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Giovana Jaspersen
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 26 de mayo, 2017


En 1901 se dio el primer premio Nobel de Física, el merecedor fue el alemán W. Röentgen pues en 1895, estando experimentando con una curiosa luz, notó que producía una fluorescencia capaz de traspasar diversos materiales. Así descubrió los Rayos X y la radiografía, pero especialmente, una técnica que muestra el interior de un cuerpo y es capaz de “ver” más allá de lo visible, diferenciando en su registro con una escala de grises, la densidad de la materia que lo compone. Esto, ha sido fundamental para el diagnóstico -desde médico hasta industrial- por dejar ver el fondo de anomalías que no pueden invisibles en superficie, hace explícitas fracturas, defectos, espesores, densidades y mutaciones; visibiliza el mal.

Es imprescindible desde entonces, pues hay padecimientos, y situaciones, en las que lo expuesto es tan absoluto e impactante que es imprescindible radiografiar para poder ver y dimensionar un daño. Si extrapolamos lo anterior a la información, la noticia de los hechos de nuestra especie es la enfermedad exteriorizada que nos abruma e impacta, como lo hace desde el 19 de mayo el torso de un hombre cubierto de sangre después de ser linchado; sin embargo, cuando cambiamos la luz para radiografiar y ver el fondo detrás de un caso como el de el ruso Aleksei Makeev, es el momento en que podemos identificar los males de fondo.

Vemos entonces deformaciones diciendo que por anacrónico que parezca en pleno 2017 hay neonazis; y entre ellos, hombres que disfrutan de la humillación pública, el acoso y el insulto, que además lo registran y comparten con otros miles que legitiman sus actos con base en discursos de odio y racismo.

Observamos también que estamos invadidos por falsos ídolos que lideran a grupos que aceptan información sin cuestionar y que responden a sus llamados; en nuestros tiempos se les dice incluso “líderes de opinión”, a sujetos sin conciencia del poder de la palabra, que incitan y responden a discursos de odio mediante la provocación de los mismos actos. Odio que se trata de sanar con odio, discursos xenófobos juzgados desde la xenofobia.

La misma placa nos dice que tenemos fracturado el estado, fractura múltiple y expuesta, que por continuar andando sin atención se agrava cada vez más. En este caso, es visible tanto en la lejanía y el silencio, como en la sordera a las llamadas de auxilio que no se escuchan desde un gobierno que ignora la denuncia. La afección está en todos los niveles, se manifiesta en un cuerpo policiaco que acude a un llamado, porque un hombre será linchado y se retira del sitio por no haber delito que perseguir, dejando a más de 100 personas a unos metros de su anunciada presa, de “su delito a perseguir” que bien se hubiera podido evitar. Como se pudo evitar la muerte de un hombre, uno, entre esos muchos que se quejaban de la violencia y la discriminación de un sujeto y que comprendieron por justicia irrumpir en un domicilio a golpear y buscar dar muerte con sus manos. Justo aquí la radiografía es muy confusa, tan opaca que no hay variables en la escala de grises y ya no sabemos dónde está el bien y dónde está el mal, el joven muerto ¿es víctima o victimario? ¿Y el ruso? ¿Quiénes son todos ellos y de dónde salieron? ¿Qué es toda esa película?

En el fondo, vemos que somos esta sociedad que reacciona y es capaz de organizarse para linchar a alguien frente a un llamado en redes sociales, pero que es incapaz de hacerlo para la defensa o la búsqueda del bien común. La que lleva una semana viendo el video de un linchamiento en el que los gritos femeninos se mezclan con una voz masculina que brama “te vas a morir”, y otra orgullosa en el fondo vocifera [i]¡Viva México![/i] seguida por la del hombre que berrea “te voy a decapitar”, el soundtrack de la brutalidad, cuyos compases se marcan en el silencio de las autoridades y la respuesta de las personas. De las que leemos incrédulos que afirman “lo hubieran quemado vivo”, “debería ser legal matar nazis” o “quisiera que un sicario lo aventara a la bolsa negra”, o que finalmente concluyen que todo es culpa del estado, aún viendo una masa armada de palos y piedras.

El caso parece no tener límites y nos muestra lo más bajo, lo más profundo y lo más oscuro de todas las voces. Esta es la radiografía de la miseria; la humana, del Estado, la social y la de la información. Metástasis del sin sentido y la bestialidad, un cuadro que al analizarlo muestra que estamos invadidos y al borde de estar desahuciados.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]


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