Sismo

Eduardo del Buey
Foto: Carlos Ramos Mamahua
La Jornada Maya

Jueves 21 de septiembre, 2017

Siendo un canadiense que vive en Mérida, aún me impresiona la dualidad de la psique mexicana actual.

Por un lado, me la paso horas escuchando a los mexicanos quejarse acerca de sus políticos, el estado de la justicia en el país, de la corrupción, de la inclinación nacional hacia la desorganización, y de la necesidad de una cultura de cooperación que mejore el desarrollo económico y social.

Pero, cuando la tragedia golpea, todo se vuelve manos a la obra, y la sociedad mexicana tiene la habilidad, y de hecho, el talento, de reparar todo.

Hubo una muestra de esto durante el terremoto de 1985, en el cual, brigadas de civiles se dieron a la tarea de socorrer y rescatar en la Ciudad de México, tras el sismo devastador del 19 de septiembre, mientras se quejaban del letargo inicial en que se encontraba el gobierno y su inhabilidad para dar una rápida respuesta a la magnitud de la muerte y destrucción traída por el movimiento telúrico.

Este año, el 19 de septiembre es de nuevo una fecha trágica. Otro terremoto, más destrucción, muertes, sufrimiento y muchísima tristeza nacional.

Sin embargo, la sociedad mexicana ha mostrado de nuevo un alto sentido de solidaridad, y una rapidez para la respuesta.

Siempre le digo a mis estudiantes de comunicación que, para poder estar listos para comunicar durante una crisis, los elementos más importantes son preparación y práctica.

La preparación te ayuda a generar mecanismos que te permitan sobrellevar las crisis adecuadamente, y entrenar a tu personal en formas de resolución de problemas rápida.

La práctica te permite poner a prueba sistemas, y familiarizarte con todos los elementos disponibles para que, cuando la crisis golpee, la organización se pueda mover rápido y resolver los problemas que permitan regresar a la normalidad, lo antes posible.

Esto es lo que ha hecho la sociedad mexicana, y funciona.

Dos horas antes del sismo, se ordenó que un simulacro en la Ciudad de México, para preparar a los ciudadanos para lo inevitable. La ciudad se asienta en placas tectónicas que están en constante movimiento, y los sismos son un hecho en la vida normal. Tan pronto como el simulacro concluyó, el sismo golpeó.

La gente estaba preparada.

La defensa civil estaba preparada.

Los hospitales y servicios de emergencia estaban preparados.

El gobierno estaba preparado.

Tan pronto como el sismo golpeó, los ciudadanos respondieron efectiva y eficientemente.

Los hospitales anunciaron que atenderían a las victimas gratuitamente.

La gente se dirigió a los edificios colapsados para empezar a rescatar a los heridos, y recuperar a los muertos.

La gente desbloqueó sus cuentas de WiFi para que aquellos que se encontraban atrapados entre los escombros tuviesen acceso a las redes sociales, y pudieran pedir ayuda usando sus teléfonos inteligentes.

Aeromexico anunció que aumentaría su flexibilidad, permitiendo a los pasajeros cambiar sus vuelos durante el siguiente mes sin ningún costo, dado el daño sufrido al aeropuerto, y la incertidumbre en los horarios de vuelo.

Algunos estudiantes organizaron puntos de recepción para donaciones de equipos de emergencias no solo en la Ciudad de México, sino en todo el país. De hecho, en dos universidades donde doy clases, hay montones de botellas de agua, alimentos enlatados, y artículos de higiene personal, listos para ser enviados hoy, no solo a la Ciudad de México, pero también a Oaxaca, en donde un sismo similar golpeó hace apenas un par de semanas.

En la Ciudad de México, los civiles se reunieron en el principal estadio de futbol, para unirse a las brigadas de rescate esa misma noche. Las operaciones de rescate continuaron toda la noche, con masas de civiles participando en el auxilio de sus compañeros ciudadanos, y salvando el mayor número de vidas posible.

Todos se organizaron a través del uso efectivo de las redes sociales - la tecnología moderna salvó vidas y permitió la organización de equipos de respuesta rápida compuestos por ciudadanos ordinarios, que ayudaron a mitigar el número de muertes y la gravedad de las heridas de las muchas víctimas de esta calamidad.

Y el gobierno también reaccionó rápidamente. El presidente Peña Nieto declaró el estado de emergencia, ordenó la evacuación de los pacientes a hospitales que fuesen seguros, y activó la ayuda militar para las labores de asistencia.

Las autoridades aprendieron las lecciones que dejó 1985, y su nivel de preparación parece ser mucho mejor de lo que era en ese momento. La cifra de muertos rondaba los 250 mientras esto se escribía, y se espera que suba aún más después de que se remuevan los escombros, y se encuentren más víctimas. Pero los simulacros, las regulaciones en construcciones, y la tecnología han ayudado a la sociedad mexicana a prepararse para lo inevitable, a reforzar sus edificios y construirlos para responder de mejor manera a los movimientos tectónicos, y a comunicarse rápidamente mediante el uso de redes sociales.

Los mexicanos enfrentan a días y semanas de reconstrucción y recuperación emocional, financiera y logística. La gente tendrá que enterrar a sus seres queridos, o estar a su lado durante su recuperación. Los negocios se verán afectados, y empleos se habrán perdido. Hogares habrán desaparecido, dejando a muchos con el reto de encontrar refugio permanente o temporal.

Sin embargo, México perseverará.

La gente es resiliente, y comparte un sentido de comunidad que trasciende los problemas y retos diarios.

Bravo México.

Viva México.

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