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del

Carlos Meade
Foto: Afp
La Jornada Maya

Jueves 12 de octubre, 2017

El proceso electoral que se avecina no promete cambios en la administración pública de Tulum, una plaza cooptada desde sus orígenes por el PRI y controlada por la figura de un típico cacique de pueblo, en un esquema arcaico y dinosáurico que todavía prevalece, por desgracia, en muchos municipios de este país.

Podría parecer que el actual grupo en el gobierno estatal, gracias a una alianza PAN/PRD, representa un factor de cambio, un obstáculo para la imposición priísta, pero esto no es así. Comenzando porque el actual gobernador es un priísta chapulín, cuya lealtad está amarrada no necesariamente al PRI, sino a los intereses de una de las redes caciquiles que han gobernado a Quintana Roo.

Recordemos que, desde Cozumel, los Joaquín y los Borge se han repartido el poder, no sin episodios de confrontación, como el que llevó al actual gobernador al salirse del PRI para ser postulado por la incongruente alianza de un supuesto partido de izquierda con uno de derecha.

En este escenario, es de esperar que en cada municipio las élites políticas y económicas encuentren y recorran los canales electorales favorables para conservar su poder.

En Tulum, ante la amenaza de la perpetuación de la dinastía Dzul Caamal, no parece que el resto de los actores políticos tengan la fuerza para detener una nueva reedición de la aplanadora.

El PAN y el PRD, bajo la sombra del gobernador, “amigo” de Dzul Caamal, se acomodarán a conveniencia de ellos mismos. La única oposición pudiera venir de Morena, pero sus pugnas internas y la incipiente estructura de este partido en Tulum no parecen representar una amenaza para el PRI.

Tenemos también un grupo de suspirantes recurrentes que contribuyen a la simulación democrática (Gilberto Gómez Mora, Germán Gallegos Don Cafeto, Jorge Portilla) y que, en el pasado, han sido premiados con cargos públicos en los que sus perfiles no encajan, pero ¿a quién importa?

[b]Posibilidades[/b]

El sector hotelero, que es el que mueve la economía de este municipio, podría ser también un actor importante en el proceso político si se organizara y aliara con la sociedad civil, la cual ha tomado cierto protagonismo recientemente. No parece que esto vaya a suceder.

Independientemente de partidos y candidatos, lo que Tulum debería estar debatiendo es un programa de gobierno que atienda las diferentes y graves problemáticas por las que atraviesa el municipio.

[b]Desafíos y dificultades[/b]

Imposible describir aquí los problemas que nos aquejan como sociedad. Señalamos sólo algunas de las dificultades más acuciantes que una nueva administración pública debería atender.

El desorden en el crecimiento urbano es causa de graves daños ambientales y las autoridades no han tenido capacidad para vigilar que se cumplan los reglamentos de construcción y lineamientos del Programa de Desarrollo Urbano (PDU).

La insuficiente infraestructura hidráulica sólo ofrece tratamiento a 30 por ciento de aguas residuales. Esto significa que el 70 por ciento de las aguas negras que generamos están contaminando el acuífero y, por lo tanto, las aguas marinas costeras. Si no encendemos un foco rojo en este tema, la vitalidad económica del municipio, basada en el turismo, puede colapsarse abruptamente.

Las invasiones de terrenos, que ha sido un patrón en el crecimiento de Cancún y Playa del Carmen, ahora representan en Tulum un factor inquietante. Por un lado, porque encarnan un conflicto por la tenencia de la tierra (que se suma a otros que ya hay) y, por otra, porque los invasores pueden convertirse, en el contexto actual, en clientelas electorales, como ha sucedido también con frecuencia. Esto significa que los políticos ofrecerán regularizar las tierras invadidas pasando por encima del ordenamiento territorial establecido en el PDU, sin reparar en que muchos de estos invasores no es gente que en realidad necesite vivienda de manera urgente, sino oportunistas que aprovechan el desorden para hacerse de un lote en un lugar donde la plusvalía crece día a día.

La desigualdad extrema que padece nuestro municipio, con el contraste entre el desarrollo residencial en la costa y comunidades mayas tradicionales que viven una economía de autosubsistencia, es un tema impostergable.

Vincular el potencial agropecuario, forestal y turístico de estas comunidades, con la dinámica turística costera, podría contribuir a la integración económica del municipio y a diversificar las actividades, de forma que no dependamos sólo del turismo, considerando, con sensatez, que la sostenibilidad de un modelo social depende, en buena medida, de la diversidad de sus actividades económicas.

Ojalá los candidatos identificaran los problemas prioritarios y ofrecieran soluciones realistas y comprometidas.

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