Valientes calladas

Giovana Jaspersen
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 31 de marzo, 2017


La palabra valentía se forma de 3 raíces latinas y, etimológicamente, se define como la cualidad del que tiene fuerza, salud y vigor. Filosóficamente, Platón apuntaba que ''si un hombre está dispuesto a permanecer en su posición y defenderse a sí mismo contra el enemigo sin escapar”, entonces, es valiente. En aquel tiempo y durante siglos, la valentía fue una virtud masculina -como casi todas-, esta ''especie de perseverancia del alma'' como también la definieron, estuvo siempre alejada de la mujer. Hemos necesitado millones de valientes para cambiar el rumbo de esta historia y vale preguntarnos si lo hemos logrado y ¿Qué pasa con las mujeres valientes hoy? ¿Cuál es el precio a pagar por la virtud? ¿Pueden permanecer con fuerza, salud y vigor, como marca la etimología del término?

La última semana nos respondió, al quitarnos la venda de los ojos se nos llenaron de sangre y vergüenza las pupilas, y nos contó.

Comenzamos el jueves 23 de marzo antes de las 7 am, dos balas al frente de una camioneta, otras por el costado y unas más por la parte trasera cambiaron el curso de la mañana de una familia en Chihuahua. 8 balas y una cartulina “por lengua larga (…)” fue el precio que hicieron pagar a una activista que denunció y subrayó. Miroslava, fue periodista y mujer. Fue valiente, como quien presta su voz fuerte a las minorías y a otras mujeres, también asesinadas desde la cobardía. Analista y comunicadora de la corrupción y el delito, defendió los derechos humanos y la vida, hasta su muerte. La línea de investigación del asesinato es su trabajo periodístico, dijeron; pero la causa de muerte no es esa, sino el silencio, la corrupción y la injusticia: El cáncer nacional.

Aquel jueves pensamos que la enfermedad se alojaba entre los entresijos del Estado y el delito, pero vino el sábado 24 de marzo a decirnos desde Chetumal que no es así, que se nos ha colado por todas partes. Ese día, el criminal fue además policía -o viceversa-; después de una pelea, con el arma destinada a la defensa del orden público empuñada, decidió que su autoridad y poder abarcaban también la vida de su ex pareja. Alejandrina, fue esposa y mujer. Valiente, como quien decide separar su vida de quien sería capaz de arrebatarle la suya, como hizo. Los medios lo llaman ahora el primer feminicidio del estado, nuestra responsabilidad es recordar que feminicidios ha habido muchos y este es sólo el primero que se trata por su nombre; comprendiendo al fin, en palabras de Galeano, que “hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia”.

Sin recuperar el aliento frente a la escena, casi hilvanado, vino con la noche del 26 de marzo otro feminicidio en Mérida. También “la mató porque era suya” y subrayó su pertenencia en cada una de las 12 puñaladas que le propinó. Merly, fue trabajadora y mujer. Valiente, como lo es quien comienza una nueva vida al lado de quien elija. Fue afanadora en la plaza comercial frente a la que su ex pareja la atacó. Los titulares verbalizaron la miseria: “Hombre mata a su exmujer por encontrarla con otro”, “La mata por encontrarla en pleno romance con su mejor amigo”; discursos repetidos, normalizados y equivocados, tan injustos como su muerte. La mató por la barbarie normalizada, por soberbio, y nada lo justifica.

Cuando pensamos que no podíamos más, el 27 de marzo supimos que las amenazas se habían cumplido y que a la puerta de su casa asesinaron a quien nos había mostrado la lucha de una madre por sus hijos, en contra del sistema, la injusticia y la apatía. Emma, fue madre y mujer. Valiente, como reflejaba su rostro endurecido frente a las cámaras en la defensa de su familia y en la denuncia de la injusticia. Fue víctima de las instituciones, entre delitos fabricados, cárceles, juicios y demandas. Fue ignorada y asesinada, callada.

Aún en el silencio de su muerte, el 28 de marzo retumbaron desde Veracruz y hacia todo México las palabras de un juez, amparando a un criminal frente a la denuncia de una menor, con pruebas documentales. Daphne fue una menor abusada. Es mujer y valiente, como quien denuncia a pesar de todo(s). Contra ella, un juez nos dijo que tocar a una mujer menor sin su consentimiento, no es causa suficiente. En sus palabras de amparo se agolparon todos los vicios que alimentaron las muertes de la semana: La corrupción y las influencias callando a quien habla; las mujeres como propiedad; el silencio; la imposibilidad de ser mujer y ser valiente; todas las cosas que dejan a la sociedad en el desamparo.

¿Cómo nos explicamos ahora? ¿Cómo decimos lo importante de la denuncia? ¿Cómo comprendemos el alto precio que tiene aún la valentía? Desde Chihuahua hasta Quintana Roo. No son mujeres muertas, son valientes calladas. Les cortaron la lengua, la esperanza y la justicia; todas tienen nombre, enorme como el de Miroslava, omitido de los diarios como el de Merly, popular como el de Emma, o reducido a iniciales como el de Alejandrina. El mismo derecho a la vida en el ejercicio de su profesión y libertad tenían ellas, que el que tiene Daphne o cualquier otra mujer a que nadie la toque sin consentimiento.

¿Y ahora? Cómo cubrir los ojos de todos estos nuevos huérfanos frente a sus madres muertas y un país que sangra; cómo decirle a todas las mujeres que es necesario seguir denunciando. Cómo pedir justicia si la aniquilaron junto con cada una de ellas. El castigo no es justicia, es efecto.

Ser mujer y ser valiente no puede ser tan caro, la única forma de frenarlo es que la valentía sea pandémica, si todos lo fuéramos dejaría de tener tal alto costo.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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