Ni Macron, ni Kumamoto: Batllori

Jhonny Brea
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 6 de septiembre, 2017

Estas últimas lluvias han sido mucho problema. Ya hasta tuve que ir a comprar carbón para poner en los clósets y así quitar la humedad de las paredes. Ustedes saben, las labores propias de mi sexo.

El caso es que estaba en la tienda viendo cada una de las bolsas cuando una señora me largó que por qué quería comprar algo tan malo para el ambiente. Por supuesto, tuve un ataque de sordera selectiva y pagué lo más rápido que pude y emprendí la graciosa retirada, pero sobre todo porque ya necesitaba ver que las colchas de invierno (¿qué quieren que diga? La [i]Xtabay[/i] estaba empeñada en comprarlas) no tuvieran hongos y había un poco de sol como para intentar lavar, en caso necesario.

A todas estas, La [i]Xtabay[/i] no me habla. Está molesta conmigo porque mi colaboración anterior, que compartí en Facebook, sólo ha recibido “likes” y comentarios mayormente por parte de mujeres, y por cierto, positivos. Como se podrán imaginar, comenzó a preguntar con tono seco que quién es esa que quiere que haga standup, o la que dice que “le encantó” lo de “La Macrona”.

Que me perdonen mis pocas lectoras, pero en vista de que La [i]Xtabay[/i] estaba a punto de lanzarme una filípica que porque andaba de coqueto, ojo alegre y otros epítetos. Ya estaba por exigirme las contraseñas de mi teléfono cuando solté un “mi amor, ¿qué te preocupa? Nada más tengo ojos para ti”. Eso la tranquilizó, pero tiene el pleito latente y a la menor provocación puede estallar.

“Lo que pasa es que no sabes cómo está el ambiente”, fue lo último que me dijo.

Ya intentando descifrar sus palabras, di con la clave. Yucatán no tiene un Macron, y un Kumamoto está por verse, pero tiene un Eduardo Batllori Sampedro.

Y no sé ustedes, pero yo me lanzo a la cargada con él. O al menos nada más voy a intentar que se anime porque, ese sí, no es un político tradicional y menos para el estado. Vamos por partes:

El doctor Batllori es político nada más porque ocupa un cargo público para el cual está muy bien calificado. Dentro del gabinete se distingue porque es el único que no utiliza guayabera. Es más, dudo que tenga una. Es además un hombre de acción: Él no sólo se mete a los caminos de terracería, sino que es capaz de recorrer a pie las rías de Celestún, Lagartos y de Telchac a Dzilam.

Para empezar, tiene un doctorado en ciencias geográficas. De la Universidad de La Habana y no de una en la que se hable algún idioma sajón, pero muy válido. Tiene, además, una trayectoria académica que lo respalda en el Cinvestav de Yucatán. Conoce al dedillo los temas de impacto ambiental y aprovechamiento de recursos hídricos, tan necesario en estos suelos.

Gracias a él, la entidad tiene una ley que declara al estado zona libre de transgénicos. Ya con eso se le nota que ama a Yucatán, porque hasta se pelea con la Federación. Si lo convertimos en gobernador, nos vamos por la agricultura, ganadería y apicultura orgánicas, o la secesión. Ya lo veo en el balcón de Palacio de Gobierno, con el cabello revuelto por el viento, poniéndose al frente del estado en la defensa de la integridad del Arrecife Alacranes contra el daño que haría la exploración y explotación petrolera: “¡Pemex go home!”, y la multitud lo respaldaría.

Yo al menos ya estoy convencido, y a que le encontramos suficientes simpatizantes para lanzar su candidatura sin necesidad de partido.