de

del

Rafael Robles de Benito
Foto Tomada de la web
La Jornada Maya

Viernes 26 de agosto, 2016

En 1994 se estableció lo que hoy se conoce como el Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam, que incluye dentro de los límites de su polígono la isla de Holbox y la laguna Chiquilá. Veintidós años después de su creación, esta área protegida parece encontrarse cerca de desaparecer, y convertirse en un emporio turístico al estilo de Cancún, con todas las consecuencias de deterioro ambiental que ello implica. El programa de manejo del área protegida no se ha podido actualizar en veinte años. La dificultad, a decir verdad, no parece ser técnica. La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) tiene suficiente personal con excelente capacidad profesional para encarar esta tarea, y de carecer de ella, podría echar mano del nutrido universo de consultores y académicos conocedores del tema en la región de la Península de Yucatán. Los obstáculos deben buscarse entonces en el equilibrio de fuerzas políticas (y económicas) que concurren en este trozo privilegiado de territorio.

Sin duda, Holbox representa, para los interesados en invertir en el desarrollo turístico en la Península de Yucatán, un botín tentador, por decir lo menos. En sus esfuerzos por convertirlo en un emporio de turismo masivo, aunque disfrazado de un discurso “ecologista”, enfrentan el escollo que representa el compromiso de la autoridad ambiental federal por salvaguardar la calidad del paisaje local, dado su carácter de objeto de interés público. En medio de esta contradicción entre las aspiraciones de poderosos inversionistas privados, y la supremacía del interés público, se debate una CONANP debilitada, que no atina a responder a las demandan de desarrollo más allá de intentar fórmulas que le permitan “quedar bien con dios y con el diablo”; es decir, responder a las presiones de los inversionistas satisfaciendo su demanda, y tratando de no comprometer su responsabilidad como agente responsable de la conservación del entorno.

En esa búsqueda, ahora ha surgido la idea, quizá alimentada por la ilusión de construir un Holbox al estilo de las Maldivas, se propone la construcción de “palafitos” en el mar, como si eso solucionara los impactos de un desarrollo hotelero que demanda una gran población de trabajadores (y sus viviendas, comercios y servicios), y representa retos formidables de manejo de residuos. Encima de las dificultados ambientales que representa el proyecto (no olvidemos que además se pretende realizarlo al interior de un área protegida), habría que recordarle a la autoridad responsable que, al menos hasta ahora, no hay mecanismos legales que permitan vender predios en el mar, o de concesionarlos para otro propósito que no sea la extracción de energéticos, o la pesca de algunas especies, como la langosta. Y habría que recordarles también que, dado el interés público que el área protegida tutela, se vale decir que no procede ese proyecto.

[b]Mérida, Yucatán[/b]
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