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Normando Medina Castro
Foto: José Carlo González
La Jornada Maya

Jueves 25 de mayo, 2017


La inseguridad es un cáncer que corroe prácticamente todo el país y, junto con la corrupción, constituye el mayor problema para que México sea una nación próspera.

Me refiero a la prosperidad que se traduce en bienestar para todas las familias y que se refleja en los bolsillos y en la capacidad de compra de los mexicanos. De nada sirven cifras macroeconómicas que sólo benefician a muy pocos mientras la inmensa mayoría vive en la pobreza.

No queremos unas cuantas decenas gente inmensamente rica, una clase media que se reduce cada día y millones de pobres para los cuales la subsistencia es cada vez más difícil y son pasto fértil para la violencia.

La prosperidad que los mexicanos queremos es de empleos bien remunerados para todos. El asistencialismo y el clientelismo, tan usados en los gobiernos demagógicos para mantenerse en el poder, son indignos.

Los emprendedores , los empresarios que generan fuentes de empleo y los comerciantes, necesitan seguridad para sus negocios. Es aberrante que además de los trámites engorrosos y la cantidad de impuestos y derechos que pagan a los tres niveles de gobierno, junto con el acoso y las extorsiones de inspectores gubernamentales que van por su tajada, paguen también derecho de piso al crimen organizado. Pobre país que sigue votando por sus verdugos.

Nadie debe acostumbrarse a la violencia y a la inseguridad; nadie debe voltear la vista hacia otro lado; nadie debe justificar la corrupción ni dispensarla; nadie debe ver a esos monstruos como elementos con los que tenemos que vivir.

Por eso no debemos dar vuelta a la página y enterrar en el olvido a Marcela Breach y a Javier Valdez Cárdenas. Ambos corresponsales de La Jornada, una en Chihuahua y el otro en Sinaloa, los dos asesinados arteramente este año por su trabajo periodístico. Nadie debe olvidar ni ser indiferente cuando asesinan a mujeres y hombres por expresar la verdad.

Cada mujer y cada hombre somos un ladrillo para construir la paz. Todos somos importantes. Nadie debe excluirse. Por eso no podemos ignorar los hechos violentos suscitados en Cancún cuando una turba incitada desde las redes sociales acudió hasta el domicilio de un deleznable sujeto ruso, de nombre Aleksei Makeev, para lincharlo.

Tomar la justicia por mano propia no resuelve nada. Es cierto que el sujeto siempre fue un peligro en nuestro país. Es innegable que sus ofensas, su violencia constante en contra de mujeres y niños merecen castigo. Pero este castigo tenía que venir de las instituciones que, al final de cuentas, para eso están y los sueldos de sus funcionarios se cubren con dinero del pueblo.

Una vez más, ¿cómo justificar un gobierno omiso en el cumplimiento de su deber? Un gobierno preocupado en mantener el poder y sus privilegios, sin hacer lo que le toca hacer y para lo cual se les paga.

Resulta absurdo, repugna a la inteligencia –como dicen los filósofos– que el Instituto Nacional de Migración (INM) le haya otorgado, tal como reconoce en los noticieros de Televisa el subsecretario de población, migración y asuntos religiosos de la Segob, Humberto Roque Villanueva, “una visa humanitaria”, al energúmeno, por un año, que afortunadamente ya concluyó.

La cónsul honoraria de la Federación Rusa en Cancún Armina Wolpert informó públicamente que siete meses antes de los hechos, en los que un joven perdió la vida a manos de migrante, ya había advertido del peligro que representaba para Cancún Aleksei Makeev, quien según la diplomática vivía como indocumentado en México desde el 9 de febrero de 2017 y así lo notificó a la delegación de Migración y a Seguridad Pública municipal de Cancún.

En redes sociales circula la versión que funcionarios de la delegación del INM recibieron 4 mil dólares del ruso para hacerse de la vista gorda. No basta con juzgarlo por asesinato y procesarlo en México y, en caso de librar condena, enviarlo finalmente a su país.

Es Fundamental investigar a fondo si fue por negligencia, por corrupción o por ambas que , a pesar de ser un peligro para México y, específicamente para Cancún , haya permanecido tan campante, abusando de mujeres y niños mexicanos y además publicándolo en redes sociales, lo cual terminó por usarse para que Fuenteovejuna azuzara a la turba para el linchamiento con un saldo por demás trágico; independientemente de la imagen proyectada al mundo de una marca mundial, como es Cancún.


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