de

del

Giovana Jaspersen
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Miércoles 8 de marzo, 2017


[i]Un hombre que lee, o que piensa o que calcula, pertenece a la especie y no al sexo; [/i]
[i]en sus mejores momentos, escapa incluso a lo humano. [/i]
M. Y


El sur de Asia, habrá de llevarse aproximadamente mil años para lograr equidad de género en materia de economía, educación, salud y autonomía política. Esto, siguiendo el ritmo y tendencias que ha tenido la región hasta ahora y que publica en 2016 el Reporte Global de Brecha de Género, del Foro Económico Mundial. Cuando “mil años” deja de ser metafórico y se convierte en el reflejo de la distancia a cierta velocidad, sirve para reflexionar los cambios de un milenio en la humanidad y lo contradictorio que puede ser que en materia de derechos humanos se “corra” tan lento.

Las estadísticas ayudan a ver en frío los escenarios, sabiendo que sólo un cambio drástico puede aminorar las brechas y diferencias. Ruanda, ha sido -sin duda- el ejemplo internacional más contundente. De los 144 países incluidos en el reporte, el país centroafricano, donde hasta 1994 una mujer no tenía igual acceso a la educación, ni podía tener propiedades adquiridas o heredadas; hoy se posiciona tan sólo por debajo de Islandia, Finlandia, Noruega y Suecia, en el quinto sitio. Para lograr su diferencia, base política y razón de reconocimiento internacional, tuvieron que morir casi un millón de personas en poco más de tres meses; dando paso a que la escritura de su historia, constitución y poder, fuera tan equitativa y democrática en relación al género, como lo fue la muerte en la guerra. Tan lógico como trágico e idílico, en resultado, si lo contrastamos con lo que sucede en el cotidiano.

Hace unos meses el mundo -con razón- se cuestionó y/o horrorizó porque 8 hombres en los Estados Unidos firmaban y decidían acerca del cuerpo y la salud y de las mujeres. La gravedad del hecho era explícita; sin embargo, de forma mucho más velada sucede a diario, en el caso de nuestro país, ubicado en el puesto 66 de dicho estudio, es alarmante. Han pasado ya 101 años desde que Mérida fuera cuna de la primera participación en la vida política de la mujer mexicana en 1916: el Primer Congreso Feminista. El evento, con 617 asistentes fue un hito, 4 preguntas clave marcaron los temas y al revisar actas, el avance pausado hace que parezca que también nos llevará “mil años” acabar con la brecha. La cuarta pregunta en la mesa de aquel congreso fue: ¿Cuáles son las funciones públicas que puede y debe desempeñar la mujer a fin de que no solamente sea elemento dirigido sino también dirigente de la sociedad? En respuesta, se registró que “la mujer del porvenir podrá desempeñar cualquier cargo público (…) no habiendo diferencia alguna entre su estado intelectual y el del hombre, es tan capaz como éste para ser elemento dirigente de la sociedad”. Ahora, a 101 años, ya en el “porvenir” ¿Es así?

La cuestión se nos responde a gritos con el gabinete del ejecutivo con 20 dependencias federales directas y sólo 3 mujeres al frente de ellas, o al ver que en la historia sólo se ha tenido 7 a gobernadoras en el país -dos de ellas en Yucatán- y que, actualmente, sólo uno de los treinta y dos estados tiene una mujer al frente. Con tres gobernadores hombres, la península, tiene también gabinetes eminentemente masculinos: Quintana Roo parece casi incluyente en contraste, teniendo 5 mujeres al frente de sus 16 secretarías; le sigue Campeche con 3 de 21 dependencias; cierra el estado, sede del Primer Congreso Feminista, sin mujeres, ninguna en un gabinete con 20 dependencias. En la capital del estado, las tres coordinaciones generales y el ayuntamiento de Mérida están a cargo de hombres, como lo están las cabezas de todas las dependencias de 2 de esas 3 coordinaciones; la diferencia la marca la Coordinación General de Política Comunitaria, con 6 de las 9 mujeres que tiene el ayuntamiento en los 30 puestos de estructura directa.

El porvenir, del que se hablaba en aquel primer congreso, preocupa más cuando vemos los organigramas de la máxima casa de estudios del estado de Yucatán, donde tampoco hay presencia femenina en las secretarías y direcciones que dependen de la rectoría. ¿Qué le estamos diciendo entonces a los jóvenes en materia de equidad?
Las distintas voces construyen la historia y es en la suma de miradas donde vive la historia “real”, o por lo menos, la de todo(a)s. Los tiempos electorales que se acercan son el marco que puede demostrarnos que no es necesaria la barbarie que se vivió en Ruanda, para comprender que los tiempos de “inteligencias dormidas y dominadas” de las que habló ya el general Alvarado hace más de 100 años, han terminado. El padrón electoral femenino en nuestro país sobrepasa por casi cuatro millones de votantes al masculino; desde la dignidad, ninguna de estas mujeres habría de votar por quien no incluya voces como la suya en agenda, plan estratégico y gabinete.
Sirva este Día Internacional de la Mujer para visibilizar y construir escenarios de equidad real y no hipotética. “La mujer del porvenir”, hoy, como se dijo entonces, puede desempeñar cualquier cargo público y ser dirigente de la sociedad. Esto no nos puede llevar mil años.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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