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Tabacón B. Linus
Foto: Ap
La Jornada Maya

Lunes 17 de abril, 2017

Ahí vienen los robots y lo van a cambiar todo. Cuando pensamos en robots incorporándose a la industria, casi siempre pensamos que quienes perderán sus empleos son los trabajadores menos calificados. Tenemos la convicción casi instintiva que quienes quedarán desempleados serán los trabajadores del primer mundo con poca educación, pensamos que los trabajadores de los países en desarrollo -como el nuestro- están seguros mientras sean mano de obra barata. Así han sido las cosas con la incorporación de nuevas tecnologías, y pensamos que ésta no será sino una nueva repetición. Sin embargo, en esta ocasión los robots vienen por todo.

En cuestión de años, cientos de miles perderán sus empleos en la industria del transporte de carga, frente a una tecnología que no es ficción, ya está bajo desarrollo. En el área médica, las enfermeras ya saben que es prioridad desarrollar robots que se encarguen del cuidado de pacientes crónicos o seniles, es cosa de años, unos cuantos. En la industria automotriz, ni se diga. En el diseño industrial se pierden más empleos frente a robots, que frente a la migración laboral.

Vamos, hasta entre las firmas legales los robots están desplazando abogados; sí abogados. Programas de inteligencia artificial ya redactan contratos básicos, testamentos, acuerdos de renta, realizan gestiones judiciales mínimas por Internet, llenan formatos.

En los mejores hospitales, los diagnósticos cada vez más tienden a hacerse mediante el uso de súper computadoras que analizan al paciente de forma integral, utilizando los resultados de laboratorio y una gigantesca base de datos. Los doctores se vuelven meros complementos de un diagnóstico. No es broma, en los hospitales privados de México ya hay algunos ejemplos, y en el primer mundo empieza a surgir como práctica integral.

El pago de impuestos es cada vez más un tema de [i]Apps[/i] o de la propia autoridad hacendaria haciendo el trabajo con sus bases de datos. Hoy en México los contribuyentes recibimos nuestras declaraciones casi hechas. Además, la mayoría de la contabilidad tradicional empieza a realizarse por robots y sus programas de software. En la ganadería, especialmente en la industria lechera y avícola, los avances van en el mismo sentido.

En los servicios de traducción, los resultados ya son devastadores. Cada vez son más frecuentes los servicios de software, no solo para traducir textos, sino también diálogos. Uno puede viajar a Japón o China y hacerse entender perfectamente con una aplicación de Google. Lo digo por experiencia propia.

Los datos son abrumadores, según el Banco Mundial, en el mundo desarrollado dos terceras partes de los empleos que actualmente existen son susceptibles de reemplazo por robots o programas de inteligencia artificial en los próximos 20 años. Ése es el futuro que nos espera.

El reto es enorme, y si pensamos que la solución es que nuestros hijos o los jóvenes aprendan a programar, aprendan los nuevos códigos de computadora, siento decirles que cada vez más los nuevos códigos los escriben las propias computadoras, los corrigen las computadoras y ellas mismas generan las evoluciones lógicas.

Pareciera que la creatividad y el arte, por el momento y por lo menos, están a salvo de ese asalto de los robots y la automatización. Sin embargo, la gran pregunta es cómo será ese mundo donde probablemente el trabajo perderá sentido como la actividad dominante de la humanidad, como la actividad que nos da identidad.

Sin trabajo para progresar social y económicamente, ¿cómo se redistribuirá la riqueza? ¿Cómo se ganará cada quién el pan de cada día? ¿Iremos hacia la polarización social aún más extrema o vendrá la utopía que John Maynard Keynes pensó? Una utopía de humanos que trabajan unas cuantas horas y gozan de su tiempo libre por la mayor parte de su vida.

No son preguntas ociosas, son preguntas para hacernos en estos días supuestamente ideales para la reflexión espiritual. Son los días que vienen y debemos pensar qué haremos como sociedad y como país, y sobre todo, qué haremos como padres, como seres humanos para encontrar nuestro lugar en esa sociedad que puede traer la utopía de bienestar soñada, o la pesadilla de la injusticia y el desempleo llevada a extremos inimaginables. ¿Será un mundo para todos o para unos pocos? A nosotros nos tocará verlo.

[i]Mérida, Yucatán[/i]

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