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Giovana Jaspersen
Foto: Fabrizio León
La Jornada Maya

Viernes 27 de enero, 2017


No voy a dar discurso de género, porque si no quiero que continúe la distinción de género debo de ser coherente y no hacerlo yo; me dije. No voy a dar discurso de género, porque si no quiero que continúe la distinción de género debo de ser coherente… me reiteré. No voy a dar discurso de género, porque si no quiero que continúe la distinción…. me repetí. No voy a dar discurso de género, porque si no quiero… mascullé entre dientes, como un mantra eterno, cada vez más pesado. No voy a dar discurso de género… insistí, aguantando la rabia, y equivocándome.

Pensando que los tiempos habían madurado, que avanzábamos y que la mejor contribución era dejar de subrayar; muchos nos perdimos, nos engañamos. Hoy, la equivocación apesta y nos estalla. En charlas, familias, instituciones, medios y desde el poder. Pues en últimos días, el poder nos ha gritado que tenemos montones de razones y es, además imprescindible no sólo hablar de género, sino reaprender cómo hacer de este discurso, un hábito.

Y es así, porque la marcha por las mujeres hizo cimbrar al mundo, y vimos que millones de personas en el planeta son capaces de salir a luchar por lo que debemos aprender a defender a diario. Porque la agenda desde el género, hoy, es la de los derechos humanos y es de todos. Pero especialmente porque después de ese grito sin género y por el género, tan sólo tres días después, despertamos un lunes de enero en pleno siglo XXI y vimos la imagen de 8 hombres decidiendo acerca del cuerpo, salud y maternidad de las mujeres. Sin las mujeres.

Porque seguimos viendo gabinetes de gobierno masculinos, mientras un “feminismo” estatista y mal comprendido, trata de hacernos creer que la cuota de género es equidad, y que el que “se permita” la presencia de una mujer es de festejarse; limitando -y utilizando- esa presencia para el adorno y el embuste.

Es imprescindible hacia el futuro cuidar cada detalle, filtrarlo. Porque en las listas de juguetes más vendidos de nuestro país sigue el “Sigoto Ksi-merito”, con el que las niñas se convierten en madres prematurísimas de un prematuro. Porque en la promoción del popular juguete vemos 6 pequeñas enjauladas detrás del maquillaje y todos los esquemas de rol, cantando que tienen que cuidarlo porque es frágil, por ser el más chiquito. Consignan a otra que no lo saque de la incubadora, porque sin su amor no se mejora. Limitan su vida y tareas diciendo que donde sea que estén lo llevarán consigo, aunque sea en el club o cocinando, en el súper o peinándose; para después en grado de hipnosis demencial verlas perderse y decir “Baño, vacuna, comida, repite; baño, vacuna, comida, repite; baño, vacuna, comida, repite (…)”. ¡Niñas! ¡Que alimentan por cordón umbilical dentro de una incubadora a un cigoto de piel morada! Niñas que se responsabilizan de una “vida” con todas las culpas que ello encierra. Niñas cuidando ¿niños? Niñas que sentirán habrán fallado en caso de no ser madres, que se culparán si llegaran a perder un hijo. Niñas que nacen siendo madres, sin preguntarse siquiera si quieren serlo. Urge hablar de género, porque una niña no debería concentrarse en la maternidad desde la primera consciencia, pues es tan grave e incoherente como la sexualización en la misma época; porque no es su fin único y porque hay tantas formas de ser mujer como las hay de ser persona.

Y en la seriedad con que llevemos el discurso radica el encontrar caminos para que la construcción cultural del género desde la primera infancia sea distinta, solo ahí está la posibilidad de dejar de escuchar que a alguien “el ser mujer le ha abierto puertas” o que se dude de su talento cuando alcanza un puesto. Hay que hablarlo, porque nos están matando, porque nos siguen golpeando, porque nos seguimos negando; por el acoso normalizado y la violencia implícita en los actos.

Las mujeres especialmente, debemos hablar de género, hablar muchísimo de ello aún, porque es la única forma de prestar nuestros ojos y que se vea lo que hemos visto, de destapar la cloaca que disimulamos históricamente. Porque es el camino para que niñas y niños jueguen a construirse como mejores personas y no cargar roles que aprisionan. Porque la crisis de sentido es de todos, a los que nos vendieron dependencia por amor y nos hicieron creer que fallábamos al no cumplir un rol. Porque hoy la única forma de reaprender es la suma de visiones que desdibuje los límites impuestos a partir del género biológico. Porque hoy hablar de género es ser responsables del momento histórico que estamos viviendo, porque la única coherencia con nuestro tiempo es la defensa, sin géneros.

Mérida, Yucatán


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