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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Raúl Angulo Hernández
La Jornada Maya

Lunes 24 de abril, 2017

Mérida está perdiendo la cabeza, o al menos los diputados del PRI y los priístas están intentando que perdamos la cordura y que creamos que un genio del mal, con marro y pico, recorre la ciudad rompiendo las impecables avenidas y calles de la capital yucateca. El bulo, que pretende hacernos creer que las calles y parques de Mérida están convirtiendo en añicos como las calles de Alepo o Bagdad tras la caída de Saddam Hussein, es una intentona política fallida para recuperar la ciudad, por parte de viejos y nuevos partidos.

La burda propaganda política de estos días, inspirada en la campaña de mentiras y [i]fake news[/i] que llevó a Donald Trump al poder, es aplicada en Mérida, quizá con la idea de que los ciudadanos confundirán las normales y entendibles molestias por la construcción de nuevas calles, con un bombardeo de misiles [i]tomahawk[/i]. O que la insania mental se apoderará de nosotros y que logrará hacernos creer que al diputado [i]Panchito[/i] Torres le interesan mucho las grietas de las banquetas de Mérida.

Pero eso sí. Por ningún lado vemos una alternativa de modelo urbano para Mérida, por parte de esa oposición que cuando tuvo en sus manos la ciudad, ni siquiera fue capaz de tapar con eficiencia los miles y miles de baches de las calles meridanas, con asfalto de 20 años, en promedio.

Pero como campaña política, confunde bien, enloda y enloquece más, al menos eso piensan. Destrozan calles, dicen, cuando todos sabemos que las calles de Mérida, jorobadas y deformes, con baches y parches desde hace décadas, necesitaban ser reasfaltadas hace tiempo. Eso, por no hablar de sus banquetas, la mayoría intransitables sin riesgo de romperse algo al caminar por ellas o de los cruceros de la ciudad, convertidos en tiro al blanco contra los peatones.

Claro, quizá se podrá criticar la logística; tal vez, la falta de cooperación de la Secretaría de Seguridad Pública con el Ayuntamiento para aminorar el difícilmente evitable caos vial de una ciudad saturada de autos, porque el transporte público simplemente pertenece a la era del pleistoceno, mientras que la autoridad estatal, la primera obligada a "meterle mano", ha permitido que se convierta en un cáncer ya casi imposible de extirpar.

El otro ingrediente que no podía faltar son los editoriales sesudos de expertas y expertos, redimidos puntualmente en cada proceso electoral con títulos ampulosos y exaltados que invocan el fin del mundo: los cuatro jinetes del apocalipsis o el retorno del Jedi a Palacio Municipal.

Ya se sabe, vivir por unos meses en Europa y EU, eleva a nivel de mesías a algunas y algunos en un tema en el que se pretende descubrir el hilo negro. Sin embargo, ya se sabe de sobra, que hay que frenar el crecimiento de la mancha urbana algo que el nuevo PDU (Plan de Desarrollo Urbano), recientemente aprobado en Cabildo, buscaría detener incentivando el crecimiento dentro del periférico. También que hay que reforestar la ciudad, convertida en una plancha de asfalto o que hay que modificar la movilidad urbana basada en el auto privado. Por no hablar del tránsito a energías renovables y el combate al cambio climático, tema olvidado por la Seduma, por ejemplo, que dejó tirado su centro de verificación vehicular allá por la carretera a Umán.

Mientras tanto, la realidad se impone. Para la edificación de un paso a desnivel en la carretera a Conkal se destruye –aquí sí se rompió, pulverizó– una ciclovía nuevecita, recién construida por la Coordinación Metropolitana de Yucatán, hace menos de un año. Un tramo de al menos 300 metros fue hecho pedazos, dejando a los ciclistas sin esa fundamental arteria para llegar con un mínimo de seguridad al periférico de Mérida, otra vía pensada únicamente para los autos, y donde todos los meses alguien muere atropellado intentando cruzarlo.

Además de los recursos tirados literalmente a la basura, las autoridades (estatal y federal como la SCT) no han explicado qué será de la ciclovía, pero eso sí, el puente se edificará para beneficiar a un fraccionamiento privado y un supermercado, en lugar de haber sido construido donde los ciudadanos de Cholul y Sitpach exigen desde hace años por los constantes accidentes, muertos y riesgos para atravesar el crucero entre ambas comisarías de Mérida.

Las incongruencias y las mentiras de la propaganda política se descubren: se destruye una ciclovía, para dar paso a una obra pensada para los autos, para variar; en lugar de hacer más seguro el trayecto de quienes todavía se arriesgan a utilizar la bicicleta para ir al trabajo. Se edifica otro puente para los autos en la periferia meridana, allí donde florecen las gasolinerías, no las estaciones de hidrógeno o de recarga eléctrica, como en otras ciudades del mundo en las que se abren más espacios a las bicicletas, a los peatones, a las áreas verdes, mientras se restan a los coches.

Es en la periferia de Mérida donde se observa la locura auténtica, la destrucción, real, diaria, del modelo depredador urbano que se impone todos los días en nuestra ciudad.

[i]Mérida, Yucatán[/i]

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