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Luis Antonio Blanco Cebada
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 14 de julio, 2017


¿Pueden los hombres contribuir a la generación de la equidad de género en el ámbito familiar? ¿Es posible construir una paternidad responsable, afectiva e igualitaria? Antes de responder a esta fundamental interrogante, cabría preguntarse: ¿y cómo podrían hacerlo en un contexto animadverso? Hagamos entonces un breve repaso de aquellas actividades que conllevan riesgos y en las cuales los hombres ocupan los primeros lugares en Yucatán.

Si bien, Yucatán es un estado con los más bajos niveles de deuda pública y desempleo, en 2016 ocupó el tercer lugar nacional en suicidios (8.4 por cada 100 mil habitantes), siendo los hombres quienes más lo llevaron a cabo (80 por ciento), según el Inegi. El anuario de morbilidad 2016 de la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud Federal señala que la intoxicación aguda por alcohol es la novena causa de enfermedades en el estado, afectando principalmente a los hombres, cuyo grupo de edad va de los 15 a 64 años; muy por encima del promedio nacional.

Debe resaltarse que el consumo anual de cerveza en la entidad es de 80 litros per cápita, mientras que la media nacional es de 60. También en los accidentes de trabajo los hombres sobresalen: siete de cada 10 les pertenecen, de acuerdo con la memoria estadística del IMSS (2012-2014). Destacan de igual modo en la deserción escolar a nivel medio superior. En este contexto, ¿cómo ejercer la paternidad?

[b]Acepción de paternidad[/b]

La Real Academia de la Lengua Española (RAE) define a la paternidad, en su primera acepción, como “cualidad de padre”. ¿Cualidad de padre? El término “calidad”, sinónimo de cualidad, según la misma academia, fue usual en la Colonia para definir a los grupos sociales que integraban una sociedad estamental, es decir, fincada en atribuciones aparentemente naturales. ¿Ser padre es un hecho biológico en el siglo XXI? Parece que el Código Familiar del Estado de Yucatán así lo interpreta, pues dedica buena parte de su contenido a regular las formas en cómo puede identificarse esa “cualidad” paterna. De igual modo, la paternidad no puede ser vista únicamente como el permiso de cinco días laborables con goce de sueldo que otorga la Ley Federal del Trabajo (art. 132, XXVII bis) a los hombres trabajadores, por el nacimiento de sus hijos y de igual manera en el caso de la adopción de un infante.

La paternidad es una construcción cultural, que varía en épocas y regiones. En nuestro contexto, para quienes forman una familia heterosexual, la existencia de una paternidad responsable, equitativa y amorosa implicaría un derecho a la comunión cotidiana con los hijos, el libre ejercicio de las tareas domésticas sin culpa, ni temor al señalamiento (ahí donde un hombre no “ayuda” en la casa, sólo hace el trabajo que le corresponde), la posibilidad de la manifestación abierta de los sentimientos, la generación de hábitos comprometidos con el trabajo de la crianza, el reconocimiento del desempeño materno y la costumbre de tomar decisiones en conjunto.

Desde luego, este nuevo padre requiere de tiempo, más allá de la jornada laboral, para ello. Por ello, es pertinente que las autoridades competentes incorporen en su planeación los lineamientos de la campaña HeforShe (sic) de la Organización de las Naciones Unidas que involucra a los hombres en la defensa de la igualdad de género. Hasta hoy, ni el Plan Estatal de Desarrollo de Yucatán 2012-2018, ni el Programa especial para la igualdad entre hombres y mujeres del estado de Yucatán han reflexionado sobre ello.

[b]Sumar sin exigir[/b]

Dado lo anterior, se hace menester analizar estos temas a la luz del enfoque de género, y aprendiendo de las compañeras feministas. Desde luego, como en cualquier tema que se aprecie en su justa medida, antes de hablar de feminismo habrá que leer, indagar las historias del movimiento, biografías, declaraciones políticas, noticias y debates en investigación. Habrá que tener disposición para escuchar las luchas de las compañeras; y ojos, y sensibilidad, para comprender la mirada de quienes han vivido el patriarcado y el sistema de inequidad histórica entre los sexos, ligado a un sistema económico de explotación humana. Habrá que poner a trabajar al cerebro, con el corazón en la mano; tratando de sumar sin exigir. Por ello, me declaro feminista, a sabiendas de que tengo mucho que aprender aún.

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