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del

Enrique Martín Briceño
Foto: Tomada de la web
La Jornada Maya

Lunes 10 de abril, 2017

Durante la pasada Filey moderé una mesa redonda sobre los proyectos editoriales de la Escuela Superior de Artes de Yucatán. Al final de la misma se obsequió a los concurrentes con algunos ejemplares del CD A [i]Palmerín y otras canciones yucatecas[/i], producido por la ESAY en 2007, para lo cual les pedí que dieran el título de alguna canción de aquel compositor. Para mi sorpresa, nadie, entre los 30 asistentes, respondió hasta que no recordé que una famosa canción de Palmerín había inmortalizado los amores de Felipe Carrillo Puerto y Alma Reed. Y solamente una señora mayor atinó luego a mencionar [i]Las golondrinas yucatecas[/i].

Podría pensarse que el autor de [i]Peregrina[/i] –una de las mayores figuras de la canción mexicana– es tan conocido como Juan Gabriel o Manzanero, por lo menos en Yucatán. Sin embargo, la anécdota anterior nos muestra que no lo es tanto y que hay mucho por hacer para que la trova yucateca, declarada Patrimonio Cultural del Estado por el Congreso local el año pasado, sea efectivamente hecha suya por quienes, según el discurso público, la deberían considerar propia y distintiva.

Cabe, pues, recordar que este 3 de abril se cumplieron 130 años del nacimiento de Ricardo Palmerín en Tekax, y que su trayectoria, con las de Guty Cárdenas y Pepe Domínguez, ilumina la llamada época de oro de la canción yucateca. Su carrera como compositor comenzó hacia 1919, después de participar con su grupo en la despedida que se dio en el antiguo local del Congreso al dueto colombiano de Wills y Escobar. Prendado de los bambucos que estos trajeron en su repertorio, creó [i]El rosal enfermo[/i] (Lázaro Sánchez Pinto), [i]A mi novia[/i] (José Esquivel Pren) y [i]Novia envidiada[/i] (Roberto Sarlat Corrales), entre muchos otros títulos que hicieron arraigar en la región el género andino, así como danzas imperecederas como [i]Peregrina[/i], [i]Las golondrinas[/i] y [i]Mi tierra[/i] (las tres con versos de Luis Rosado Vega). Integró diversos conjuntos, con los cuales realizó grabaciones y difundió las canciones yucatecas en la capital del país, donde falleció en 1944.

A 130 años de su nacimiento, no nos cabe duda de la estatura artística de Palmerín y de su condición de clásico de nuestra canción. Por lo menos una docena de sus canciones figura en el repertorio de los trovadores locales y son muchas las que han sido objeto de arreglos y grabaciones. De su célebre [i]Peregrina[/i] hay versiones para voz y piano, coro, piano solo, guitarra sola, cuarteto de cuerdas y orquesta sinfónica, y mientras que en las vaquerías yucatecas la canción dedicada a Alma Reed se baila como jarana, en antros de Mérida se baila como cumbia en la versión de Emiliano Buenfil y La Chan Cil Tropical.

No obstante, hay decenas de canciones de Palmerín que se cantan poco o de plano han sido olvidadas. Por ello, es necesario hacer algo más para que se conozcan mejor su vida y su legado:

–Hace falta una biografía del compositor tekaxeño. Ignoramos casi todo de su infancia y juventud (el libro [i]Tekax, cuna e inspiración de Ricardo Palmerín[/i] de Miguel Civeira Taboada en realidad no aporta muchos datos) y sobre su vida profesional es aún mucho lo que está por averiguarse.

–Debemos al autor de [i]Semejanzas[/i] un cancionero como los que hicimos en el Centro de Investigación Musical Gerónimo Baqueiro Fóster dedicados a Pastor Cervera, Guty Cárdenas y Chan Cil. Ya estamos en esa tarea, que arrojará nueva luz sobre la vida y la obra del compositor y difundirá, en partituras para voz y piano, una parte significativa de su legado.

–Está por hacerse una comparación sistemática entre los bambucos de Palmerín y los de autores colombianos de su tiempo. Ello permitiría identificar semejanzas y diferencias entre el bambuco yucateco y el que trajeron a la península los duetos de Pelón y Marín y Wills y Escobar.

–Es necesario reunir en un disco, con toda la documentación del caso, las grabaciones históricas de las canciones de Palmerín. Algo así fue hecho para su centenario (1987) con apoyo del Banco del Atlántico. Ojalá hubiera hoy otros banqueros o empresarios que financien proyectos similares.

–En general, es aplicable a Palmerín lo que he sugerido para todos nuestros compositores: debe estar más presente en los medios electrónicos, hay que hacer nuevas versiones de sus canciones (tanto de concierto como populares), debe enseñarse en las escuelas…

Además, el ejemplo de Ricardo Palmerín –que fue trovador toda su vida y murió en la pobreza– debe hacernos recordar que los trovadores son depositarios de esa herencia declarada recientemente Patrimonio Cultural del Estado, y que el Estado tendría que hacer algo para mejorar sus condiciones de vida. En ese sentido, habría que otorgar apoyos periódicos por lo menos a los trovadores de mayor edad (mediante un mecanismo semejante al Sistema Nacional de Creadores) para aumentar sus ingresos y fomentar la transmisión de sus saberes. No es una idea nueva y actualmente la Unesco la está promoviendo entre sus países miembros mediante el programa Tesoros Humanos Vivos. Asimismo, en momentos en que la demanda de sus servicios está disminuyendo, puede subsidiarse su labor de distintas maneras, a fin de que se preserve un oficio que es mucho más que un producto turístico.

[i]Mérida, Yucatán[/i]

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