Marytere Narváez
Fotos: Salvador Montiel Ortega, Laecbio Cinvestav Unidad Mérida
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Martes 09 de mayo, 2017

La batida es una de las cuatro modalidades principales de la cacería tradicional en la región oeste de la península de Yucatán, junto con la nocturna, la de acecho y la oportunista. Se trata de una actividad icónica en la región debido a la topografía llana, las condiciones ambientales y el tipo de vegetación, que favorecen esta actividad.

A diferencia de otras prácticas similares, la batida no se realiza únicamente con fines de subsistencia, pues representa también un espacio de convivencia, de reconocimiento de habilidades de los cazadores y una posición de prestigio en la comunidad, de acuerdo con los estudios del Laboratorio de Ecología y Conservación de la Biodiversidad (Laecbio) del Departamento en Ecología Humana del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav IPN), unidad Mérida.

En 2005, Salvador Montiel Ortega, investigador adscrito al departamento mencionado y responsable del Laecbio, emprendió un diagnóstico sobre el aprovechamiento tradicional de fauna silvestre en localidades mayas ubicadas en las inmediaciones de la Reserva de la Biósfera Los Petenes, con financiamiento de Fondos Mixtos (Fomix) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el gobierno de Campeche.

“Este estudio nos permitió caracterizar el aprovechamiento de fauna terrestre en esta región peninsular, bajo la premisa de que si nosotros comprendíamos mejor la dinámica de las prácticas tradicionales mayas, podríamos contribuir a realizar un manejo más adecuado de los recursos naturales en la región”, apuntó en entrevista para la Agencia Informativa Conacyt.

Durante la investigación —realizada en una primera etapa de 2005 a 2007—, se incorporaron estudiantes de posgrado en ecología humana del Cinvestav, caracterizándose las modalidades de cacería tradicional, las especies aprovechadas y las motivaciones de quienes formaban parte de esta práctica. Entre los hallazgos principales se encontró que en esta zona la cacería tradicional no está regulada bajo ningún aspecto más que por la tradición (y necesidad) misma de las comunidades, desarrollándose bajo las cuatro modalidades ya mencionadas.

Tres de estas modalidades son practicadas por uno o dos cazadores: la cacería nocturna, la de acecho y la oportunista (cuando el campesino se dirige a sus parcelas para trabajar y de paso caza); mientras que la batida es la única modalidad que se realiza en colectivo. “Lo que hicimos fue documentar esto, evaluar cuáles eran los beneficios sociales en términos de carne de monte que derivaban de cada una de estas modalidades y cuantificar, por primera vez, estos aprovechamientos de fauna silvestre”, apuntó el investigador.

[b]Maestros, grupos de batida y de espera[/b]

De acuerdo con Montiel Ortega, la batida inicia con una convocatoria a los habitantes de la comunidad (generalmente hombres) por parte de uno o dos cazadores con amplio reconocimiento, llamados comúnmente maestros o “chingones”. Estos se encargan de definir los lugares donde se practicará la actividad en un determinado día.

Al ser una convocatoria abierta, el grupo se conforma por cazadores experimentados y novatos que, al llegar al sitio convenido, son organizados por los maestros en dos grupos principales mediante un sorteo con papeles: el de batida o los pujeros y el de espera o los tiradores. Para cada subgrupo hay un maestro que coordina la actividad correspondiente.

"Una vez que están constituidos, seleccionan el área de caza y, generando un semicírculo, cubren la mayor área posible. Sobre la periferia de dicho semicírculo, los tiradores se van ubicando de forma equidistante quedando a la espera de los animales que puedan ser acarreados hacia ellos por el grupo de batida. Una vez posicionados a cierta distancia, el grupo de batida —que está en el extremo opuesto del sector de caza— comienza a desplazarse hacia el interior del sector y hacia el grupo de espera, tratando de ir acorralando a los animales que en teoría pueden encontrarse en el área de caza”, apuntó.

[b]Venados y puercos de monte[/b]

Aunque nadie sabe el número ni las especies animales que puedan estar en el área de cacería, el objetivo es acorralar a las presas potenciales entre los pujeros, que espantan a las presas hacia su extremo opuesto, y los tiradores, en espera de encontrarlos.

Los blancos de caza preferidos son los venados y los puercos de monte, pues son animales de talla grande que ofrecen una mayor cantidad de carne en comparación con otro tipo de presas (por ejemplo, tejones o codornices). Generalmente, la batida dura de ocho a 10 horas según el éxito alcanzado. Una vez que terminan una batida (usualmente al lograr tirar un animal), los cazadores se reúnen y valoran el resultado decidiendo si se realiza o no una siguiente ronda, pero ahora con los puestos intercambiados.

“Esta es una actividad que requiere mucha organización. Estamos hablando de escopetas y disparos hacia presas que no necesariamente son visibles en áreas de vegetación más o menos densa, por lo que si no tienen los cuidados necesarios pueden generar accidentes. Sin embargo, hemos observado que estos tienen bajas probabilidades de ocurrir debido a que el grupo atiende adecuadamente a las recomendaciones de los maestros para llevar a cabo la actividad”, apuntó el investigador.

[b]Simbolismo en la caza[/b]

La actividad es demandante físicamente. Cuando la batida es exitosa (obteniéndose una o más presas), la celebración suele ser en grande. En ocasiones, los cazadores destazan la presa o la “benefician” —como ellos dicen— en el mismo sitio, pero generalmente la trasladan a casa de alguno de los maestros, donde se reparten entre uno y dos kilos de carne de forma equitativa entre todos los participantes, incluyendo los perros, según se ha documentado para el norte de Yucatán y Los Petenes.

Para Montiel Ortega, otro aspecto relevante es que quien dispara o mata al animal se hace acreedor a una pierna y al estómago de la presa, además de su porción proporcional de carne. “En esta práctica, los cazadores tienen la creencia de que si descubren dentro del estómago lo que se conoce como ‘la piedra del venado’ —una especie de cuerpo duro y amorfo formado principalmente de pelo compactado—, considerado talismán, obtienen un permiso para cazar animales en lo sucesivo”, apuntó.

Este elemento es parte importante del contexto simbólico asociado a la actividad, pues aunque la cantidad de animales que permite es muy variable y no necesariamente es una garantía del éxito futuro en el aprovechamiento, representa una señal de buena suerte en la cacería.

[b]Más allá de la carne[/b]

La batida no ofrece una gran cantidad de biomasa de caza como otras modalidades de la cacería, pero es atractiva, entre otras cosas, por garantizar un mínimo de carne de monte para cada cazador por salida. “Si van solos, el resultado es incierto: pueden volver con 20 kilos de carne o con nada. La batida, en cambio, generalmente asegura un mínimo de carne para el cazador y su familia, además de que es un espacio de convivencia que permite reconocer a los buenos cazadores, al buen tirador y los jóvenes inexpertos ganan experiencia de ellos”, refirió Montiel Ortega.

Para el investigador es importante enfatizar que la cacería no se trata únicamente de obtención de carne, sino de una serie de usos y costumbres asociados con el aprovechamiento de fauna silvestre. Por tanto, su prohibición podría impactar de forma negativa a las poblaciones locales que dependen de la carne de monte no sólo para complementar su alimentación, sino también alterando una serie de prácticas comunitarias con fuerte arraigo sociocultural.

Adicionalmente, como parte de las estrategias de conservación de la biodiversidad en conjunto con las poblaciones locales, uno de los objetivos del Laecbio es tratar de evaluar, bajo un enfoque participativo, la abundancia y distribución de las especies tradicionalmente cinegéticas en la región, con el propósito de estimar, en una primera instancia, tasas de aprovechamiento sustentable para las principales especies animales relacionadas con la subsistencia de la población maya rural como el venado cola blanca, el jabalí de collar y aves como el pavo de monte.


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