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Miguel Carbajal Rodríguez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Lunes 8 de mayo, 2017

Bajo nuestros pies, existe algo que muchos, en muchas partes del mundo desean. Tenemos un manto freático de características únicas que representa el 20 por ciento del agua disponible del país y se estima una disponibilidad media anual de mil 361.6 millones de metros cúbicos.

Es un dato relevante si consideramos la tendencia climática, orientada a un incremento en la temperatura media, una disminución en las lluvias, y periodos de sequía más extensos. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, a nivel mundial y debido a los derretimientos de los glaciares y cambios en la precipitación, los recursos hídricos se están viendo afectados en términos de calidad y cantidad y, para regiones como México, en el mejor de los escenarios se espera hasta un decremento de entre un 10 y 20 por ciento en las precipitaciones anuales para finales de este siglo.

No hay que perder de vista que la sequía representa un déficit de agua en las actividades productivas como la industrial y la agrícola, lo que promueve el incremento de la pobreza y la migración. Actualmente en el territorio nacional, existen zonas en donde prácticamente ya no hay agua o hay que perforar pozos de cientos de metros de profundidad para poder extraerla; situación que contrasta con la de Yucatán, en donde en el peor de los casos el agua se encuentra a unas decenas de metros. No es de extrañar la inmigración de empresas de transformación y de productores primarios de otras partes del país que vienen en su busca.

Tradicionalmente estamos acostumbrados a asociar el concepto de responsabilidad con la frase “El que la hace la paga”; es decir, primero el hecho, el delito y después la consecuencia, se paga la responsabilidad de la acción o daño. En general es así. Hay que comprender que cuando hablamos de temas ambientales lo anterior no aplica. En muchas ocasiones, el daño es irreversible, pues nunca se podrá remediar; en otras, los efectos son visibles mucho tiempo después, por lo que es muy difícil encontrar al agente causante. No, cuando hablamos de responsabilidad ambiental es para hacernos responsables no sólo por lo hecho, sino también por el futuro. De ahí la necesidad de tomar medidas preventivas ante la posibilidad de un daño irremediable o de gran magnitud.

Tenemos la enorme responsabilidad de salvaguardar un recurso que será cada vez más escaso. Hay que ver al futuro y no solo al presente. No podemos ver solamente el interés económico al tomar decisiones, es un tema de ética valorar los posibles impactos. Un desarrollo sostenible es aquel que garantiza la satisfacción de las necesidades de quienes vivimos actualmente y las de futuras generaciones.

Que en nuestro estado tenga una enorme cantidad de agua no la hace nuestra; más bien, nos hace responsables de su cuidado y correcta administración para garantizar que el suministro a ésta y las futuras generaciones. El uso y la explotación debe de ser vigilado cuidadosamente por las instancias gubernamentales y por los usuarios, por la sociedad, por la simple y llana razón de que sin agua no hay vida.

[i]Mérida, Yucatán[/i]

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