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Pedro Bracamonte y Sosa
Foto: Notimex
La Jornada Maya

Viernes 2 de septiembre, 2016

Si al presidente de una república de cierta importancia económica mundial se le pesca que para titularse de licenciado, hace 25 años, decidió o no tuvo más remedio que copiar o hacer copiar buena parte de textos sin darles el crédito, el asunto se vuelve viral en las redes, y punto. El sistema político actúa y, por dar un ejemplo conocido, Enrique Peña Nieto, seguirá ejerciendo como Presidente y como licenciado en derecho. Pues lo viral, sin estructura coherente que lo sostenga, se apaga como comenzó, como las epidemias. La universidad privada que le dio el título, algo ha publicado para salir “airosa”. Y es que el problema es tan profundo y vasto en la vida intelectual y profesional de México que el silencio se impone, por complicidad, miedo o desesperanza. Usted no lo va a creer pero el plagio intelectual, que es más común que el secuestro, no tiene formas ni legislación determinada para evitarlo, y menos para castigarlo. Es campo abierto en el que las víctimas tienen las manos atadas –como en los secuestros- al grado que las autoridades o los ignoran o los desdeñan. En el medio académico se dan casos, y no pocos; al penoso nivel que puedo hacer una clasificación con el objetivo de que las posibles víctimas se cuiden, al menos, en espera de mejores tiempos.

Hoy día, el aprendizaje de la falta de ética empieza con el alumno que corta y pega de Internet para hacer un ensayo escolar, y su profesor no se da por enterado o lo pasa por alto para no perder el empleo de mísero salario. Sigue el que usa los ensayos de sus estudiantes para hacer una publicación como si fuera propia. Se escala, cuando el investigador –quizá de relumbrón- copia partes de los ensayos o resultados de laboratorio de becarios y ayudantes, sin darse por enterado de que una cosa es la paga y otra la creación intelectual, que es obligada de citar. En todos estos casos alguien se apropia de un trabajo ajeno, sin escrúpulos. Su nombre: plagio. Pareciera una picardía propia de los “abusados”, los listos, los atrevidos. Los que parece se apropian del dicho de la película [i]Il postino[/i]: los poemas no son de quien los escribe sino de quien los necesita, cuando de amor por una mujer se trata. Y quede claro que en casos de amor estoy más que de acuerdo, ¡pero sólo en esos casos! Para que conste. La importancia del cargo de presidente, debo ser justo, no hace más grave la falta cometida hace más de dos décadas. Este caso ya se resolverá, me temo, por la investidura y no por la ética. Preferiría equivocarme. Apuntaré tres casos más del estilo de plagiar. El impostado académico que copió una tesis de un país lejano y la convirtió en suya, con algunos cambios para matizar su delito. Después de todo, no es tan difícil engañar a un jurado urgido de titulaciones para tener un mayor salario.

También está la transgresión del funcionario público que toma los escritos del mismísimo archivo de un empleado para usarlos en beneficio propio. Y, descubierto el desaseo, y con el problema encima, el mismo funcionario(a) público(a) apela a la estrategia de reservar tales documentos por 10, 12 años, como si de profundos asuntos de Estado se tratase. Así, con el secreto, puede incluso imputar al plagiado ser el plagiador. Es común que Informada la autoridad superior no dé crédito, luego ante las pruebas sí, pero le parecerá más importante preservar la pureza de la Institución des-honrada que hacer justicia. Así que el dictamen parece sacado de [i]La Divina Comedia[/i]: “éste es un asunto entre particulares”. Frente a la flaqueza legislativa, en estos casos los caminos se cierran.

Y Usted lector ¿cree que ya vio todo? NO. Ahora me refiero al auto plagio, a usar un mismo escrito o parte de él para obtener títulos, maestrías, doctorados por matrimonios o amigos en instituciones distintas, en países distantes. ¿Y qué decir de los master y doctorados [i]patitos[/i] en el extranjero? Para concluir mi escrito, doy una recomendación a los estudiantes de programas de licenciatura y de estudios superiores: antes de elegir a su tutor, pídanle su tesis de grado, no el papel, no el diploma, sino la tesis completa. Y si no la exhiben: ¡mucho cuidado!

[b]Mérida, Yucatán[/b]
[b][email protected][/b]


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