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del

Héctor León
Foto: Notimex
La Jornada Maya

Sábado 23 de septiembre, 2017

[i]Y, sin embargo, escribo de lo que veo, oigo o leo[/i].
[i]Disgregación, Fedor Dostoyevski[/i]

Evacuado de la calle de Chiapas en la Roma, por riesgo de colapso de edificio dañado desde los sismos de 1985, y dejado a su suerte, ahora inclinado a punto de sucumbir y amenazando la casa de varios, entre otros del escribano. En algún momento somos damnificados, algunos así nacieron, otros se convierten en voluntarios rescatistas de la vida y, de paso, de sí mismos.

Niñas bellas con sus tapabocas y chalecos anaranjados fluorescentes y cascos amarillos relucientes y su bote en mano a su tamaño y una palita nueva. En pequeños grupos junto con sus novios y amigos y desconocidos amigos nuevos que llenan sus miradas, antes vacías inmersas en sus Android o IPhon, ahora llenas ante la trágica tragedia que se atraviesa en sus vidas, ahora si reales.

¿Para qué tantas horas de gimnasio? Ahí van los prometeos con pico y pala y mazo recién comprados y cascos, chicos condesitos y romanos, muchos extranjeros, frente a ellos mismos, iluminados de héroes: ¡Ahora es cuando! Enfrentados a los derrumbes y poseídos de un horror y adrenalina hasta ahora desconocidos.

En la calle de San Luis Potosí, en la Roma, un gran paflón de 10 x 10 metros es cargado por todos los que pasábamos por ahí. Ya hay acorazados arriba dirigiendo la acción en un griterío endemoniado. En el Parque México las columnas Art Decó de 10 metros de altura del Teatro Charles Lindberg flotaban en el aire y parecía se venían abajo cuando en una improvisada partida de tenis informal los oponentes corrían a resguardo: tres colombianas caían al centro de la explanada rezando ante su Dios para que detuviera su ira; a unos metros un polvorín se levantaba: se vencía un edificio en Laredo y la redonda avenida Ámsterdam, en la Condesa En unos minutos ya estaban cien manos haciendo cadenas y moviendo las piedras. ¿Quién dijo que la organización solidaria del sismo del 85 era irrepetible?

Estamos en el S-19. Subidos en las pilas de cemento y acero retorcido cual forajidos en busca de vida. Lo lograron. Qué alegría. Silencio. Puño derecho cerrado en alto. Aplauso por el tiempo de la actualidad real desgarrada de la sinfonía del amor en vida. Coherencia en la mirada de los casi infantes y siempre adolescentes. La misma mirada de aquellos del sismo del 85, ahora maduros de tiempo.

La red infinita que reemplaza a los periódicos y que manda en esos chats de híper velocidad que resuelve enseguida hacia dónde dirigir los esfuerzos. Todo mundo es jefe. Todo mundo dirige. Todo mundo obedece. Por aquí no circule hay fuga de gas, de voz dulce una niña con casco dirige el tráfico, le hago caso sin chistar. Ellos cierran calles y acordonan. Un orden caótico respetuoso. Los motoristas y parvadas de bicicletas llevan y traen víveres, cual ángeles de un dios.

La alegría viene/nace de lo más profundo del alma y de las miradas encontradas cuando truena el aplauso y brota a borbollones la vida ante la calamidad furtiva en las cadenas de voluntarios en demasía jóvenes al grito de van cobijas, agua, latas y retiembla la tierra al grito jubiloso de cientos de manos en mil centros de acopio de víveres: corren tiempos de tristeza. Mi casa es tu casa. El encuentro de una vida es el salvamiento de la ultravida misteriosa de todos, por eso aplausos. Mil aplausos.

Sí, Frida, y sus manitas y patitas con guantes para aguantar raspaduras, vidrios rotos y metal caliente, y también Titán. No es casualidad que este S-19 supere la coincidencia. Rascan y rascan y olfatean la vida. Aplausos a estos dos perros rescatistas, de muchos, que ya arrancaron al derrumbe varias almas nuevas.

Chaplin decía que la vida es una puesta en escena, si la miras de cerca, es una tragedia, vista de lejos, parece una comedia. Afuera y adentro del escombro quejumbroso: indecible. Y nos volvimos a mirar a los ojos, y sonreír y llorar, y sobre todo aplaudir, en caravanas de bicicletas, a pie, en motos, sobre cabinas y autos correteando el rastro del sismo en regueros de energía de brigadistas y voluntarios que salvando se salvan.

Excepcional momento histórico para preguntarse: ¿Bárbaros o civilizados? Una misión suprema de la vida desenterrando a nuestros muertos para llevarlos a mejor fin. Cuando eres sobreviviente y damnificado escribes una lista de que te queda, lo que te falta y lo que no importa. Entras a las redes y corres a un centro de acopio o zona de derrumbes luchando por tu vida el resto de tu vida. Documentos, pasaporte, gato, peces, tenis, un libro, lap top...etc. ¿Dónde dormiré ahora? ¿Cuándo demolerán el edificio de enfrente? ¿Regresaré a casa?

Y, qué bueno que no existió Frida (la niña), porque estaría bajo los escombros, y estaría peregrinamente muerta, sentenciaría el periodista Dostoyevski, en su Disgregación.

[i]Ciudad de México[/i]


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