El PRI, fábrica de corrupción

Normando Medina Castro
Foto: Archivo
La Jornada Maya

Jueves 8 de junio, 2017


En una victoria tan incierta como la de los comicios del pasado domingo cuatro de junio, ganando se pierde y perdiendo se puede ganar.

Antes del recuento oficial de votos de las elecciones realizadas en el Estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz el saldo general es el debilitamiento de las instituciones encargadas de su organización y una lucha cruenta y peligrosa entre el sistema político mexicano contra Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores, quienes cada vez son más tal como lo indican las cifras.

De acuerdo con el conteo rápido y el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) del Instituto Electoral del Estado de México (IEEM), Alfredo del Mazo Maza, con mínimas variantes, obtuvo 1 millón 955 mil 962 votos, lo cual representa el 33.7 por ciento del total. Poco más de un millón de votos menos de los que obtuvo el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en las elecciones de gobernador de 2011 con Eruviel Ávila, quien alcanzó el 64.97 por ciento en esa contienda.

¿Cómo entender las declaraciones triunfalistas de Enrique Ochoa Reza, Presidente del CEN del tricolor?, quien se ufana en los resultados obtenidos para justificar su permanencia en el cargo hasta el 2019.

Por otro lado, no acertamos en precisar en qué se basan las sonrisas y aparente optimismo del presidente Enrique Peña Nieto antes de partir a Guatemala donde, por cierto, se encuentra preso Javier Duarte de Ochoa esperando ser extraditado a nuestro país para responder por sus múltiples delitos cometidos en contra de los veracruzanos durante su paso por la gubernatura. Con ello, vienen a la memoria los versos de Mario Benedetti: “De su ventana se ve la plaza, nuestra miseria no está visible, sus hijos tienen ojos de mando, pero otros tienen mirada triste. Aquí en la calle suceden cosas que ni siquiera pueden decirse…por eso digo señor ministro: ¿de qué se ríe, de qué se ríe”.

[b]Cifras del PAN[/b]

Por su parte, las cifras del Partido Acción Nacional (PAN), pese a los ataques virulentos de Margarita Zavala y Felipe Calderón en contra de Ricardo Anaya, presidente de dicho instituto político, a quien culparon de un descalabro estrepitoso, marcan otra cosa.

El PAN obtuvo en la elección de gobernador del Estado de México en 2011, con Luis Felipe Bravo Mena, como candidato el 12.28 por ciento del total. En tanto, Josefina Vázquez Mota alcanzó este 2017 el 11.29 por ciento.

Como se ve es una diferencia mínima en porcentajes. En número de votos Vázquez Mota obtuvo 654 mil 681 que son más que los 598 mil 045 que alcanzó Bravo Mena. En cuanto a Morena, éste tenía como único antecedente haber participado en 2015 en las elecciones para la renovación del Congreso del Edomex y obtuvo cerca de 500 mil votos.

En la contienda por la gubernatura del pasado domingo con Delfina Gómez Álvarez, como candidata, el partido obtuvo un millón 786 mil 347 votos según el PREP del IEEM. Esa cifra es el 30.8 por ciento del total de votos emitidos y validados. Es decir, según las cifras oficiales sólo hubo una diferencia de 168 mil 308 votos entre los obtenidos por la abanderada de Morena y el abanderado del PRI. En porcentaje la diferencia es del 2.9 por ciento.

Mediante tales cifras oficiales, puede observarse que se trató de una victoria pírrica por parte del Partido Revolucionario Institucional, la cual ha dejado un amargo sabor de boca a los ciudadanos y ha abonado en un debilitamiento de las autoridades electorales.

¿Qué se puede esperar para la contienda por la presidencia de nuestro país en 2018? Ya el PRI, sus aliados formales y los informales nos dieron una muestra clara, contundente e inobjetable. No les importa poner al país al borde de un estallido social con tal de conservar el poder y sus privilegios. La batalla de un decadente sistema político mexicano que se niega a cambiar y a reinventarse con un poco más de eficiencia y de ética.

Un digno representante de dicho sistema decadente y podrido es Roberto Borge Angulo, ex gobernador de Quintana Roo, hoy preso en Panamá. Representante genuino del nuevo PRI, un tricolor que no cambia para bien, el cual sigue encumbrando hombres y mujeres que una vez en el poder abusan y se convierten en caricaturas de tiranos que pretenden eternizarse disponiendo de vidas y haciendas como si sus cargos vinieran directamente de Dios y fueran para toda la vida. Otro ex gobernador de Quintana Roo, Joaquín Hendricks les abrió la puerta y puso como su sucesor a Félix González Canto, quien de la nada inventó a Roberto Borge.

Pobre PRI, un partido con gran historia, ideales y códigos de ética convertidos en tigres de papel.

Pobre PRI, rehén sexenal de sus hijos dirigentes y gobernantes.

Pobre PRI, con documentos de avanzada, pero que se supeditan a la voluntad de los poderosos emanados de sus mismas filas que lo deshonran y lo desacreditan mediante caprichos y corrupción.

Pobre PRI, que no aprende a vivir sin el uso de recursos públicos emanados de sus propios gobiernos.

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