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Carlos Meade
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 3 de febrero, 2017


La zona oriental de la península de Yucatán, que corresponde al actual estado de Quintana Roo, es un territorio donde los mayas se mantuvieron al margen de la dominación española a lo largo de los 300 años que prevaleció el régimen colonial. Con el México independiente, a partir de 1821, los yucatecos reclamaron su independencia de México y pelearon por ella, reclutando campesinos mayas como carne de cañón. En este contexto, el levantamiento que estalló en Tepich en 1847, contra los hacendados yucatecos que empezaron a invadir tierras mayas, marca el inicio de una renovada lucha por la independencia y autonomía de esta etnia. Para entonces ya había muchos campesinos mayas veteranos de las guerras separatistas, conocedores de las tácticas militares, y armados.

Después de meses de encarnizadas batallas, el ejército yucateco logró replegar a los mayas a un territorio autónomo de facto. Allí se mantuvieron en pie de guerra hasta 1901, poco después de que el gobierno mexicano pactara con Inglaterra la cesión del territorio de Belice a cambio del cierre del suministro de armas y municiones a los mayas. De esta manera, la última región indígena soberana e independiente en México fue finalmente conquistada por el general porfirista Ignacio A. Bravo. Esta larga confrontación armada es conocida como la Guerra de castas de Yucatán.

Una rebelión indígena no podía crecer y sostenerse sin un sustrato cultural y religioso. Eso es lo que explica el surgimiento del culto de la Santa Cruz Parlante. Bajo un símbolo ancestral vinculado al árbol de la vida y, por ello, al maíz, los mayas encontraron la razón profunda de su lucha y la palabra divina que los condujo a en la defensa de su autonomía. La cruz, por tanto, está más relacionada con la antigua cosmogonía que con su simbología cristiana, aunque, sin duda, también ese aspecto está incorporado en ella. Las cruces que veneraron los antiguos combatientes se conservan en los santuarios de los pueblos que los propios mayas consideran sagrados: Chunpom, Tixcacal, Chanká Veracruz y Tulum.

Entre 1901 y 1937, la presencia y control del gobierno federal sobre una región decretada como territorio avanzó lentamente. En esos años, el sitio arqueológico de Tulum comenzó a ser visitado no sólo por exploradores y aventureros sino por expediciones arqueológicas apoyadas por instituciones poderosas como el Museo Peabody o la institución Carnagie de Chicago.

Algunas expediciones se malograron porque los mayas, pese a la presencia del ejército, no se habían rendido y representaban una amenaza para los visitantes.

Algunos arqueólogos hábiles y osados, como Sylvanus Morley, se hicieron pasar por ingleses, sabiendo que los mayas estaban esperanzados en volver a contar con el apoyo de la reina Victoria. Los jefes mayas no sabían que ella ya había fallecido.

En el estupendo libro de Guillermo Goñi [i]De cómo los mayas perdieron Tulum[/i], la pérdida se refiere al control sobre la zona arqueológica, que los mayas siguieron visitando después de que el general Bravo tomó Santa Cruz Balam Naj. La presencia de una cruz y de ofrendas y velas en el interior del castillo fue reportada por los arqueólogos que visitaron el sitio a partir de 1890.

Después de las expediciones arqueológicas, el gobierno federal fue tomando el control del sitio y los mayas no pudieron realizar más sus ceremonias a la Santa Cruz.
Desde 1937, el gobierno federal contemplaba abrir la zona al turismo y por ese motivo se construyó una pista aérea, la cual actualmente está bajo el control de la Marina.

Lázaro Cárdenas visitó la zona en 1939. Desde ese año, el gobierno federal tiene el control del sitio arqueológico y los mayas perdieron uno de los santuarios establecidos en sus antiguas ciudades. Sin embargo, el culto a la Santa Cruz se mantiene vivo en la iglesia maya, en el centro del pueblo de Tulum.

Lo que también perdieron los mayas fue la estela que se encontraba en el sitio arqueológico. En su primera expedición, en 1922, Thomas Gann y Sylvanus Morley la descubrieron, pero no pudieron sustraerla y decidieron esconderla en la arena de la playa. Años después, cuando estaban preparados para robarla, alguien se les adelantó. Poco tiempo después, la estela apareció en un museo de Londres. Sería de justicia que regresara a México y fuera exhibida en el Museo Arqueológico de Cancún.

[i]Tulum, Quintana Roo[/i]
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