La visión de Caronte

Miguel II Hernández Madero
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Miércoles 18 de enero, 2017


Todos sabíamos que llegaría la cuesta de enero, como cada año; por ello el “maratón Lupe-Reyes” es una válvula de escape, para cuando menos en ese lapso del 12 de diciembre al 6 de enero, poder festejar aunque luego la pregunta que quede sea: ¿festejar qué?

Viene algo difícil. Esta cuesta vino marcada por la liberación del precio de la gasolina, medida argumentada y defendida por la administración como algo justo y necesario, que nos condena a todos a una cuesta de enero muy pronunciada, pero será de enero, febrero, marzo…, hasta el 2018 y años posteriores.

¿La respuesta? Saqueos, tomas de gasolineras en los primeros días, pero después todo se ha ido diluyendo, parece ser que ganó la apuesta el gobierno federal y la gente acabó por aceptar y resignarse.

Pero la cosa no va a parar ahí, la resignación deberá ser suficiente para enfrentar un panorama de hiperinflación (como en tiempos de Miguel de la Madrid), pérdida del poder adquisitivo, desempleo y en año previo a un proceso electoral, lapso durante el cual los actores políticos harán uso de todo para ganar la voluntad del electorado; total, de discursos y promesas está tapizado el sendero hacia la gloria de vivir del erario.

Todo ello golpeará cada vez más a la clase media (sobre todo) y a las clases bajas (como siempre), que dejará un terreno de cultivo propio para los partidos políticos que medrarán entre la inconformidad social y la desesperación.

Las cosas llevarán a un ajuste, con despidos o cierre de empresas. Sumemos el recorte en la burocracia y tendremos un 2017 con aumento en la tasa de desempleo, poco circulante y un clima extremadamente hostil en el ánimo de todos. Sin trabajo no hay ingresos, lo que se traduce en falta de poder adquisitivo y por ende, no hay movimiento comercial; pocos compran porque no hay dinero para pagar, entonces las empresas, al no poder desplazar sus productos, recurren a más despidos o al cierre, en una situación que parece no tendrá fin.

Frente a eso, como cada fin de año, el anuncio de incrementos salariales en principio hacen sonreír pero después la sonrisa se borrará, pues al inicio de año, cuando se hacen efectivos esos aumentos, siguen alzas en bienes y servicios, por lo que el poder adquisitivo vuelve a disminuir. Se recibe más dinero por el trabajo (los afortunados que tienen empleo), pero se pueden comprar menos cosas.

¿Parece absurdo? Lo es. La justificación es que para pagar los aumentos salariales es necesario tener más recursos y por ello hay que incrementar el precio de los productos; ese argumento es aceptado, pero no se escucha al trabajador, quien se pregunta de qué le ha de servir que le aumenten unos pesos y centavos, si tendrá que pagar más por comida y transporte, y queda peor que antes.

Desempleo galopante, incremento de precios, pérdida de ahorros y propiedades, todo ello nos llega con el nuevo año y el ciudadano común se pregunta dónde estás esas cosas buenas y que cuentan que existen, si ve en derredor y sólo encuentra miseria, desesperación y rabia.

Más allá de las promesas electorales, de danzas millonarias y acumulación de inmuebles, al yucateco que vive en los límites de la pobreza le interesa saber si habrá comida en su mesa y si en realidad tendrá oportunidades reales de progresar. Lo demás es simple e insultante retórica, como la propuesta del pacto económico rechazada por los empresarios hace unos días, pero de eso comentaremos la siguiente semana.

Hasta la próxima…

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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