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Carlos Meade
Foto: Cuartoscuro / Archivo
La Jornada Maya

Jueves 1 de junio, 2017


El vertiginoso crecimiento de la industria turística en Quintana Roo ha generado inmensas riquezas a constructores, cadenas hoteleras y políticos, pero no ha logrado cumplir con el objetivo principal del desarrollo turístico, definido por la Organización Mundial de Turismo: mejorar las condiciones de vida de la población local.

Esto revela falta de interés y de voluntad política, pero también de visión pues hay oportunidades tan obvias que es difícil explicar que no se hayan explorado. Una de las opciones más claras para llevar beneficios a las comunidades mayas es aprovechar el enorme mercado que representa Cancún y la Riviera Maya para los productores locales de alimentos.

Frutas, hortalizas y miel son productos que los campesinos mayas cultivan desde tiempos ancestrales. La calidad de la miel que se produce en Quintana Roo es reconocida internacionalmente, pero si uno se desayunaunos hot cakes en el restorán de una cadena hotelera lo más probable es que nos ofrezcan una imitación de jarabe de maple, un jarabe de maíz (miel Karo) o, si tenemos suerte, una miel de abeja industrializada.

Es un despropósito que teniendo toneladas de miel orgánica que se venden al mayoreo y se van a Europa, no se pueda colocar en el mercado turístico local al menos parte de esta producción, sobre todo considerando que una venta de medio mayoreo representaría mayores ingresos para los apicultores locales.

Ofrecer esta miel en los restaurantes promovería, al mismo tiempo, su venta al menudeo, para lo que habría de ser envasada en pequeños frascos de forma que el turismo pueda llevarla como un souvenir. Esta demanda seguramente absorbería toda la producción local y, más aún, promovería su incremento.

¿Y qué se necesita para que los apicultores mayas de Tulum puedan colocar su miel en el mercado turístico costero? En primer término, un crédito para que puedan acopiar su miel, envasarla y comercializarla. También se requiere la infraestructura y el equipamiento para el acopio y el envasado y, lo más importante, se requiere que los apicultores se organicen para sacar mejor provecho de su producto.

Considerando los recursos millonarios que se invierten en infraestructura hotelera cada año, los apoyos que requieren los apicultores de Tulum representan una bicoca. Desafortunadamente, las bolsas que la Conafor o la Sagarpa tienen para “fomentar” esta actividad son miserables y están condicionadas a la presentación de miles de requisitos y de proyectos de inversión con corridas financieras, como si se tratara de inversiones del Banco Mundial, por millones de dólares.

En el esquema actual, los campesinos venden toda su producción a un intermediario, el cual la coloca en el mercado europeo y se lleva la mayor tajada. La producción anual de los más de 400 apicultores de Tulum es de alrededor de 200 toneladas. A los precios actuales, esto representa un ingreso de 10 millones de pesos, los cuales se podrían duplicar si en lugar de entregarla al intermediario se colocara al medio mayoreo en el mercado costero local.

Bajo un nuevo sistema de organización y comercialización, además de la miel envasada, los campesinos pueden aprovechar, envasar y comercializar productos derivados de su actividad: propóleos, jalea real y polen. Esto representaría un ingreso muy significativo para las familias mayas.

En una tercera fase, la elaboración de productos a base de miel y sus derivados podría ofrecer oportunidades para pequeñas empresas comunitarias. Existe una infinidad de productos que se pueden desarrollar teniendo en perspectiva el mercado turístico: shampoos, cremas, jabones, complementos alimenticios, velas aromáticas, entre otros.

Hace algunos años hubo un intento por crear una cooperativa, desarrollar una marca y abrir una tienda. Desafortunadamente había intereses políticos por encima de los objetivos del proyecto, además de que no se le dio el seguimiento y acompañamiento requeridos.

Un beneficio adicional de la apicultura es que es una actividad que contribuye a la conservación de la selva. El apicultor es el primero en procurar que la cobertura forestal se proteja ya que es de las flores silvestres donde las abejas obtienen el néctar que llevarán al panal.

Tradiciones como el pe’et koot, un pequeño semillero de especies melíferas que el campesino maya fomenta en su milpa, se conservarán y contribuirán a la protección de los frágiles ecosistemas de nuestra maravillosa selva caribeña.

No parece difícil colocar un producto de alta calidad y que ayuda a subir puntos en la política empresarial de sostenibilidad ahora exigida por leyes, clientes y tendencias globales.

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