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Juan A Xacur M
Foto: AFP / Stan Honda
La Jornada Maya

Miércoles 12 de abril, 2017


El café, bebida aromática, sabrosa, excitante y que, tomado en compañía, parece seguir un ritual en torno al cual se tejen historias, se inician amores, se mantienen conversaciones ya sean de negocios o política y, por supuesto, se intercambian chismes, tiene de sí una larga y apasionante historia que contar.

En torno a su origen abisinio (Etiopía) existen varias leyendas. Una cuenta que un pastor llamado Kahlib perdió a sus ovejas en una montaña y las encontró bailando muy excitadas y comiendo unos frutos rojiverdes. Kahlib comió de ellos y sintió los mismos efectos; corrió a dar noticia de su descubrimiento a un monasterio cercano, en donde los monjes probaron las semillas y las notaron demasiado duras para comer. Entonces las cocieron, molieron e hirvieron en agua. Así nació una nueva bebida. Otra, de origen musulmán, cuenta que Mahoma recibió el café de manos del arcángel Gabriel.

De Abisinia pasó a Yemen, en donde fue bautizado con el nombre de qahwa, de ahí a Arabia y luego a Turquía, en donde recibió el nombre de kahfe.

A principios del siglo XVII, la curia romana presentó al papa Clemente VIII una taza de café con la petición de que lo prohibiera porque era un licor pagano, inventado por el diablo y difundido por los musulmanes; el Papa lo probó y dijo: “Esta bebida de Satanás es tan deliciosa que sería una lástima dejar a los infieles la exclusiva de su uso. Vamos a chasquear a Satanás bautizándola y así haremos de ella una bebida auténticamente cristiana.”

A Inglaterra llegó en manos de un judío-libanés llamado Jacob, quien abrió en Oxford el primer café público hacia 1650. Mr. Edwards, un comerciante londinense, se asoció con el griego Pasqua Rosée e instaló en Londres otro. Pronto tuvo muchos imitadores que atraían a marineros, puritanos, burgueses y otros núcleos importantes de la población. Entre los nuevos propietarios de cafés, se encontraba Edward Lloyd, quien acostumbraba poner en la salida de su local una pizarra con el horario de salida y llegada de los barcos, lo que atrajo a los aseguradores y ahí nació la hasta hoy afamada aseguradora Lloyd’s, de Londres.

En 1683, a las puertas de Viena, en Austria, fueron derrotados los turcos. Al huir abandonaron sus provisiones, entre ellas varios sacos de café. Franz George Kolschitzky, de origen polaco, conocía la costumbre turca de su preparación, por lo que reclamó los sacos para así para abrir el primer establecimiento cafetero de la ciudad. De la celebración de este triunfo, los panaderos vieneses hicieron un pan con forma de media luna (símbolo turco) y que ha dado la vuelta el mundo como croissants, conocidos en nuestro país como “cuernitos”.

El café llegó a París por Soliman Aga, embajador turco en 1690, quien lo servía en las recepciones haciendo a los parisinos aficionados a esta bebida; tanto que en 1672 un armenio de nombre Pascal abrió el primer establecimiento que servía café en la Ciudad Luz.

El té llegó a Inglaterra con la conquista de Hong Kong. La afición se debe a un arranque nacionalista empresarial, ya que el té era manejado por compañías inglesas, en cambio el café por extranjeras.

Holanda y Francia introdujeron el café al continente americano y se hizo muy popular en Estados Unidos a partir del impuesto al té, que dio lugar a la revuelta de Boston y más tarde a su independencia de Inglaterra.

En México, los hermanos Sanborn instalaron la primera cafetería en la famosa casa de los azulejos. En Quintana Roo, el café hizo su aparición en las provisiones del ejército porfirista que vino a terminar con la Guerra de Castas, a bordo del Pontón del mismo nombre.

Tras el huracán Janet, doña Josefina Musa abrió el restaurante Caribe, cerca de la explanada de la Bandera. No fue sino hasta 1965 en que se estableció la primera cafetería propiamente dicha en Chetumal, el famoso Café Quintal, que estuvo ubicado en los portales de la 22 de Enero a un costado del Palacio de Gobierno. Después apareció el restaurante Hadad, que funcionó en la esquina de la avenida Héroes con Othón P. Blanco; en la década de los ochenta, en la acera del hotel Del Prado, se colocaron mesas y sillas donde los transeúntes hacían un alto en su camino para disfrutar de una taza de café. Posteriormente se abrió la cafetería Los Milagros, en el edificio Constituyentes del ’74, y lugar de reunión matutina de varios empresarios de la capital. Hace ocho años, la franquicia Italian Coffee Company abrió sus puertas en la Plaza de las Américas, y más tarde otra de la misma empresa en el Boulevard Bahía.

Sobreviven en la actualidad Los Milagros, Galería de Arte, Arcadas, Portales, Charlotte y los Italian Coffee Company.

[i]Chetumal, Quintana Roo[/i]
[b][email protected][/b]


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