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Carlos Meade
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Lunes 20 de enero, 2017

Mucho se ha hablado y escrito del buen manejo de los recursos de la selva que practicaban los mayas, lo que explicaría su larga permanencia en tierras pobres y ecosistemas frágiles, particularmente en el caso de las ciudades asentadas en la península de Yucatán, una planicie formada por roca caliza, en la cual los ríos sólo fluyen en el subsuelo.

A pesar de estas limitaciones, los mayas desarrollaron sociedades complejas y enormes ciudades que funcionaban integradas a la selva.

Sin caer en visiones idealizadas sobre el pasado prehispánico o sobre la sabiduría de los pueblos indios, tenemos que reconocer evidencias palpables de las ciencias ambientales de los mayas: inicialmente, los conceptos que crearon para entender y manejar las plantas, los ecosistemas, los ciclos naturales, los suelos; todo ello integrado en una cosmogonía que ordena el tiempo y el espacio y en la que fuerzas naturales, sociales y celestes están orgánicamente entrelazadas.

Estas evidencias, vivas y activas en la lengua maya actual, despejan cualquier duda sobre la realidad de una ciencia maya aplicada al manejo de la selva.

Es imposible enumerar, en este espacio, los conceptos básicos de este saber. Intentaremos presentar los esquemas conceptuales más importantes, empezando por su sistema de clasificación del mundo vegetal, el cual reconoce más de mil 500 especies de plantas, de las cuales se conocen sus características, derivando de allí los usos y las técnicas para su manejo y aprovechamiento.

En este sistema de clasificación, la nomenclatura botánica maya distingue nueve biotipos, los cuales aparecen como parte del nombre de cada una de las especies: [i]ché[/i] corresponde a árboles y arbustos, [i]ak[/i] a bejucos, [i]xiw[/i] a hierbas, [i]su’uk[/i] a zacates, [i]xa’an[/i] a palmas, [i]ki[/i] a agaves, [i]ts’ipil[/i] a nolinas, [i]tuk[/i] a yucas y [i]tsjam[/i] a cactus. Como se ve, el sistema taxonómico está basado en criterios morfológicos, de manera similar al de la botánica de Linneo.

La complejidad de la clasificación de los suelos se asemeja a la de los agrónomos actuales. Ambos sistemas consideran criterios similares para diferenciar los suelos. En el caso del sistema maya, los criterios son relieve, profundidad, humedad, color, pedregosidad y fertilidad. De acuerdo a estos criterios se reconocen 20 diferentes tipos de suelos, los cuales tienen su equivalente en la Base de Referencia Mundial (WRB, por sus siglas en inglés), que es un sistema unificado de clasificación de suelos.

Los diferentes ecosistemas y paisajes reconocidos por los mayas se establecen de acuerdo a la combinación de micro-topografía, tipo de suelo, asociación de especies y humedad. Son nueve los ecosistemas que registran los mayas, según lo que plantean el doctor Víctor Toledo y los coautores del libro [i]Etnoecología de los mayas yucatecos[/i]: bosque lluvioso, bosque seco, bosque seco espinoso, tintal (selva baja inundable), petén, rejollada, sabana, aguada y manglar.

Los nombres para las diferentes nueve etapas en la sucesión ecológica de la selva que ha sido aprovechada para la producción de maíz, nos indican que la que se tumba para los policultivos de la milpa tiene como destino previsto renovarse, con lo cual se integra a las diversas prácticas de manejo silvícola.

Además de la milpa, los mayas practicaron, y practican aún hoy en día, diferentes estrategias silviculturales. Estas prácticas, aplicadas durante cientos de años, han acabado por convertir la selva natural en un jardín. Muchos investigadores concuerdan en que, en efecto, la composición de la selva actual es producto del manejo hecho por los mayas.

Entre las prácticas silviculturales destacamos los bancos de semillas [i]in situ[/i], los corredores de selva en derredor de los poblados, las barreras de árboles para proteger las milpas y los huertos familiares, donde se manejan alrededor de 150 especies animales y vegetales.

Después de este breve recuento de las ciencias ambientales mayas, sería difícil que quede por allí algún ingeniero o biólogo escéptico, que aún considere que los indígenas son ignorantes a los que hay que enseñar cómo sembrar y manejar la selva. Desafortunadamente, en los programas oficiales todavía permea, contra toda evidencia, esa visión racista que no reconoce los saberes y prácticas, probadamente sostenibles, de los campesinos mayas.

Reconocido como uno de los más importantes investigadores de la ecología de las selvas tropicales, el doctor Arturo Gómez Pompa ha propuesto, desde 1985, que los conocimientos tradicionales y los métodos indígenas sean reconocidos en las políticas de manejo de recursos naturales. Ya sería hora de que los expertos del gobierno se enteren.


[i]Mérida, Yucatán[/i]


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