A la distancia, la frustración es otra

Sandra Gayou Soto
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Martes 26 de septiembre, 2017

A lo lejos la frustración es otra. A la distancia lo supimos prácticamente de inmediato, sacamos un tuit, mientras monitoreamos la red para saber qué tan fuerte era; en instantes las redes sociales se inundaron de mensajes, videos, fotos, edificios tambaleándose, explosiones, había que confirmar con fuentes oficiales, pero la catástrofe era visible, la Ciudad de México colapsó el mismo día, 32 años después. Tuve que narrarles a mis hijas lo que me sucedió, prácticamente a su edad, mientras veían a sus padres intentando no llorar frente a ellas, el peor de nuestros temores de infancia se hizo realidad.

Sin embargo, fue diferente, en minutos recordamos que cuando decidimos salir de ahí una de las razones fue que, de alguna manera, todos sabíamos que podía volver a pasar, pero ahora con mucha más gente en la ciudad, menos agua, más viviendas de menor espacio, una encima de la otra. Sí, una de los motivos que nos trajo a Yucatán es que aquí no tiembla (o no temblaba).

Es muy duro, en la distancia, mirar las calles donde caminábamos todos los días, pensar en nuestros amigos y familia en esa circunstancia que sabemos es de terror. Sabernos tan lejos, tan inútiles, tan cercanos y tan ajenos al mismo tiempo.

Nuestra obligación era por lo menos monitorear, confirmar que todos estuvieran bien y buscar la manera de ayudar, parecía que todo se había quedado en un susto, hasta que nos enteramos que uno de nuestros mejores amigos había perdido su casa, lo perdió todo.

Al hablar con él nos dijo que lo que le había sucedido era menor, pues había gente que estaba en una situación peor que la suya, no le importó su colección de libros de filosofía, discos y películas; todo lo mantenía en estricto orden alfabético, cada elemento de la decoración de su casa tenía una historia que contar y todo estaba colocado calculadamente dentro de los espacios que ha habitado. Todo eso desapareció, pero no le importó, lo importante era que sus gatos y perros estuvieran a salvo.

El Monumento a la Madre se cayó, mi mejor amiga trabaja en un edificio aledaño, decir que sentí pánico al imaginarla ahí es lo menos que puedo expresar, la frustración se ha ido acumulando, lo más difícil es, sin duda, imaginar que la historia se está repitiendo, que he tenido que explicarles a mis hijas lo mismo que tuvieron que explicarme a mí, contarles que mi abuelita siempre dijo que su casa no se caería, porque ahí en San Pedro de los Pinos había roca volcánica; hoy ella ya no está, la casa sigue en pie.

Creo que aún no superamos la frustración de salir corriendo de allá, queremos abrazarlos, apoyarlos a todos. Regresaremos y la ciudad será otra, ya es otra. No nos sorprende la solidaridad y organización de la gente, la conocemos, la hemos vivido en otros momentos, en otros contextos. La historia se repitió, pero ahora fuimos espectadores desde otra latitud, qué papel tan difícil.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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