de

del

Rafael Robles de Benito
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 10 de mayo, 2017


La visita del presidente Peña a la planta del Grupo Modelo en Hunucmá, las discusiones que ha generado alrededor de la relación entre la industria y el ambiente y en especial acerca de sus posibles impactos sobre el manto freático, lleva de nuevo a reflexionar acerca de los procedimientos de evaluación de impacto ambiental, sus alcances y su utilidad.

En primer lugar habría que preguntar por qué se decide construir una planta industrial en un predio determinado. En el caso de Hunucmá, se trataba de un terreno ubicado en un ejido agrícola, el de Texan, cubierto por selvas bajas caducifolias secundarias en diversos estadios de sucesión. En el Programa de Ordenamiento Ecológico del Estado de Yucatán, (POECY), se le ha asignado una política de aprovechamiento para el desarrollo urbano, de manera que por ahí no habría objeción para establecer una industria en el sitio. No obstante, al tratarse de una planta de la magnitud de la que se está instalando ahí y a la luz de la cantidad de agua que utilizará durante su operación, no basta con los criterios estipulados en el POECY para permanecer tranquilos con la decisión; la pregunta por el impacto ambiental sigue en pie, por lo que puede representar una empresa de esta envergadura.

[b]¿Primero el huevo o la gallina?[/b]

No dudo que el Grupo Modelo haya llevado a cabo escrupulosamente los trabajos de evaluación que las leyes federales en materia de medio ambiente le exigen. Lo que despierta dudas es si el diseño de la planta, su proceso de construcción, su magnitud y la forma de su operación se decidieron antes de someter el proyecto a un procedimiento sobre sus consecuencias, y se encomendó a un consultor la elaboración de una manifestación de impacto cuando características ya se habían definido o, bien, se incluyeron los criterios de abatimiento del impacto ambiental desde las primeras fases del diseño y entonces las condiciones ecológicas del sitio donde se instalaría la planta determinaron las características de arquitectura, ingeniería y operación.

Para que la evaluación del impacto ambiental pueda cumplir cabalmente su función –que es ante todo preventiva– las cosas tendrían que hacerse por la segunda vía; es decir, los proyectos de obra, una vez decidido el lugar donde se va a llevar a cabo, deberían incluir, desde sus inicios, los procedimientos de evaluación del impacto ambiental, y los resultados deberían determinar su diseño.

Lamentablemente, lo usual es que hagamos las cosas al revés: aún cuando las obras se lleven a cabo en lugares donde, de acuerdo a los ordenamientos ecológicos del territorio, su operación resulte compatible, permisible y viable, los proyectos se formulan en las oficinas de los promoventes y, después, se encarga a un consultor evaluar qué impacto tendrá la obra; de modo que se cubra el trámite de entrega de una manifestación de impacto ambiental, para que la autoridad la evalúe y emita un dictamen. No importa qué diga el estudio realizado, el proyecto elegido no se modifica un ápice.

Se intenta entonces forzar al entorno a adaptarse a un proyecto de obra. Los impactos en las condiciones del entorno se convierten en una suerte de mal inevitable, lo que conduce a la autoridad ambiental a abrir el oscuro terreno de las “medidas de mitigación y compensación”: como no podemos evitar que ejerzas tal o cual impacto negativo, permanente e irreversible, entonces te vamos a obligar a llevar a cabo medidas que disminuyan sus efectos; o si esto resulta de plano imposible, te impondremos medidas que tiendan a mejorar el ambiente en lugares distintos al sitio donde llevarás a cabo tu proyecto.

¿Reforestar unas cuantas hectáreas de monte, establecer un campamento para proteger nidos de tortugas, financiar la elaboración de un documental sobre la fauna silvestre o proporcionar recursos para combatir al pez león, por ejemplo, pueden realmente considerarse medidas que hagan aceptable el impacto en el ambiente de una obra que lo pudo haber evitado, de haber llevado a cabo un estudio oportuno, para determinar las características de su diseño y sus procesos.

[i]Chetumal, Quintana Roo[/i]
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