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Kálmán Verebélyi
Foto: Hubert Carrera Palí
La Jornada Maya

Domingo 2 de abril, 2017

En Campeche todos saben que para ablandar el corazón de la novia enojada la mejor manera es llevarle serenata. Llegar a las afueras de la casa donde ella mora después de la medianoche, y con los ritmos de los trovadores, con sus canciones endulzar su alma. Esperar que tras las cortinas se perciba el encendido de la luz, esperar el movimiento de la cortina que con su desliz es la primera señal de que nuestro esfuerzo no fue en vano, que vamos por buen camino. Y si aparece el rostro de la novia en la ventana, ya tenemos la mitad de la batalla ganada. Allí permanecemos mientras se entonan las canciones a sabiendas de que si la novia sale a la calle a recibirnos, el malentendido quedó resuelto. Por lo menos hasta la siguiente metida de pata, y la otra serenata.

“Somos románticos los campechanos, nos gusta, independientemente de si somos mayores o adolescentes, cultivar la tradición de la serenata”, dice Dionisio Carrera Lizcano, artista de la guitarra del “requinto” y jefe del Trío San Juan de Campeche.

Son pasadas las diez de la noche, es viernes social. Estamos a unos pasos de las murallas, en el recién remodelado camellón de la avenida Circuito Baluartes, a unos pasos de la glorieta donde desde tiempos inmemorables se reúnen los tríos en espera de los amantes de la excelsa música de los trovadores.

“Nosotros somos artistas, conocedores de nuestro oficio y la gente nos busca. Todos los días somos disponibles para acudir al domicilio, o el lugar indicado por el cliente, y de seguro nos encuentra en este lugar de jueves a domingo. Llegamos a las diez y permanecemos hasta la una de la mañana esperando que nos contraten” dice Dionisio, segunda voz del trío, primera guitarra con su requinto.

La dulce armonía de las canciones románticas dependen no sólo del grado de oficio con que se hacen vibrar las cuerdas de la guitarra, sino cuántas voces, el tono de las mismas y el sonido de la guitarra requinto que pueden ir acompañada con otra que solemos llamar guitarra normal, con el trecillo, éste que tiene sus seis cuerdas agrupadas en tres hileras, una juntito a la otra.

En cuanto a las voces, los tríos se componen de tenores, siendo éste la voz más aguda de los cantantes que tiene varias subcategorías partiendo de las voces más ligeras y flexibles terminando en las que son capaces de sobresalir el tenor lírico-ligero, tenor lírico, tenor lírico-dramático y tenor dramático. En el otro extremo encontramos al bajo, y entre el tenor y el bajo encontramos dos categorías: el barítono, que es la más habitual de las voces masculinas y el más grave llamado bajo-barítono.

“Yo me incorporé al trío apenas hace tres años. En este tiempo se ha actualizado el repertorio, debemos respetar el gusto de la gente y entre los jóvenes muchos piden canciones de José José, de Luis Miguel, ya no se puede interpretar sólo a los clásicos de la música romántica, a Pedro Infante, a Lara, a Manzanero” dice Ricardo Ventura Acosta, primera voz y tercera guitarra, quien en sus ratos libres es odontólogo.

“Con mi legado estamos en las redes sociales, es una exigencia porque principalmente los jóvenes están pegados a sus smartphones, a sus computadoras. El mayor problema de los músicos es la difusión, darse a conocer. El hecho de que por tradición los tríos están en este lugar, saben dónde encontrarnos, pero por comodidad prefieren contratarnos a través de las redes. Hay que avanzar con la tecnología” sostiene.

Por mi natural ignorancia indago si durante el día llevan su música a las cantinas para completar el sustento diario, pero Dionisio me aclara que los tríos son otra categoría que allí van los músicos, ellos son artistas. El ambiente de los restaurantes familiares es más adecuado para nosotros. En las tardes recorremos algunos y siempre hay gente que escuchando el sonido de la guitarra nos contrata. El paquete, en caso de serenata, fiestas de cumpleaños, aniversarios consta de seis canciones, y las “Mañanitas” siempre están incluídas.

Por decencia no pregunto el costo, la propina se divide entre tres, hay gastos de traslado. Se vive decentemente, solo la fama hace pensar que todos los músicos son trasnochadores, bohemios. Sin embargo, “la música romántica no es el favorito de los parranderos, nosotros servimos a otros gustos” aclara Dionisio, pero añade que ayuda a imaginar la cantidad de desembolso que uno debe proporcionar que sólo en pocas ocasiones los llaman a dar una serenata, cantar en el aniversario de boda, en el cumpleaños de la mamá a una casa humilde. Ellos tienen que ingeniarse de dónde sacar el dinero, pero a usted por cortesía le vamos a enseñar cómo es nuestro arte.

Sólo que hay que esperar el tercer integrante, porque dos músicos como que no conforman un trío, y en eso aparece Bruno Ramírez, tercera voz y segunda guitarra. Para que Bruno se acostumbre a mi presencia les pido formarse para la foto, al pie de las murallas, teniendo como fondo la torre de la iglesia de San Juan.

Tocaremos El aniversario, dice Dionisio y espera que Bruno termine de afinar su guitarra requinto. Aprieta la tensión de una cuerda, afloja de otra hasta quedar como debe de ser. Dionisio da la señal y comienzan. Estamos en la mera calle, en un camellón, pero esto no los hace relajarse. Me fijo en la posición de los pies. Todos bien enderezados en una postura elegante. Los carros que pasan junto a nosotros disminuyen su velocidad, uno se para en la raya amarilla para disfrutar de la melodía.

La canción dura unos tres minutos, y en este corto tiempo la magia de la música te transforma, te sientes más equilibrado, más feliz. Hasta te imaginas ser gente buena. Aplausos llegan de la canina de la camioneta. Podría ser el cliente que los contrate para amenizar la fiesta familiar.

Bruno lleva 55 años tocando la guitarra. Comenta que el interés se le despertó cuando siendo chavillo de once años estaba armando en una carpintería los cuadros para las colmenas de las abejas. “Las cajas tenían una resonancia bonita, fue cuando me pregunté si con las cuerdas de la guitarra no sería más bonita. Aprendía rápido, toqué junto con los amigos del barrio. Le dimos serenata a las chiquillas más feas, las bonitas estaban ocupadas y había peligro de atraer el enojo de los novios. Así aprendí, en la calle”.

La juventud llevó a Bruno a conocer la península, con un circo yucateco recorrió por largo tiempo los caminos de terracería, llegó a muchas comunidades. “La paga era de cinco pesos diarios. Era buen dinero. Luego me lo subieron a siete, y cuando supieron que cantaba, también tenía mi espectáculo y mis diez pesos diarios” dice recordando sus años mozos.

Cerca de las once de la noche llega otro artista, de otro trío. En total son cinco los que ofrecen sus servicios, pero hay días cuando no se presentan todos. “Si tuviste una presentación en algún evento oficial, es raro que quieras doblegar de noche. Y si no encuentras a nadie a medianoche no significa que se hayan asentado todos, es más probable que la demanda, la vendimia sea buena, que estamos alegrando los corazones en algún lugar” señala Dionisio. Su mirada se fija en un coche que se está acercando.

Debe sentir la cercanía de la presa, del cliente. Es hora de marcharme.

[i]Campeche, Campeche[/i]















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