Daniel López Aguilar
Foto: Cristina Rodríguez
La Jornada Maya

Ciudad de México
Viernes 15 de septiembre, 2017

El comienzo ideal de un libro, de un relato, es con la frase había una vez. Sin embargo, hoy los jóvenes narradores argentinos se burlan de mí porque sus novelas están escritas en tiempo presente; vaya que los tiempos han cambiado, dijo el novelista César Aira, el pasado miércoles, en la charla que sostuvo con sus colegas Luis Jorge Boone y Martín Solares en la sede de Ediciones Era.

De visita en México para presentar sus recientes libros [i]Entre los indios[/i] y [i]La liebre[/i] (publicados por ese sello), el narrador argentino explicó el deseo personal de que sus obras no llevaran título, porque ponerlo sería algo que condiciona. Es un requisito para todo editor, incluso para los independientes, pese a que los tengo un poco dominados.

El también editor Martín Solares apuntó: Tienes títulos tan aparentemente sencillos como [i]La abeja, La serpiente, Cumpleaños, La liebre, Cómo me hice monja[/i].

–¿Cuál sería entonces tu estrategia o procedimiento para elegir los títulos de tus libros?

–Es imposible decirlo. Cuando empiezo a pasar textos a la computadora, sólo pongo un nombre para reconocerlos; a veces funciona así. La verdad, parto de mi consciente poco sano, he publicado mucho, y si optara por títulos largos ni yo los recordaría. Es mejor usar una palabrita, con base quizá en una idea borgeana.

En Argentina, 99 por ciento de las novelas o relatos que se publican están escritas en tiempo presente; sospecho que pasa esto, porque quienes aprendimos lo que era el relato, sabemos que se debe incorporar el tiempo pasado: pasó esto, pasó aquello. Hoy, en el mundo audiovisual para los jóvenes, el relato es lo que ven.

[b]Va por su libro número 100[/b]

Para Luis Jorge Boone, poeta, novelista y cantautor, leer a Aira es sumergirse en dos disyuntivas. Recuerdo que cuando llegué a la Ciudad de México y tenía a un grupo de amigos intelectuales, estudiosos, no sabíamos cómo clasificarte. Tus novelas son como un juego. Una combinatoria que siempre modifica su propio sentido, o un reacomodo cuando sale un nuevo ejemplar. La otra reflexión: pensamos que tu nombre quizá era una especie de sociedad anónima formada por 12 o 15 escritores, que se reunían cada dos meses para terminar un relato.

César Aira (Coronel Pringles, 1949) dijo que su proceso escritural no ha cambiado mucho; el gusto de escribir, de desafiarse, de crear una continuación para ciertas historias no ha caducado. A veces me convierto en espectador de mi trabajo y he notado una pérdida de confianza en mí mismo. De joven escribía y rápidamente se lo pasaba a un editor. Ahora es diferente, cambio ideas, vuelvo al final, corrijo otra vez. Tal vez el trasfondo es una insatisfacción, que era demasiado bueno para escribir estos libros tan defectuosos. Quizá por eso seguí para ver si acertaba con algo bueno.

Añadió que no sólo tiene 60 libros publicados, sino 99. Estoy preparando una especie de catálogo razonado para festejar la aparición del número 100. Asimismo, puntualizó que sus ejemplares regularmente son delgaditos por la envidia que sentía de joven ante los textos de los poetas, sus obras eran elegantes, finas, y las admiraba más cuando añadían imágenes.

Solares retomó: Una de las pocas cosas que no pueden encontrarse en tus novelas es una ideología o una opinión editorial de la realidad de Argentina o latinoamericana, a diferencia de algunos cuentistas que te precedían, creo que te has esforzado conscientemente en retirar tus opiniones en beneficio de la literatura.

“No hay gran cosa qué decir –dijo Aira–. Lo mío es la literatura. La literatura es un juego irresponsable, un juego casi de niños que preserva la infancia de… ya no sé lo que estoy diciendo. Pero la literatura no tiene ninguna función social. Es injusto exigirle eso, no puedes pedir explicaciones al resto de las artes, es como preguntarse qué función social tiene la música de Mozart”.

Aira insistió en que no le interesa el público, sino los lectores, pues siempre terminarán conociendo algo de sus letras. Regularmente no todos entienden el significado de mis novelas, aunque sé de su buena intención. Sin embargo, los perdono.

Al final de esa charla, el autor autografió ejemplares de sus libros en el domicilio de Ediciones Era (Mérida 4, colonia Roma).


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