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Jesús Hernández Martínez
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Viernes 19 de mayo, 2017

Mariana Andrade López y Sofía Uc Mercado son dos señoras, treintañeras “en serio”, según ellas, aunque aparentan mayor edad; aún son atractivas, lucen un cuerpo bien formado que llama la atención de los hombres. Sus conocidos estiman que ya andan por el “tostón”. La primera llegó de una comunidad rural de Tabasco hace unos 20 años, y la segunda de Progreso, Yucatán, casi por las mismas fechas. Las recibieron, por separado, “parientes cercanos”. Eran jóvenes y soñaron también que en Chetumal encontrarían a su [i]príncipe azul[/i].

Aún quedaban en Chetumal resquicios del auge del comercio de importación, pero ya no alcanzaron nada. Nadie quiso emplearles. Sólo de sirvientas y lavar ropa, pero ellas no querían eso sino algo más lucrativo, “aunque hubiera sido de dependientas de una tienda de importaciones”, que ya declinaban. Se asomaban a la juventud y Chetumal parecía la tierra prometida, sus ilusiones eran más grandes que las expectativas reales de la capital de Quintana Roo; el comercio de importación sí trajo riquezas, pero sólo para unos cuantos y, hace unos 20 años, ya parecía derrumbarse.

Crecieron, se convirtieron en atractivas jovencitas. En esos tiempos abundaban en Chetumal los soldados y el Subteniente López, los marinos. Ambas por separado oyeron palabras amorosas y mil promesas. Mariana tiene ahora tres hijos, un varón y dos mujeres, pero de distintos papás, y Sofía dos jovencitas, sin que nadie haya querido responsabilizarse de la paternidad. Fueron marinos y militares jóvenes que a los pocos meses de los “romances” fueron llevados a otros lugares del país.

De acuerdo con las estadísticas oficiales, en Chetumal, por la nula oferta de empleos, los varones viajan para quedarse en los polos de desarrollo turístico. Es esta ciudad y los poblados vecinos, el número de madres solteras es muy alto, sin que se disponga de cifras confiables y, otra característica es que las abuelas se encargan de los nietos mientras la madre de los niños, que creyó en promesas que no se cumplieron, sale para buscar el sustento.

En la actualidad los hijos de ambas se asoman a la juventud y ellas, las dos, son grandes amigas y ejercen la prostitución en los alrededores del mercado Ignacio Manuel Altamirano o [i]Mercado Viejo[/i], La Meca de las caricias baratas y con poco o nulo control de las autoridades sanitarias. Ambas aceptan platicar a cambio de un refresco y no disimulan una sonrisa que hace pensar que ni una se llama Mariana ni la otra Sofía, pero mantienen a sus hijos de lo que obtienen ofreciendo su cuerpo al mejor postor; en ocasiones por sólo 20 pesos por un “agradable rato”, según ellas.

La ética, estricta en juzgar la vida humana, condenaría la actividad de Mariana y Sofía, pero la moral, más humana y ajustada a cada caso, no diría nada. ¿Cómo condenar una actividad de la que se mantiene la familia?

Pero el caso del ejercicio de la prostitución en los alrededores del [i]Mercado Viejo[/i], donde también operan dos o tres moteles y los propios agentes policiales identifican a las mujeres de la vida alegre, no es de ética o moral, si es bueno o no lo es, sino que significa, según las autoridades sanitarias, uno de los focos más riesgosos de adquirir enfermedades venéreas y morir a causa de ellas.

El SIDA puede ser un tema por separado, pero en Belice es un problema de salud “muy grave” y nadie sabe cuántas de las mujeres que practican la prostitución en el mercado Ignacio Manuel Altamirano llega del cercano Belice, como un alto porcentaje de la población flotante de Chetumal, donde a decir de las autoridades el SIDA está controlado, pero también estiman que, de cada 100 mujeres que ejercen la prostitución, sólo diez se sujetan a las revisiones sanitarias y laboran como “meseras”, pues el sexoservicio no es considerado una actividad laboral.

¿Cuántas mariposas pululan de noche y hasta de día por el [i]Mercado Viejo[/i]? Nadie lo sabe, nadie quiere contarlas; ellas no aceptan ser de la vida galante. Los chetumaleños y algunos visitantes saben que también encuentran caricias baratas y [i]amor artificial[/i] en un motel barato de esta ciudad y de Calderitas; a los largo de la bahía, sobre la avenida Miguel Hidalgo, y los abundantes tugurios, con permiso o clandestinos, que se encuentran por toda la ciudad.

Puede quedar como tarea, ¿qué actividad es inmoral cuando de sus ganancias, cada vez más pocas para las mujeres no organizadas, se levanta una familia donde el papá desapareció y la mamá se hizo cargo de todo? Las dos señoras citadas, retornan de vez en cuando por unos días, a visitar a sus parientes, les llevan regalos y les dicen que trabajan "en el gobierno”.

La prostitución, en la que todos participamos “en privado”, de cerca o de lejos pero en público hipócritamente algunos lo niegan, no es un problema quintanarroense sino mundial. Pero, con el argumento de que Quintana Roo es el único estado caribeño de México, la prostitución [i]de patio[/i] es una actividad incontrolable, un agregado no legal al turismo.

Los grandes negocios de la trata de personas, que operan en varios países e incluyen a Quintana Roo como una de sus múltiples sedes, es otro tema, más complejo, más grave, y con la participación de personajes “muy poderosos e intocables”.

[i]Chetumal, Quintana Roo[/i]

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