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Eduardo del Buey
Foto: Afp
La Jornada Maya

Martes 10 de octubre, 2017

Hannah Arendt alguna vez acuñó la frase “la banalidad del mal”. ¿Quizá también queramos utilizar la frase “la banalidad de la violencia”?

Millones han sido desplazados, y cientos de miles asesinados, en Siria, tras seis años de guerra civil.

A pesar de que las noticias son el medio por el que nos enteramos de situaciones o eventos que nos afectan, el hecho de que una guerra de seis años sólo ha sido cubierta esporádicamente, y sin gran detalle, por muchos medios, subraya el hecho de que la violencia en Siria se ha convertido en otro de los acontecimientos de la vida que las audiencias han superado.

Muchos están muriendo en Yemen, en una catástrofe hecha por el hombre, mientras Arabia Saudita e Irán pelean una guerra a través de sus aliados en el país. De nuevo, la cobertura de los hechos por los medios occidentales es, actualmente, mínima.

Sudán del Sur ha visto violencia sin precedentes desde su nacimiento en el 2011, y, sin embargo, decenas de miles de muertes no son reportadas por los medios globales.

El violento conflicto que ocurre en la República Democrática del Congo también ha reclamado cientos de miles de muertes, y ha creado un éxodo de refugiados en sus países vecinos.

Stalin alguna vez comentó que una muerte es una tragedia, pero un millón de muertes son una estadística. ¿Han sido las víctimas de estos conflictos reducidos a estadísticas? O ¿son sus muertes dignas de ser reportadas por los medios internacionales?

Los medios tienen el poder de influenciar gobiernos, tanto aquellos electos democráticamente, así como las dictaduras autoritarias. Aun cuando los reportes deben permanecer objetivos y apegados a los hechos, los medios también tienen un rol editorial, uno en el cual, de hecho, pueden hacer llamados a la gente y a los gobiernos a actuar cuando se presenta una catástrofe humanitaria.

Robert Hariman y John Louis Lucaities escribieron, en Flow 2012, que “es difícil ignorar a 5.4 millones asesinados en el Congo (incluyendo violaciones en masa y mutilación sexual), a otros 800 mil en Ruanda, y también aquellos en los Balcanes, Chechenia y en las guerras sucias de Latino América, sin mencionar a los 40 millones de personas que actualmente se encuentran desplazados en otros países, usualmente por la guerra, y en campos de concentración que se han convertido en asentamientos de gente sin patria”.

De hecho, el último ataque terrorista en Barcelona tuvo cobertura total, mientras que los ataques terroristas, inspirados por ISIS, en los países africanos y árabes, que han acabado con decenas de vidas, son ignorados por muchas cadenas internacionales.

Seguramente hay periodistas en campo, cubriendo las historias mientras arriesgan sus propias vidas para descubrir, y mostrarnos la verdad. No hay duda de que las noticias locales deben ser cubiertas y reportadas para mantener al electorado informado acerca de temas locales y nacionales clave, que afectan sus vidas.

Pero ¿no debería tener alguna responsabilidad quienes deciden que se reporta (gerentes, editores, productores y publicistas) por la falta de atención que se da a la violencia que plaga muchas partes del mundo? Si creen en el periodismo, ¿No deberían estar en la vanguardia, denunciando a aquellos que son responsables de la violencia, galvanizando la opinión publica en contra de los perpetradores?

En este mundo globalizado y mediatizado, la cobertura de las noticias debería reflejar las nuevas realidades económicas, políticas y sociales. A pesar de que las guerras en el Congo, Yemen y Siria puedan parecernos distantes, aún pueden tener efectos directos en nosotros, sin importar que importancia les demos. Los eventos terroristas y las guerras civiles, en cualquier parte, generan grandes flujos de refugiados cuyo movimiento puede, y de hecho afecta a occidente, como lo hemos podido ver en Europa y África, en estos últimos años.

El actor y activista Edward James Olmos alguna vez dijo que “la educación es la vacuna en contra de la violencia”. Los medios juegan un importante rol en la educación del público, al proveer información y moldear los puntos de vista. Los medios deben contribuir en la lucha contra la violencia, y pueden hacerlo al compartir la fealdad de los conflictos, y concientizar a las audiencias. Como muchos sabios han notado a través del tiempo, lo único que necesita el mal para triunfar es que la gente buena se quede con los brazos cruzados. Evitar o minimizar la cobertura de la violencia en los medios puede ser interpretado como el equivalente moral de consentirla.

Los servicios de noticias deben adaptar sus líneas de acción a la nueva sociedad globalizada en la que todos vivimos, y asegurarse de que todos estemos conscientes e informados de lo que sucede alrededor del mundo. El problema no está sólo en reportar, pero también en dar seguimiento cuando no se ha alcanzado ningún progreso en la solución del conflicto. Esto merece cobertura y, aquí, las organizaciones de noticias pueden hacer la diferencia.

La violencia global actual es una amenaza para todos nosotros si se deja libre, y la falta de cobertura mediática buena y consistente, priva a los ciudadanos, en todas partes, de la información que necesitan para presionar a los gobiernos y a las instituciones internacionales, para que solucionen los problemas y cambien la marea de la humanidad de la creación a la solución de conflictos.

Nadie tiene una buena respuesta, pero, con buena información y aún más seguimiento, todos tenemos una oportunidad de hacer notar nuestras opiniones a los gobiernos electos, y en los que la sociedad civil tiene un impacto.

Esto no es mucho, pero es el comienzo.

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