de

del

Paco Ignacio Taibo II
La Jornada Maya

Miércoles 5 de abril, 2017


1)Una extraña nota entre los cuadernos que la dictadura secuestró poco antes de tu muerte, dice: ”Me llaman Rodolfo Walsh, cuando chico ese nombre no terminaba de convencerme, pensaba que no me serviría por ejemplo para ser presidente de la República.”

2)En la parte de atrás, clavada con chinchetas al librero donde el narrador trabaja en la ciudad de México está la foto de un hombre de 40 o 50 años, con una anunciada calva y lentes muy gruesos, que mira hacia el suelo; cuando hago una pausa para fumar giro la cabeza y pregunto: “¿Voy bien compadre?”. Uno crea rutinas cuasi franciscanas para sobrevivir a la ciudad de México y a lo que Brecht llamaba “los tiempos oscuros”. Hablar contigo, Rodolfo Walsh, es conversar con uno de nuestros santos laicos. Normalmente no contestas, tienes tantas dudas como yo. Inventaste para nosotros el nuevo periodismo en Latinoamérica, la posibilidad de aproximarse al día a día de la información con armas que pediste prestadas a la narrativa literaria, pero sin apartarte ni un centímetro de la investigación profunda. Curiosamente ninguna de las visitas te reconoce; de vez en cuando me preguntan si es una foto rara de Woody Allen o se trata de un muy conocido periodista mexicano de televisión. La pregunta me da eternamente pretexto para contar esta historia.

3)Un erudito llama al pueblo en el que naciste “Espantajo de cáscaras de árbol”, Rodolfo, traduces de la lengua indígena y le atribuyes al lugar el menos prosaico nombre original de “Corazón de palo”, ambos parecen hacer justicia; se trata de Choele Choel, a casi mil kilómetros al sur oeste de Buenos Aires, en la provincia de Río Negro. Rodolfo le echa la culpa al nombre de su pueblo el que varias mujeres le digan que tiene el corazón de madera.

Rodolfo Walsh Gill, naces el 9 de enero del 27, lo que será significativo es tu origen irlandés y la compañía permanente de la pobreza, que el paso de los años se volverá la económica angustia de la clase media para llegar a fin de mes.

Hablarás poco de tu padre, que muere durante tu adolescencia; dirás que “hablaba con los caballos, pero uno de ellos lo mató”.

Bajo la custodia de tu abuela, ingresas en un internado irlandés para huérfanos y pobres, con maestras y monjas que practicaban con sus alumnos la hambruna y el castigo corporal con reglas, varas y golpes. Al menos, la experiencia te deja un profundo conocimiento del inglés y la solidaridad de y con los reprimidos. De todo se aprende, porque esos años extremadamente duros se volverán uno de los materiales más ricos de tu literatura.

4) Comentarás años más tarde varios de tus empleos: “El más espectacular: limpiador de ventanas. El más humillante: limpiador de copas. El más burgués: comerciante de antigüedades. El más secreto: criptógrafo en Cuba”.

5) En 1944, cuenta tu hija Patricia, comienzas a trabajar en todos los oficios de la industria editorial, como corrector de galeras, de estilo, traductor y antologuista para la editorial Hachette, y ya en 1951 ingresas en el oficio del periodismo en revistas populares.

6) Walsh: “Mi primer libro fueron tres novelas cortas (en un solo volumen: Variaciones en rojo, La aventura de las pruebas de imprenta, Asesinato a distancia) y en el género policial del que hoy abomino. Lo hice en un mes sin pensar en la literatura aunque si en la diversión y el dinero”.

Es el año 1953. Las tres novelas policiacas, que aunque a García Márquez le parecen “deslumbrantes” a este fanático lector de la serie negra piensa que son simplemente menores; más en la lógica del policiaco “enigma”, de la colección del Séptimo circulo que había dirigido Borges, que de sus propias traducciones de los grandes del género negro: Chandler y McCoy.

7) Traduces, prologas, editas, pero no creas. No te sientes a la altura. ¿A la altura de qué? ¿De la literatura que traduces y te gusta? ¿De la que se debería estar escribiendo en América latina? Escribirás: “Me callé tres años, no me consideraba a la altura de nadie”.

8) Siguen los cuentos del comisario Laurenzi, una evolución del policiaco clásico, están escritos entre noviembre del 56 y septiembre del 61 y publicados en revistas. Entre 1951 y 1961 escribes además otros cuentos policiacos recopilados en “Cuentos para tahúres.” No les tienes demasiado cariño, pero hay en ellos una búsqueda de la realidad. ¿La realidad es el barrio? ¿Es el lenguaje? ¿Es la marginalidad?

Escribirás: “La literatura es entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez”.

9) Y de repente:

Vives en La Plata, frecuentas un club de ajedrez. Alguien te sopla en el oído una enigmática frase: “uno de los fusilados está vivo”. ¿De qué fusilados habla? Hace seis meses se había producido un levantamiento peronista protagonizado por el general Valle, que había sido ferozmente eliminado. En las acciones represivas fueron detenidos en una casa una docena de personas, varios ni siquiera son militantes peronistas y serán llevados a los basureros de José León Suárez en las afueras de Buenos Aires donde los fusilan a las 11:30 de la noche.

Estamos en diciembre del 56, un día caluroso, y comienzas una investigación que te lleva hasta Juan Carlos Livraga. “No sé qué es lo que consigue atraerme en esa historia difusa, lejana, erizada de improbabilidades”. Tienes una gran entrevista, pero avanzas y en la investigación descubres que cinco detenidos fueron asesinados, algunos de ellos rematados tras el fusilamiento, pero que sorprendentemente siete sobrevivieron, algunos con graves lesiones. Pero además encuentras que el fusilamiento se hace amparado en una ley marcial que será promulgada casi dos horas más tarde. Se trata de un asesinato, un crimen de estado.

“Me sentí indignado.” Reconstruyes, trazas retratos de los muertos, del supuesto juicio, de las investigaciones; rastreas a los testigos sobrevivientes; profundidad, el detalle hasta la minucia. La historia tiene en la columna vertebral, como siempre, personas, no sólo protagonistas. “Estás lejos de ser peronista”, recuerda Eduardo Jozami, pero estás atrapado, como siempre, por las causas de los inocentes.

Tienes un gran reportaje entre las manos, pero “la paseo por todo Buenos Aires y nadie me la quiere publicar”. Finalmente aparecen varios artículos en un diario y en la revista Mayoría.

Te ves forzado a la clandestinidad, algunos de tus informantes son detenidos y torturados. En 1957 sale el libro, Operación Masacre. En la reedición del 64, que es la que conocemos en América Latina, aprietas el texto, la haces un poco menos literaria, que los hechos hablen, pero no renuncias a usar los recursos, que no la esencia, de la ficción. Añades un prólogo donde das noticia de cómo se escribió.

El libro es un éxito, luego se recordará que precedió en dos años a A sangre fría de Truman Capote.

10) En el 58 encontrarás un nuevo tema que será publicada en la revista Mayoría donde cuentas la historia del asesinato del abogado Marcos Satanowsky y la complicidad de los servicios secretos policiales en la investigación, ocultando los intentos de controlar el diario La Razón. Una edición pirata (Crimen Satanowski, Editorial Verdad) circula ese mismo año, pero no será hasta el año 73 cuando la retomes y reescribas bajo la forma de un libro, El caso Satanowsky.

Has encontrado un camino, pero no lo recorres.

11) Al calor de la revolución cubana, vas a dar a La Habana, donde te integras al equipo de investigaciones especiales de la recién formada agencia Prensa Latina impulsada por el Che y dirigida por el periodista argentino Jorge Ricardo Masetti, que había sido uno de los primeros narradores de la guerrilla en la sierra. Te acompañan García Márquez, García Lupo y de vez en cuando Roque Dalton que se da una vuelta por la redacción.

12) ¿Estarán tomadas en Cuba? En la revista Maíz hay dos fotos ilustrando un artículo de Ricardo Piglia, que te muestran en cuclillas dentro del mar. ¿Tu reflejo en el agua? Traje de baño, lentes, la incipiente calva. Se observa atentamente los pies en el océano, no pueden ser pescaditos. ¿Tu borrosa imagen?

13) García Márquez cuenta: “Aquella noche, como casi siempre en La Habana, llevaba un pantalón de paño muy oscuro y una camisa blanca, sin corbata, con las mangas enrolladas hasta los codos. Masetti me preguntó: «¿De qué tiene cara Rodolfo?». No tuve que pensar la respuesta porque era demasiado evidente. «De pastor protestante», contesté. Masetti replicó radiante: «Exacto, pero de pastor protestante que vende biblias en Guatemala».

El objetivo era armar una operación periodística, pero también desarrollar un trabajo de espionaje en aquel año 61, que sin miedo al adjetivo podríamos llamar convulsionado, para tratar de infiltrarse en la zona en la que como hormigas saliendo de un alborotado hormiguero se estaba montando con el apoyo del gobierno guatemalteco, una invasión a la Cuba rebelde organizada por la CIA y apoyándose en el exilio cubano, lo que se llamaría Bahía de Cochinos.

Finalmente tu viaje no se llevó a cabo, no por faltas de ganas, porque te atraía la idea de pasar a la acción, ser otro durante un tiempo. En cambio, la entrada en los teletipos de Prensa Latina de un cable de la agencia Tropicable te envió a otra historia.

El ajedrez te había llevado hasta los asesinados en Operación Masacre y la mentalidad de ajedrecista te llevó a los crucigramas y la criptografía y el periodismo te llevó a tratar de descifrar aquel mensaje en clave.

Miguel Bonasso me contó la historia, que luego se volvió un artículo en las páginas negras de la revista Siempre. Tomaste la clave, te diste una vuelta por las librerías de usado de La Habana vieja y con la ayuda de un par de viejos manuales de Criptografía te encerraste con el texto para llegar triunfante poco después con Masetti. Se trataba de un informe minucioso de un agente de la CIA con base en la embajada de Estados Unidos en Guatemala, sobre la preparación de los campos de entrenamiento de la hacienda de Retalhuleu, un antiguo cafetal en el norte del país, de la brigada invasora.

14) El narrador, que peca de puritano, se sorprende. Te veía como un irlandés criollo, ex católico y severo; pero hay varias entradas de tus diarios y notas para futuras escrituras sobre las prostitutas. “No hay putas como las de La Habana, el último esplendor de un mundo que se cae”.

15) A veces los que no escriben piensan que la literatura se cocina en el aislamiento y no es del todo verdad. Se cocina en el calor de la vida. Generalmente en darle vueltas y acumular las ideas para que se vuelvan palabras.

Gracias a la magia de youtube te escucho leer [i]Esa mujer,[/i] grabado en 1966. El mejor cuento de la literatura argentina según muchos, de la latinoamericana, según otros, entre los en la que me incluyo. Narra la historia, a través de un diálogo entre un periodista y el coronel del ejército que secuestró el cadáver de Evita. Las banalidades, las acotaciones precisas, la oblicuidad de la busca de la confesión, la estructura teatral que no lo es. Brillante. Habías empezado a escribir el cuento en el 61 y lo terminaste en el 64.

16) En el camino de retorno desde Cuba hacia la Argentina, pasas por Madrid y llegas hasta la residencia en el exilio del general Juan Domingo Perón, en el barrio de Puerta de Hierro. No hay mayores registros de esa conversación, si la hubo. No eres peronista, nunca lo has sido, pero tienes una enorme afinidad con el pueblo peronista, en particular con la resistencia obrera.

Entre las notas variadas que irás dejando, que la futura dictadura secuestrará en los registros de la casa del Tigre y que serán rescatadas milagrosamente al paso de los años de la ESMA, quizá lo más importante, sea el borrador (en seis tratamientos diferentes) (¿De dónde sale esa insatisfacción permanente con lo que escribes?) de un cuento que habría de llamarse “Ese hombre”. Los ecos de “Esa mujer” son obvios. Se trata de una conversación entre un personaje que llamas un “izquierdista abstracto” y Juan Domingo en su exilio madrileño, que nunca es mencionado por su nombre. Lo fascinante del cuento, que habías trabajado durante años, son las notas que escribiste para darle forma a su versión definitiva:

“Que el hombre no es ni puede ser lo que otros quisieran que fuera.”

“Aunque las cosas que el hombre diga sean conciliables con el sistema, él en contacto con el pueblo deja de serlo”.

“Que el hombre es un criollo viejo, ladino, cortés”.

“Que entre el hombre y el pueblo hay un secreto que él no conoce, y quizá el hombre tampoco”.

Es quizá el análisis más preciso de ese fenómeno tan incomprensible para muchos que es la Argentina del peronismo.

17) La infancia atormentada es un territorio habitual compartido con todos los lectores, es el único territorio común del que casi nadie puede escaparse. Desperdigados, entre 64 y 68 escribes 4 cuentos llamados “de los irlandeses”, que en rigor deberían llamarse de los “niños irlandeses” (“Irlandeses detrás de un gato”, “Los oficios terrestres”, “El 37” y “Un oscuro día de justicia”, probablemente el mejor) las vivencias del colegio-asilo retornan con una fuerza inmensa y un tremenda mezcla de rabia y dulzura. Se reparten en varios libros de cuentos, pero evidentemente se entrelazan para formar la columna vertebral de lo que sería una maravillosa novela.

18) Escribes, Rodolfo, en el 68: “Yo soy el primero a convencer de que la revolución es posible. Y esto es difícil en un momento de reflujo total, en que se me han acumulado catastróficamente el proyecto burgués (la novela) y el proyecto revolucionario (la política, el periódico, etc.)”.

19) Por la vía del sindicalista Raimundo Ongaro, al que conoces en España, llegarás al movimiento obrero en tu retorno a la Argentina del 69. Te vincularás con la corriente sindicalista más combativa, la CGT de los Argentinos, de raigambre peronista. Conduces su prensa. Colabora en el periódico uno de los más fascinantes pintores argentinos, Ricardo Carpani. En algún momento de su vida te retrata. Un rostro excesivamente duro, como siempre, su estética viene de la piedra. Con todo lo que me fascina Carpani, el cuadro no me gusta. En las fotos, pocas, que se conservan, sueles parecer un hombre triste, no sonríes, das la sensación de que eres el invitado que se equivocó de fiesta, ¿quizás timidez?, pero no dureza.

20) Escribes, escribirás: “He pensado cosas muy contradictorias según mis estados de ánimo”.

21) Y de nuevo, casi por sorpresa una nueva serie de reportajes que dan nacimiento a un nuevo libro: Se titulará ¿Quién mató a Rosendo? Has tardado 12 años en volver al periodismo narrativo. Cuentas la historia de una balacera en el barrio de Avellaneda en la que muere un dirigente sindical vinculado al oficialismo peronista pro patronal y dos sindicalistas de la resistencia. Los reportajes, al igual que en otras ocasiones se vuelven libro.

Escribes: “Vos estás en realidad compitiendo con esos tipitos a ver quien hace mejor el dibujito cuando en realidad te importa un carajo (…) hasta que te das cuenta que tienes un arma, la máquina de escribir. Según como la manejás es un abanico o es una pistola y podés utilizar la máquina de escribir para producir resultados tangibles y no me refiero a los resultados espectaculares como en el caso de ¿Quién mató a Rosendo?, porque es una cosa muy rara que nadie se la puede proponer como meta, ni yo me lo propuse”.

22) Escribes “Tengo que decir que soy marxista, un mal marxista porque leo muy poco”. ¿De verdad? Quieres decir que lees poco análisis social o economía marxista. Porque sigues leyendo literatura al ritmo de siempre.

Con esa obsesión de ponerle orden a la vida que parece no querer ordenarse, en 1970, anotas: “Hay que trabar para ganarse la vida. Hay que trabajar en política. Hay trabajar en literatura”.

El narrador de estas viñetas se desespera ante lo lentitud con la que vas armando tu obra literaria, ante el exceso de autocrítica que te paraliza, ante la revisión obsesiva de los textos. ¿Nadie te dicho que tienes dos enormes talentos?

23) Los hombres que no dudan son peligrosos para los demás.

Los que dudan en exceso corren el riesgo de paralizarse.

Pero a los que sus dudas obligan a actuar, esos son peligrosos para sí mismos.

24) Tu modelo no es el Che, inasible, distante, mítico. La imagen que viene del pasado y te empuja es la de Jorge Ricardo Masetti, el compañero, el periodista, transmutado en combatiente. Cuando en el 69 escribes el prólogo a la reedición de Los que luchan y los que mueren, el gran reportaje sobre la revolución cubana, escribes: “Más allá de la oportunidad del foco que llevó a la muerte a Massetti en el 64 preparando una guerrilla en Salta que podría ser el destino del Che (…) La honestidad de M., la coherencia consigo mismo, la fidelidad al precedente cubano, está fuera de la discusión.”

25) Escribirás: “La realidad no sólo es apasionante, es casi incontable”.

26) Te acercas a la guerrilla de las Fuerzas Armadas Peronistas en el año 70; ya estabas colaborando con ellas a través del sindicalismo combatiente. Al ingresar formas parte del equipo de inteligencia, detectas frecuencias radiales policiacas y las descifras, sigues colaborando en la prensa. La organización te mantiene en la retaguardia, eres muy conocido, no hay que exponerte, por más que quieres participar en las acciones armadas. En esos años se estrena la película “Operación Masacre.”

27) La leve apertura del gobierno de Campora (del 25 de mayo al 13 julio del 73), te permitirá volver a una apasionante experiencia periodística en el diario Noticias. Desde abril te has incorporado a otra organización armada, Montoneros, donde formas parte de la estructura de prensa y luego de los departamentos de inteligencia.

28) Seguirá el gobierno de Isabelita, con López Rega, la triple A, la clandestinidad, el inicio de la masacre.

Me encuentro con Osvaldo Bayer, el sobreviviente magnífico, historiador libertario, obsesivo documentalista.

- ¿Tienes una carpeta sobre Rodolfo Walsh?- le pregunto. La saca de un estante del que se caen algunos libros. Dice: “Nos vimos por última vez en la 9 de Julio y Corrientes:

- Tenés que irte.

- Mirá quién habla

“Estábamos hablando como si fuera la última vez. Era el mejor de todos de nuestra generación, qué velocidad para comprender los hechos.”

29) En esos años, escribes: “Hay que pensar frente al espejo para saber quién está pensando”.

30) En el 75 tienes un choque con Firmenich y la dirección de Montoneros. Estás convencido de que pecan de optimistas. Dices: «esta batalla está perdida», propones el repliegue.

31) Escribes: “La historia parece propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.

32) El 24 de marzo del 76 llega la dictadura militar. Creas Ancla, una agencia informativa clandestina que trata de romper, arrojando información en buzones de diarios, haciendo que sus notas a lleguen a los periodistas extranjeros. “Derrote al terror, haga circular la información.”

33) En el 76 las noticias continuas de detenciones, asesinatos, desaparecidos, torturados, te rodean. Dos casos te afectarán particularmente: en junio la muerte de Paco Urondo y en septiembre la de tu hija, también combatiente.

Escribes: “Querida Vicki. La noticia de tu muerte me llegó hoy a las tres de la tarde. Estábamos en reunión... cuando empeza­ron a transmitir el comunicado. Escuché tu nombre, mal pro­nunciado, y tardé un segundo en asimilarlo. Maquinalmente empecé a santiguarme como cuando era chico. No terminé ese gesto. El mundo estuvo parado ese segundo. Después les dije a Mariana y a Pablo: "Era mi hija". Suspendí la reunión.

“Estoy aturdido. Muchas veces lo temía. Pensaba que era ex­cesiva suerte, no ser golpeado, cuando tantos otros son gol­peados. Sí, tuve miedo por vos, como vos tuviste miedo por mí, aunque no lo decíamos. Ahora el miedo es aflicción. Sé muy bien por qué cosas has vivido, combatido. Estoy orgullo­so de esas cosas. Me quisiste, te quise. El día que te mataron cumpliste 26 años. Los últimos fueron muy duros para vos. Me gustaría verte sonreír una vez más. No podré despedirme, vos sabes por qué. Nosotros mori­mos perseguidos, en la oscuridad.”

34) Cuando sales de la casa en que estás viviendo en la clandestinidad te despides de Lilia Ferreyra, que en una larga entrevista cuenta: “La última imagen de él que tengo: iba disfrazado de jubilado, un sombrero de paja; se da vuelta y levanta la mano: No te olvides de sembrar las lechugas. Es lo último que le dije, se rió y despareció para siempre.

Es el 25 de marzo del 77. Hace poco has escrito la “Carta abierta de un escritor a la Junta militar” que has firmado con tu nombre y denuncia con gran precisión el terrorismo de estado. La carta te va a convertir en el hombre más buscado por policías y militares

Traes una walter PPK en la cintura, calibre 22. Dejará unas cartas en un buzón y vas por Entre Ríos hacia la avenida San Juan. Los movimientos en torno tuyo te hacen adivinar que la cita ha sido soplada a los asesinos del grupo de tareas de la ESMA. Intentas correr, te cercan, sacas la pequeña pistola y abres fuego, una ráfaga de ametralladora te corta en dos.

Tu cuerpo será arrojado en una mesa de una de las oficinas de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada.

35) Osvaldo Bayer escribirá: “Vos, sin títulos, sin premios. Es que marcaste a fuego, sin proponértelo, al resto de los intelectuales argentinos. Los hubo quienes se sentaron a la diestra del dictador a la mesa servida del triunfo de la picana y hubo otros que no oyeron ni vieron ni hablaron cuando los balazos te fueron llevando la vida. Habrás sonreído cuando leíste la nómina de intelectuales que ahora adhieren a tu recuerdo. Los que te negaron al tercer canto del gallo hoy se apresuran a aplaudirte. ¿Y qué dirán aquellos científicos de las letras, faraones y mandarines de cátedras e institutos que te calificaron esteta de la muerte? Hoy se apresuran a poner tus libros en las vitrinas oficiales (…) Te arrojaron vivo al mar, te enterraron como NN, te quemaron en una pira. Y aquí estás, en medio de Buenos Aires. Tan rápido la historia puso las cosas en su lugar”.

36) Qué mejor homenaje para un escritor popular que tu nombre hoy lo lleve una estación de metro. Recorro bajo la lluvia la ciudad. Llueve en Buenos Aires, llueve de manera torrencial y tengo la suerte de que la lluvia oculte para las cámaras de televisión, que traigo una ganas locas de llorar mientras toco con la punta de los dedos tu nombre inscrito en la inmensa pared que registra a los asesinados por la dictadura.



Nota: Para la elaboración de estas viñetas se usaron: Rodolfo Walsh: “Operación Masacre” (Brigada para Leer en Libertad); “¿Quién mató a Rosendo?” (La Flor); Los cuentos del comisario Laurenzi recopilados en “La máquina de matar” (Clarín/Aguilar); “Ese hombre y otros papeles personales” (La Flor); “Obra literaria completa” (Siglo XXI); “Caso Satanowsky” (La Flor); “Cuentos para tahúres y otros relatos policiales” (La Flor); Entrevistas con Eduardo Jozami, Patricia Walsh, Osvaldo Bayer, Lilia Ferreyra.

La página web “Investigaciones Rodolfo Walsh”; Miguel Bonasso: “Rodolfo Walsh y el espionaje popular” (una separata de la revista Moncada). “Operación Walsh” (Maiz abril 2014); “Rodolfo Walsh a 30 años” (Oficios terrestres, num especial 2007); “Los nuestros, Rodolfo Walsh, el jefe” (producción de Ánima Films); Daniel Argüello: “La casa del tigre”; Eleonora Betranpu: “ “Rodolfo Walsh” (Leviatán); Joaquín Fernández: “Rodolfo Walsh” (Lea); Ana María Amar: “El relato de los Hechos” (La Flor); Roberto Baschetti: “Rodolfo Walsh vivo” (La Flor); Eduardo Jozami: “Rodolfo Walsh. La palabra y la acción” (Edhasa); Enrique Arrosagaray: “Rodolfo Walsh en Cuba” (Gobierno Bolivariano de Venezuela) y “Rodolfo Walsh. De dramaturgo a guerrillero” (Catálogos); Michel McCaughan: “True Crimes. Rodolfo Walsh”(LAB); Hugo Montero- Ignacio Portela: “Rodolfo Walsh. Los años montoneros” (Ediciones Continente); Osvaldo Bayer: “Carta a Rodolfo Walsh”.


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