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Giovana Jaspersen
Foto: Valentina Álvarez Borges
La Jornada Maya

Viernes 23 de diciembre, 2016


Desde hace una semana los medios de información se han llenado con la imagen de una niña de ojos firmes, labios gruesos y cabello rosado. Segura y valiente, en ella vemos la fuerza que da el saber lo que se es. Se llama Avery Jackson, nació en Kansas y ahora tiene nueve años; a pesar de haber nacido con genitales masculinos, según dice, se supo niña desde los cuatro. Su imagen se ha vuelto ícono, es la portada de la primera emisión de 2017 del National Geographic y como pólvora ha sido tema de discusión que estalla desde diferentes puntos del planeta. El anuncio y campaña de medios previa, es también la antesala para el lanzamiento del documental [i]Gender Revolution: A Journey with Katie Couric[/i] en el que se aborda el tema desde diversas perspectivas.

Frente a la noticia y con Avery mirándolos a los ojos; los voceros del odio, si bien no enmudecieron, parece que estuvieron contrariados por un momento. Probablemente el rostro infantil amainó las denuncias de los custodios de la “normalidad”; entre tartamudeos y titubeos, se citó a la familia -y sexualidad- “tradicional” y se reaccionó desde el asombro. Y es que qué pueden decir frente a la energética niña que en YouTube nos cuenta lo mucho que le gusta trepar árboles y utilizar disfraces. ¿Cuál puede ser el yugo de “verdad” desde la moral? ¿Avery, es una depravada, una enferma?

Finalmente se encontró un camino previsible: los padres; a quienes se ha responsabilizado de la “semilla del mal” que en ella germinó. Como suele ser, la lectura de las reacciones y apuntes son tan reveladoras como preocupantes. Por poner ejemplos, se puede leer: y entonces, si quiere ser ladrona de bancos o caníbal, los padres lo permitirían; o cuestionamientos de profundidad meritoria como: y si se cree patata le van a permitir plantarse en el jardín. Dejando de lado la comparativa vegetal -pues no hay palabras-; así como la antropofagia, a pesar de que como construcción cultural podría ser de interesante abordaje, hay que decir que Avery es sólo mujer. Identidad que no se distingue por alimentarse de otras personas, por lo menos en estas latitudes; ni por delinquir como característica de género. Ella, sólo se percibe tan mujer como la persona que pregunta en redes cómo los padres permiten que ella sea el rostro de la perversión global. Sí, perversión global, la llaman. Tal parece que en determinados escenarios de legitimación así puede ser llamada la libertad de elegir lo que se quiera ser, o de escuchar lo que se es.

El inicio de 2017 será un fenómeno en temas de género, y sin duda se traerán a la mesa nuevas discusiones. Ojalá, estas nos alcancen para acercarnos a este mundo y con ello que la esperanza de vida de una persona transgénero en Latinoamérica deje de ser de 35 años; o para que nunca más tengamos que cerrar el año sabiendo que nuestro país es el segundo lugar a nivel mundial en agresiones contra mujeres trans; o que en los últimos seis años la cifra de asesinatos transfobos es 10 veces mayor. Ojalá, al adentrarnos un poco en su mundo pudiéramos aprender que el juicio no es camino y que en la responsabilidad de actos y palabras reside la libertad de ser todo aquello que imaginemos.

En suma, a todo lo que nos pueda enseñar la historia de Avery acerca de un mundo que es para muchos de nosotros desconocido, no hay que dejar de lado que la frase que acompaña su fotografía en la portada, deja ver que ha aprendido a ser mujer con pasos largos; o, bien, que solo lo fue. A los nueve, afirma que la mejor cosa de ser chica es ya no tener que pretender ser un chico ([i]The best thing about being a girl is, now I don't have to pretend to be a boy[/i]). Si vamos un poco más allá en esa idea, cabe apuntar que es una deducción a la que ha costado años llegar desde otras realidades. Las mismas en las que el camino hacia una supuesta equidad de género, estuvo permeado por el simulacro de un mundo de constructo masculino.

Más allá del desconocimiento o las preguntas que puedan surgirnos, en cuanto a la decisión de Avery y su género; hoy, creo que muchas mujeres coincidimos en que lo mejor de ser mujer es ya no tener que fingir ser un chico, y así, poder ser.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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