Niños, a trabajar

Jesús Hernández Martínez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Martes 28 de marzo, 2017


De vez en cuando, movidos a pregunta de algún reportero, o solamente para llamar la atención, los funcionarios se acuerdan de la explotación de que son objeto esos niños que deambulan por las calles sin rumbo fijo con un cargamento de golosinas, artesanías y otras mercancías de difícil mercado. Pero no resuelven nada, no les interesa. Los menores no votan.

Oficialmente, más de mil menores de 15 años trabajan en todo el estado, dedicados a diversas actividades urbanas: venden, o tratan de vender, de manera ambulante; lustran calzado, cargan bultos en el mercado o acompañan a sus padres y familiares en improvisados eventos para recibir las pequeñas dádivas de los paseantes.

Los infantes del campo acompañan a sus padres para incorporarse a las actividades agropecuarias, de acuerdo con sus fuerzas, es cierto, pero trabajan cuando sus únicas tareas deberían ser los estudios y los juegos.

En Quintana Roo nadie puede negar que muchos niños trabajan; algunos voluntariamente para colaborar con las actividades de la familia, pero otros obligados por las circunstancias y sus padres, sobre todo cuando el ingreso de los progenitores es insuficiente.

En el sur del estado, básicamente en Chetumal, Calderitas y Bacalar, en los balnearios y otros lugares de reunión, grupos de pequeños, algunos con apariencia de menores de 10 años por su alto grado de desnutrición, vestidos en su mayoría con atuendos chiapanecos, ofrecen bisutería, chicles, dulces, llaveros, ropa típica de Chiapas y otras mercancías que difícilmente aceptan los potenciales compradores.

Un caso especial es el de los niños cortadores de caña en el ingenio San Rafael Pucté, de la ribera del Río Hondo. En cada temporada de zafra llegan cientos de familias procedentes de varios estados del sureste del país, para realizar uno de los trabajos más rudos del campo que empeora el excesivo calor y el riesgo de ser atacado por alguna alimaña. Las víboras abundan en los cañaverales.

Por sus costumbres, o porque consideran que los niños deben colaborar con su manutención, los cortadores llevan a sus hijos para que les ayuden en el corte de caña. El tema se volvió polémico desde hace varios años pues, mientras algunas autoridades afirman que ya han analizado esa situación y muchos niños sólo acompañan a sus padres, no trabajan más allá de sus fuerzas y no se les obliga a laborar, otras aseguran que la explotación laboral infantil en los cañaverales que abastecen el ingenio San Rafael Pucté es más grave de lo que se puede observar superficialmente.

Quienes defienden que los niños acompañen a sus padres en las labores del campo aseguran que algunos llegan como única compañía de sus papás, a quienes no les queda otra que llevarlos a los cañaverales. Cabe recordar que en cada zafra se emplean unos 2 mil cortadores y cada uno de ellos se desempeña en condiciones particulares. De por sí ya resulta difícil vivir hacinados en las galeras construidas ex profeso para su alojamiento temporal.

Una funcionaria de primer nivel de la actual administración estatal confirmó que no sólo no disminuye la explotación laboral infantil en Quintana Roo, sino que a nadie le interesa combatirla. María Rubio de Hendicks fue la última presidente del DIF que realizó varios trabajos a favor de los niños que trabajan y donde fue posible apoyó la economía de las familias para que los menores dejaran de trabajar.

Así, con la excusa de que el problema es nacional y en otros países es peor, la explotación laboral infantil continúa como una tarea pendiente de resolver. Lo peor es que su combate apenas se nota.

[i]Chetumal, Quintana Roo[/i]
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