El error de Mauricio

Fabrizio León Diez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Lunes 16 de octubre, 2017

El error no necesariamente es negativo. Sin equivocarnos no sabríamos de certeza, precisión y exactitud. Pero una errata nos exhibe y crea confusión. El paisaje más cercano es imaginarse una tormenta desatada y, al investigarla, darnos cuenta de que su efecto es porque cometimos un descuido.

Estamos rodeados por errores. Nos burlamos de quien los comete, lamemos los yerros propios, escondemos las inexactitudes, somos cómplices de quien por nuestra culpa cometió el error y pagaríamos dinero para que no se nos denuncie, a menos que imaginemos una traición instantánea que, como el error, no es planeada.

La ventaja es que los errores se convierten en ventanas cuando llega la tormenta. Los momentos decisivos siempre son acompañados por destellos de sobrevivencia y lucidez que nos hacen identificar a quiénes les da felicidad nuestro desacierto, quiénes son los beneficiarios, cuántos amigos tenemos y, sobre todo, cuánto daríamos por volver, o no, a repetirlo. Hay errores que son fortunas.

El error también se aprende con la audacia. La perfección no es la ausencia de error; son cómplices uno y otro. En la primera se siente la altura, en el segundo, se aterriza.

[b]Sahuí[/b]

La preocupación del PRI en Yucatán devino en caos la tarde del sábado 8 de octubre. Una llamada de Progreso, primero; Celestún después y Valladolid en seguida, preguntando si ya se había decidido que el señor Mauricio era el candidato a gobernador. “¿Cuál Mauricio?”, preguntó el dirigente de guardia.

- “Sahuí”, le respondieron, y el asombrado líder se quedó mudo y atinó a contestar, “no sé, pero lo checo”. Habló a Palacio, pero no le contestaron. Mandó los mensajes y se movió para consultar, inquieto y con el temor que se concentra en el estómago, pues sabía que “se habían pasado”.

Quien recibió la llamada sabía de qué se trataba. La portada de La Revista Peninsular había causado su efecto. Mauricio estaba en boca de todos y corrían los whatapps como pólvora encendida.

En ella aparece una fotografía del gobernador Rolando Zapata alzando el brazo izquierdo de su secretario de Desarrollo Social, los dos vestidos con camisa blanca y sonrientes en medio de un diseño editorial que destaca las palabras “Sahuí” y “Gobernador”, e intercala la frase “quiere ser”.

La publicación anuncia una amplia entrevista con el titular de la Sedesol, en la que efectivamente confirma su aspiración. El funcionario está colocado en el tercer sitio de preferencias para ser elegido gobernador y en segundo lugar en su partido, como posible candidato, según la encuesta que publicó La Jornada Maya, la cual nos fue filtrada por un funcionario de la Secretaría de Gobernación.

El ambiente cambió de aroma la noche del mismo sábado. Lo que hasta en ese momento era festejo por la audacia cometida, se trastornó y las discusiones propias de una aventura viraron en insultos, desconocimiento de las claves, cambio de señales y un irremediable malestar e irritación de los dos principales protagonistas, pues se había expuesto públicamente la portada de la revista, que hasta ese momento circulaba normalmente, en más de 100 de carteleras y espectaculares colocados prácticamente en todas las esquinas conocidas de Mérida, la carretera a Progreso, a Valladolid y Dzemul. El clásico mal sabor de boca.

La ansiedad aumentó en la semana y las denuncias no se hicieron esperar. También vinieron los reclamos internos, que recomendaban el urgente control de daños, que al llegar resultó todavía en más desaciertos.

La oposición hizo su trabajo al presentar las denuncias por actos adelantados de campaña y en el Congreso pidieron la renuncia del secretario. La tibia defensa comprobó que en el partido oficial no había “línea” y dentro de Palacio sólo los allegados al despacho principal notaban la enorme indignación por el abuso que, aparentemente, se había cometido.

Lo sabían quienes debían de saberlo, pero por primera vez en el último año, cuando las operaciones para el destape se llevan a cabo, no se pusieron de acuerdo en los detalles y los tiempos. Aunque lo peor fue que tampoco calcularon las consecuencias.

La única reacción que se les ocurrió fue peor. A la semana del desatino, y luego de montar sus figuras por toda Mérida y sus alrededores, desmontaron el cuerpo del delito por el que seguramente serían juzgados; exhibir su deseo antes de los tiempos.

Todavía no hay víctimas de la zacapela, pero más de uno sabe que su audacia, y sobre todo el abuso que da la prisa por imponerse, tendrá que pagar un precio alto, mucho más que lo invertido en la producción. Lo que ahora es una herida puede infectarse. Hasta ahora les salió barato.

En estos tiempos ya no se puede pensar que las acciones, que hasta hace años o meses funcionaban con impunidad, ahora serían premiadas sólo por ser una osadía.

El error de Mauricio lo llevó una vez más al espejo. Ya no era él mismo.

El aspirante en dos ocasiones a la alcaldía de Mérida sabe lo que es quedarse en la orilla y competir. En medio de la reciente polémica, en su equipo se filtra la pregunta “¿cuándo la hemos tenido fácil?”.

Atrás de él, entre las sombras, están reflejados sus operadores y varios de sus contrincantes, ocupados en medir sus pasos, pues ellos también pueden cometer errores.

A como está la contienda yucateca por el poder, en un descuido se puede romper el espejo e iniciar, para ellos, la maldición de los siete años, y la fortuna de los otros por más de una década.

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