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Eduardo del Buey
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La Jornada Maya

Miércoles 10 de mayo, 2017


Seguramente alguien se podrá preguntar, con validez, por qué escribo tantas veces sobre populismo. Trataré de responder.

El populismo se basa en una visión distorsionada del pasado –un pasado desagradable en la mayoría de los casos. Es, en general, la rendición de la sabiduría ante la ignorancia, la ficción sobre el hecho, el monólogo sobre el diálogo.

Va hacia atrás para deconstruir el progreso y las instituciones democráticas y concentrar el poder en las manos de un líder que se ve a sí mismo como un tipo de salvador. El líder se vende al público como la única solución en una sociedad que vive en la duda y la incertidumbre. Se aprovecha de los vulnerables –aquellos que fueron dejados en la pobreza por la economía globalizada, o aquellos que fueron marginalizados por la innovación tecnológica. Es amenazante especialmente cuando este grupo de personas conforma una buena parte de la población. Así como la existencia de una clase media lleva al fin de las dictaduras, su marginación es alimento de movimientos populistas.

Los populistas se enfocan en encontrar a alguien a quien culpar. Aquellos que son diferentes –dentro o fuera de sus fronteras– son percibidos como objetivos válidos. La creación de enemigos es esencial para que el populista gane. Tales enemigos distraen la atención de la población de los problemas reales y de las políticas que merecerían su atención. Los enemigos de los populistas de derecha, son los migrantes y las minorías. En el caso de los populistas de izquierda, los enemigos son las clases más altas y la burguesía, quienes son culpados por las inequidades de la sociedad.

Los resultados son lo mismos; se trata de la persecución de “los otros” para satisfacer un fin político propio.

Siempre ha sido más fácil eludir las responsabilidades, culpando a los demás. La desconexión entre los políticos y la gente que vive un presente incierto ha producido este renacimiento del populismo, aunque en realidad nunca ha desaparecido.

Vuelvo a mi idea inicial: ¿Por qué gasto mi tiempo escribiendo frecuentemente y con detalles sobre el populismo en un periódico mexicano?

Hemos visto a Trump identificando a México como una gran amenaza para los intereses de EU. Sus seguidores prefieren creer que sus problemas son causados por inmigrantes indocumentados o por inversionistas estadounidenses que se fueron al sur. No piensan en su propia falta de preparación para las economías y tecnologías del siglo XXI; por eso fueron presa fácil de esos mensajes anti-mexicanos.

Nunca ha sido inteligente descartar a los Estados Unidos y uno espera que los líderes emergentes tendrán una narrativa inspiradora, así como propuestas de políticas concretas para aquellos grupos que se sientan marginados o desposeídos.

Lo que pasa en los Estados Unidos y en Europa puede pasar en donde sea. De hecho, América Latina tiene una larga historia de populismo, y los populistas continúan gobernando en varios países de la región. Maduro en Venezuela se ha empeñado en demonizar al Congreso y apilando las cortes e instituciones del estado con sus compinches, busca perpetuar su poder. Morales en Bolivia busca prolongase más allá de los que estaba originalmente estipulado en la Constitución.

Las políticas de Trump en los Estados Unidos también son percibidas, por muchos, como populistas, ya que emite órdenes ejecutivas, lucha contra los tribunales y trata de intimidar al Congreso para que cumpla con su mandato. La percepción de que toda actividad resulta en beneficios económicos para él y su familia señala una mentalidad de impunidad. Aún así continúa mintiendo y sus seguidores siguen creyéndole. Ésa es la principal herramienta del populista: la habilidad de manipular y obtener seguidores que crean en mentiras a pesar de que haya muestras de lo contrario.
Trump ha legitimado un racismo inherente a la sociedad estadounidense. Los afro-americanos, los mexicanos y otros latinoamericanos, así como musulmanes son los “otros”, según él y las mentes de sus votantes duros.

El populista tiene el poder de influir una audiencia que ya no tiene fe en la verdad. A lo largo de su campaña, Trump preguntó a los estadounidenses “¿Qué tienen que perder?”. Sus votantes duros obviamente concluyeron “nada” y votaron por él en los estados clave. ¿Por qué concluyeron esto?; porque la clase política en el poder los ha ignorado por muchísimo tiempo.

En política, la percepción tiende a estar por encima de la realidad. Si los populistas pueden lidiar con las percepciones, pueden manipular a los votantes y ganar las elecciones.

George Santayana alguna vez dijo “aquellos que no recuerdan la historia están condenados a repetirla”.

Colocar el poder en manos de un autócrata, como respuesta a las políticas de miedo siempre ha sido peligroso; lleva hacia atrás a una sociedad. Hoy no es diferente; por eso escribo sobre el populismo. qué?
Seguramente alguien se podrá preguntar, con validez, por qué escribo tantas veces sobre populismo. Trataré de responder.

El populismo se basa en una visión distorsionada del pasado –un pasado desagradable en la mayoría de los casos. Es, en general, la rendición de la sabiduría ante la ignorancia, la ficción sobre el hecho, el monólogo sobre el diálogo.

Va hacia atrás para deconstruir el progreso y las instituciones democráticas y concentrar el poder en las manos de un líder que se ve a sí mismo como un tipo de salvador. El líder se vende al público como la única solución en una sociedad que vive en la duda y la incertidumbre. Se aprovecha de los vulnerables –aquellos que fueron dejados en la pobreza por la economía globalizada, o aquellos que fueron marginalizados por la innovación tecnológica. Es amenazante especialmente cuando este grupo de personas conforma una buena parte de la población. Así como la existencia de una clase media lleva al fin de las dictaduras, su marginación es alimento de movimientos populistas.

Los populistas se enfocan en encontrar a alguien a quien culpar. Aquellos que son diferentes –dentro o fuera de sus fronteras– son percibidos como objetivos válidos. La creación de enemigos es esencial para que el populista gane. Tales enemigos distraen la atención de la población de los problemas reales y de las políticas que merecerían su atención. Los enemigos de los populistas de derecha, son los migrantes y las minorías. En el caso de los populistas de izquierda, los enemigos son las clases más altas y la burguesía, quienes son culpados por las inequidades de la sociedad.

Los resultados son lo mismos; se trata de la persecución de “los otros” para satisfacer un fin político propio.

Siempre ha sido más fácil eludir las responsabilidades, culpando a los demás. La desconexión entre los políticos y la gente que vive un presente incierto ha producido este renacimiento del populismo, aunque en realidad nunca ha desaparecido.

Vuelvo a mi idea inicial: ¿Por qué gasto mi tiempo escribiendo frecuentemente y con detalles sobre el populismo en un periódico mexicano?

Hemos visto a Trump identificando a México como una gran amenaza para los intereses de EU. Sus seguidores prefieren creer que sus problemas son causados por inmigrantes indocumentados o por inversionistas estadounidenses que se fueron al sur. No piensan en su propia falta de preparación para las economías y tecnologías del siglo XXI; por eso fueron presa fácil de esos mensajes anti-mexicanos.

Nunca ha sido inteligente descartar a los Estados Unidos y uno espera que los líderes emergentes tendrán una narrativa inspiradora, así como propuestas de políticas concretas para aquellos grupos que se sientan marginados o desposeídos.

Lo que pasa en los Estados Unidos y en Europa puede pasar en donde sea. De hecho, América Latina tiene una larga historia de populismo, y los populistas continúan gobernando en varios países de la región. Maduro en Venezuela se ha empeñado en demonizar al Congreso y apilando las cortes e instituciones del estado con sus compinches, busca perpetuar su poder. Morales en Bolivia busca prolongase más allá de los que estaba originalmente estipulado en la Constitución.

Las políticas de Trump en los Estados Unidos también son percibidas, por muchos, como populistas, ya que emite órdenes ejecutivas, lucha contra los tribunales y trata de intimidar al Congreso para que cumpla con su mandato. La percepción de que toda actividad resulta en beneficios económicos para él y su familia señala una mentalidad de impunidad. Aún así continúa mintiendo y sus seguidores siguen creyéndole. Ésa es la principal herramienta del populista: la habilidad de manipular y obtener seguidores que crean en mentiras a pesar de que haya muestras de lo contrario.
Trump ha legitimado un racismo inherente a la sociedad estadounidense. Los afro-americanos, los mexicanos y otros latinoamericanos, así como musulmanes son los “otros”, según él y las mentes de sus votantes duros.

El populista tiene el poder de influir una audiencia que ya no tiene fe en la verdad. A lo largo de su campaña, Trump preguntó a los estadounidenses “¿Qué tienen que perder?”. Sus votantes duros obviamente concluyeron “nada” y votaron por él en los estados clave. ¿Por qué concluyeron esto?; porque la clase política en el poder los ha ignorado por muchísimo tiempo.

En política, la percepción tiende a estar por encima de la realidad. Si los populistas pueden lidiar con las percepciones, pueden manipular a los votantes y ganar las elecciones.

George Santayana alguna vez dijo “aquellos que no recuerdan la historia están condenados a repetirla”.

Colocar el poder en manos de un autócrata, como respuesta a las políticas de miedo siempre ha sido peligroso; lleva hacia atrás a una sociedad. Hoy no es diferente; por eso escribo sobre el populismo.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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