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Texto y foto: Kálmán Verebélyi
La Jornada Maya

Martes 12 de septiembre, 2017

“El kankobó se llevó toda la cosecha”, relata Guillermo Balam Cobá, y explica que este fenómeno es como un golpe de calor; las nubes se tornan rojas, muy rojas. “El kancobó cae cuando el maíz está espigando. Sin lluvia no se desarrollan las mazorcas, aunque por los tallos pareciera que están saludables. Habría que meter riego, pasar las mangueras junto a la raíz para que vaya goteando. No sé si llegaré a verlo - dice con la resignación de un campesino de 83 años, que ha vivido y sufrido todo.

“No sé qué vamos a comer. Sembré dos hectáreas, lo perdí y Santiago, el ojo de agua da un poco, pero no alcanza. El bulto de Maseca está a 125 pesos, no hay cómo comprarlo”.

Estamos hablando a pocos metros del puente de Hampolol, éste que también se llama Carlota porque la emperatriz pasó por él en su viaje a Mérida en diciembre de 1865, siguiendo la ruta del Camino Real que enlaza Mérida con San Francisco de Campeche. El camino empedrado de 190 kilómetros de largo empezó a construirse a finales del siglo XVI. Se dice que para vencer la distancia las carretas jaladas por mulas tardaban hasta cuatro días.

En este camino había que vencer las aguas que escurren desde el Valle de Edzná, formando caudal de río en época de lluvia. Lo nombran Verde, aunque los habitantes de Hampolol, los que conocen su historia, aseguran que el verdadero río Verde nace en el ojo de agua de Santiago y va alimentándose de otros cenotes antes de llegar al mar en su recorrido de 17 kilómetros.

La referencia más temprana al Camino Real, en su paso por Hampolol, parece ser la consignada por Antonio de Ciudad Real, quien narró el viaje en el que acompañó a Fray Alonso Ponce en 1588:

“Tampoco hay fuentes sino solo una junto al mesmo Campeche, en el camino real, y es aguadulce”.

Los trabajos de mantenimiento de los caminos virreinales peninsulares, a finales del siglo XVI, incluyeron la calzada que se extendía desde el puente de mampostería en Hampolol hasta el de madera tendido sobre la ría de San Francisco. Hampolol fue fundado poco tiempo después de la villa de San Francisco de Campeche en 1540, y era paso obligado en el camino hacia el norte de la península.

Al pasar la segunda mitad del siglo XVII y del XVIII, el puente comenzó a ser barrido por la fuerte corriente, situación agravada por el abandono de las autoridades coloniales. A finales del siglo XVIII debió estar en muy malas condiciones, lo que explicaría por qué las autoridades hispanas elaboraron planes para su mejora, a pocos años de haberse iniciado el siglo XIX. Así, en el Archivo General de Indias, en Sevilla, existe un documento de 1813 elaborado en pergamino, que propone mejoras al puente de Hampolol. El proyecto muestra una imagen lateral de la obra planeada, dice:

“Ydea de la obra que debe hacerse en el Puente de Jampolol para evitar su total ruina, enmendar los soletos de su primera construcción y proporcionar que en el tiempo de lluvias quede transitable aquel país, ante los riesgos que en el día se experimentaron para esta ciudad”.

El puente fue reparado en el siglo XVII, luego en el XVIII y posteriormente, en carta del 10 de junio de 1815, el Ayuntamiento de Campeche solicitó al gobernador, capitán general de la provincia de Yucatán, diversas obras de utilidad pública, entre las que se encontraban “la composición” de los caminos, y en particular del puente de Hampolol, de común y útil servicio a toda la provincia. Pocos años después, por cédula real, don Miguel de Castro y Araoz, gobernador de la provincia de Yucatán, con fecha del 16 de abril de 1818, mandó ejecutar las obras solicitadas. Los trabajos tuvieron atrasos significativos y concluyeron hasta 1831.

El puente de Hampolol tiene una orientación longitudinal sur-norte; mide 44.70 m de largo; 6.60 m de ancho máximo y una altura máxima de 2.70 m en el interior del arco central. Cuenta con una cubierta a dos aguas sostenida por ocho anclajes. Estos forman siete arcos de medio punto sobre los gruesos soportes.

El puente aún conserva en sus extremos los vestigios del Camino Real, mismo que también fue cubierto con una capa de asfalto en varios momentos del siglo XX.

La anchura promedio del camino fue de ocho metros, espacio suficiente para el tránsito peatonal o de dos carruajes en ambos sentidos. Cabe aclarar que dichos vestigios corresponden a las mejoras del camino realizadas en la segunda mitad del siglo XVII y a lo largo del XVIII. No obstante, en la mayor parte del recorrido original ya no queda nada. Los materiales fueron retirados en diversos momentos del siglo XX, por varias empresas dedicadas a vender y triturar piedra como materiales de construcción.

La reconstrucción del puente se realizó en 1999. Desde esa fecha, no se ha hecho ninguna acción para su aprovechamiento turístico.

“El puente es del ejido de Hampolol, pero el comisario no hace nada para que se aproveche. Mira, debajo de esta maleza hay un tesoro”, y Hermilo Paredes Huicab señala hacia una vegetación espesa; allí están las piedras originales del Camino Real. No hay interés en aprovecharla. No hay un letrero en la autopista, está a 300 metros, indicando este monumento histórico. Viene gente a tomarse la foto, vienen los que conocen su historia. Ahora es el paso de los ejidatarios hacia la milpa, hacia el ojo de agua, a Ich Ha Lool.

Hermilo Paredes viene de la fajina que los ejidatarios realizaron en Santiago. “Recogí un poco de leña, mientras se hace brasa voy a la milpa por unas mazorcas de elote verde. Vamos a hacer un manjar: tortillas, atole de este maíz tierno y dulce”.

Guillermo lo está escuchando, mirando al piso. “Te invito, Memo, para que tengas un día feliz”, dice Hermilo, y cruzando el puente colonial se aleja rumbo al poblado.

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