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del

Joan Serra Montagut
Foto: cortesía
La Jornada Maya

Jueves 10 de agosto, 2017

Una interesante reflexión acerca de la frontera y del movimiento chicano logró reunir a 30 personas ayer en la sede que el Casal Català de la Península de Yucatán tiene en la colonia García Ginerés a pesar de los embates de Franklin. El auditorio escuchó atento la conferencia de la filóloga catalana Elisabeth Massana Vidal, que visitó la entidad para compartir sus conocimientos acerca del concepto de frontera en el teatro y, en particular, de la curiosa relación de este binomio contextualizado en la comunidad chicana. Elisabeth Massana Vidal es librera y profesora asociada de la sección de literatura del Departamento de Lenguas Modernas y Literaturas y de Estudios Ingleses de la Universidad de Barcelona (UB) y miembro del grupo de investigación Contemporary British Theatre Barcelona. Es Licenciada en Filología Inglesa y Máster en Construcción y Representación de Identidades Culturales en la UB. Fue editora de la editorial de pensamiento crítico El Tangram y actualmente realiza su tesis doctoral entorno a la relación de los espectadores con la escena en obras que exploran el terror y la precariedad en el teatro británico del siglo XXI. Entre sus intereses destacan los estudios de género, los feminismos periféricos y la teoría queer.

El teatro fue presentado en la charla como “un espacio de convivencia de identidades en el cual los espectadores nos ponemos en manos del otro y se establece una relación momentánea de pacto entre ambas partes en la cual todo es posible y todo es creíble”. El teatro es también, para Elisabeth Massana, un gran escenario (valga la redundancia) de prácticas culturales que permiten un ensayo-error mayor que en la novela. “Es un acontecimiento social, un espacio de relación ética con el otro”, comentó la filóloga. En cuanto a la frontera, dijo que “es un concepto que siempre ha estado presente en nuestro día a día y desde la crisis de los refugiados de Siria, la victoria de Trump y el triunfo del Brexit lo está aún más”, añadió. Elisabeth Massana habló de la frontera desde su desilusionada experiencia europea, “donde las fronteras desaparecen para unos para aparecen para otros”, pero también desde otras concepciones de la frontera en la corporal, relacionada con el género o, en este caso, con la realidad chicana, que las aglutina todas.

Recordando que en el mundo hay 65 muros construidos y que el negocio de las fronteras reporta millones de dólares cada año para las empresas y las naciones que forman parte de estos procesos que cortan y dividen, Elisabeth Massana recordó la figura referencial de Gloria Anzaldúa y su visión de frontera como chicana, mujer y lesbiana y también rememoró el origen del movimiento chicano en los Estados Unidos a través de las huelgas de estudiantes, de la creación de un partido político y del teatro campesino. En este movimiento chicano iniciado el siglo pasado las mujeres estuvieron rezagadas y la figura de Anzaldúa destacó, con su mezcla de ensayo y poesía, “como una voz poderosa que cuestionaba lo chicano en un contexto estadounidense, lo femenino en un contexto machista y lo homosexual en un contexto homófobo”.

De esta particular visión nace el concepto de la nueva mestiza, que reclama una identidad híbrida lejos de las fronteras y los límites, una identidad que surge desde la multiplicidad tanto en el terreno como en el propio cuerpo. Anzaldúa también defendió el spanglish como arma política y la frontera como el espacio donde viven las personas que no son (somos) normativas y que se plantean otras maneras distintas de ser. Elisabeth Massana siguió desgranando experiencias teatrales que tienen una fuerte relación con lo chicano y con lo fronterizo, como por ejemplo la propuesta de Cherrie Moraga y su Hungry Woman, a Mexican Medea (cuya trama ocurre en un mundo distópico en el cual todas las reivindicaciones chicanas son logradas).

Muchas de estas obras le recuerdan al espectador la petición añeja y profunda del movimiento chicano por recuperar el territorio mítico de Aztlán y sus raíces. Cruzamos fronteras pero las fronteras también nos cruzan a nosotros. A través del teatro, las historias cruzan pensares e identidades, raíces y cuerpos y esto es, precisamente, lo que ocurrió en el Casal Català, un cruce de aprendizajes, un encuentro de vivencias a través del teatro a través del cual siempre caen, al final, todas las máscaras.

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