y de la dinámica del desarrollo peninsular. Más allá de las críticas a su regionalismo (¿qué ciudadano de estas latitudes no se defiende ante las constantes y frías imposiciones de la Federación?), o a su centralizado control de las decisiones (¿qué gobernante no lo hace en mayor o menor grado?), la evocación de Víctor Cervera Pacheco, hoy, a 12 años de su muerte y más allá de los homenajes o revivencia de heridas políticas, nos lleva revalorar su particular forma de gobernar, misma que sin dejar de ser críticos, contrasta con otras variadas maneras de ejercer el poder que hemos visto y padecido y que, a la distancia, han dejado poco o nada en beneficio de nuestra población.

Nunca me he considerado “cerverista”, como tampoco he militado en ninguno de los partidos existentes. Sin embargo, como ciudadano de estas tierras, cuando recorro el campo o las ciudades, logro con olfato antropológico detectar huellas de aquellos gobernantes que, en distintos momentos de la historia, supieron servir a sus gobernados y que son recordados más allá de las placas y de los monumentos. Por ejemplo, a cien años de S. Alvarado, o a noventa y cinco de Felipe Carrillo Puerto, pese a su efímero paso por el ejercicio del poder, ¿quién puede dudar de sus benéficos efectos en nuestra conformación social, especialmente en materia de redistribución de la riqueza, de modernización legislativa y en general de justicia social?

En tiempos más recientes y en contextos nacionales diferentes, la obra educativa y en favor de la promoción de la lectura, cruzada emprendida en tiempos del profesor José González Beytia (1946-1952) tiene, a 70 años de distancia, más importancia en la configuración de nuestro horizonte educativo, además de haber sido un incansable constructor de escuelas (la mayoría se mantienen incólumes y funcionando). El legado del doctor Francisco Luna Kan (1976-1982) en materia de salud pública se deja sentir aún entre nosotros. Su gobierno será siempre recordado por su preocupación por la salud integral del pueblo y por el impulso dado a la investigación científica, más allá de los récords de espacios sanitarios y los diferentes centros e institutos construidos gracias a su eficaz gestión.

De la misma manera, yo quisiera recordar la obra de don Víctor, más allá de su obra material y física, por habernos gobernado con sentido de futuro, pensando siempre en grande, sin escatimar presupuestos ni esfuerzos en favor de los objetivos y metas que como gobernante se propuso en favor de Yucatán. Cuando estaba por terminar su gestión, un amigo cercano, priísta redomado y originario de otra entidad, nos preguntó la opinión que teníamos de don Víctor. Ante el silencio impregnado de miradas cómplices quizá reprobatorias… nos espetó esta frase que nunca he olvidado ni olvidaré: “Van a extrañar a don Víctor cuando no lo tengan…” La recuerdo y pienso que, con el tiempo, la figura del gobernante visionario se agiganta.

Quizá sea criticado o tachado de exagerado por tirios y troyanos, pero la figura de VCP nos lleva hoy a reflexionar, justo en estos tiempos no electorales, sobre cuál ha de ser la mejor manera de gobernar a este indómito y aislado pueblo acostumbrado al subsidio (el situado desde la Colonia); una tierra con pocos recursos naturales con una población, pese a todo, con escasas ganas de emigrar y que ahora, tal y como lo previo VCP, comparte con miles de foráneos su escaso patrimonio y sus frágil seguridad social.

Los hombres de su partido, un PRI con serias divisiones internas peor con la certeza de que todo tiempo pasado fue mejor, comenzarán una encarnizada lucha por el poder. Los militantes de otros harán seguramente acopio de esfuerzos por diseñar nuevos modelos de ingeniería social para proponer de forma atractiva el cambio…los ciudadanos sin partido, las organizaciones de la sociedad civil, aludiremos quizá ejemplos de otras latitudes para buscar el camino, pero la figura de don Víctor y el recuerdo de su memoria nos puede quizá ofrecer algunas pistas. Propongo tres:
Ver siempre como ciudadanos hacia adelante, pensando en grande para Yucatán, con lo que tenemos y deseando para el desarrollo peninsular lo mejor, sin escatimar esfuerzos ni presupuestos en la elaboración de planes y programas…aunque estos a veces suenen a locura y se presten a burlas, como aquellas que circularon hace algunos años en torno a “la primera piedra” del Parque Científico y Tecnológico, que hoy por hoy, se va consolidando siendo objeto de particular atención por parte de propios y extraños;

Tener esta visión de futuro requiere de una actitud de servicio. Como profesionales, como universitarios o como políticos profesionales formados en universidades, estamos llamados a ser servidores de tiempo completo (recordemos que VCP era famoso por salir a altas horas de la noche de Palacio de Gobierno) capaces de sacrificar incluso parte del patrimonio personal, con tal de sacar adelante la función a la que nos hemos comprometido y por consiguiente…

Ejercer el liderazgo que a cada uno de nosotros nos corresponde, pero ejercerlo con responsabilidad, con la certeza de que redundará en beneficio de otros, pocos o muchos, pero siempre en actitud de servir al estudiar, de servir al trabajar, de servir al gobernar.

De todo eso, [b]yo quisiese[/b] hoy hablar con don Víctor en homenaje a su digna memoria.

[b]Mérida, Yucatán[/b]
[b][email protected][/b]


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