Armando G. Tejeda
Foto: Afp
La Jornada Maya

Madrid, España
Miércoles 25 de octubre, 2017

Se rompió el “pacto de silencio” y afloró en los solemnes despachos del Europarlamento una realidad lacerante que provocó el sonrojo de sus “señorías”: el acoso sexual a las mujeres trabajadoras es “habitual” y “generalizado”. Y, lo peor: es una situación que “todos conocen”, pero que también “todos callan” por miedo a represalias de los acosadores, que suelen ser precisamente los hombres con poder que adoptan las grandes decisiones de la región.

El caso de Harvey Weinstein, el influyente productor de Hollywood que acosó durante décadas a actrices anónimas y consagradas, provocó una reacción en cadena en el Parlamento europeo, una de las instituciones más respetadas del planeta y en la que están representadas las soberanías de los 27 países que integran la Unión Europea (UE). En esta Cámara única en el mundo confluyen todas las tendencias ideológicas de un grupo de países que representan a más de 500 millones de ciudadanos, que hablan más de una docena de idiomas y están diseminados en un territorio de más de cuatro millones 300 mil kilómetros cuadrados.

El Parlamento europeo es la institución que más se respeta en la región, por encima de la Comisión Europea, que es el brazo ejecutor de los países miembros. Por eso provocó un enorme impacto lo que se destapó ayer en el pleno y en boca de algunos de los europarlamentarios, la mayoría mujeres, que decidieron sumarse a la campaña espontánea internacional contra el acoso que se basa en poner el mensaje “MeToo (yo también en ingles)” para denunciar que también se ha sufrido algún tipo de acoso.

Y así se hizo desde el atril de la Eurocámara, donde además de los datos alarmantes de acoso sexual en el continente europeo -más del 45 por ciento de las mujeres lo sufre de forma cotidiana o lo ha sufrido alguna vez en su vida-, se afirmó alto y claro que las poderosas y solemnes oficinas de “sus señorías” también eran escenario de este abuso de poder, sobre todo contra la población femenina. Y más aún, contra las mujeres trabajadoras de la institución, que muchas veces para ascender o para no ser apartadas de sus puestos de trabajo eran acosadas o ya directamente abusadas sexualmente.

Con el cartel sobre la mesa de “MeToo” empezaron a tomar la palabra algunas diputadas para romper ese pacto de silencio que había hasta ayer. La polaca Agnieszka Kozkowska, del conservador Partido Popular (PP), lo reconoció y además instó a sus compañeros a poner una solución sobre la mesa. “Todas las instituciones tienen que mirar a esta cuestión. Sobre todo porque existen grandes obstáculos para que las víctimas denuncien ya que la mayoría de casos descritos en los medios nunca se han notificado por los canales oficiales por vergüenza o por miedo a perder el trabajo”.

La gravedad de la situación se pudo conocer gracias a que se puso un buzón anónimo en las oficinas del Europarlamento, donde de inmediato empezaron a meter cartas y más cartas de la mayoría mujeres que relataban los abusos que habían sufrido o todavía sufren a manos de los influyentes políticos europeos. Y también gracias a un reportaje publicado en el diario británico The Sunday Times en el que se relataron los abusos y acosos que sufrieron doce mujeres a manos de eurodiputados. Pero hasta la fecha no se ha desvelado ningún nombre.

En este sentido, la diputada polaca advirtió que “hoy hablamos de casos en el Parlamento Europeo. Aquí hemos establecido legislación, tenemos procedimientos y herramientas para combatir este fenómeno que tenemos que empezar a utilizar. Por eso lamento que se hable muy poco de los autores y los testigos de abusos.

La eurodiputada socialista, Iraxte García Pérez, reconoció que los abusos en el Europarlamento “era un secreto a voces que no se había roto por miedo a represalias, pero ahora que ya se rompió lo que tenemos que hacer es ofrecer soluciones encima de la mesa. Pongamos en marcha los instrumentos necesarios para resolver estas situaciones porque está claro que los instrumentos actuales no están funcionando.

La también diputada socialista, pero de Lituania, Vilija Blinkeviciute, solicitó “una investigación en profundidad, recurriendo a expertos externos porque los mecanismos actuales no son suficientemente eficaces”. Además, propuso evaluar el sistema de sanciones para estas cuestiones, para hacerlas aún más severas. En términos similares se manifestó la eurodiputada liberal holandesa Sophia in 't Veld, que exigió “pasar de las palabras a los hechos, pues sólo se han presentado diez casos desde 2014 ante el Comité interno en la Eurocámara para denunciar casos de abuso sexual”. Mientras -añadió- “el problema es mucho mayor y generalizado”.

La portavoz de la Izquierda Unitaria en el debate, la eurodiputada sueca Malin Björk, pidió el "apoyo pleno" para las víctimas y "actuar" después de que se haya "roto" el silencio de "lo que ha ocurrido en esta casa". Que ha prevalecido, según la versión de la eurodiputada Tania González, de Podemos, “la cultura de macho dominante”.

Incluso una eurodiputada alemana, Terry Reintke, reconoció que ella misma había sufrido “acoso”, pero no en el ejercicio de sus funciones, como “millones de mujeres en la UE”. “No lo olvido, lo que podía haber ocurrido me asusta y me indigna. Por eso hay que trabajar para atajar cuanto antes esta lacra que socava la dignidad de las mujeres”, advirtió.

La eurodiputado Margot Parker fue más allá y advirtió que si hasta la fecha hay “15 diputados acusados de acoso sexual”, es prioritario que se desvelen sus nombres y los hechos. “Estos expedientes tiene que ser de acceso público inmediatamente”.

El presidente de la Eurocámara, Antonio Tajani, prometió que será "muy estricto" a la hora de sancionar a eurodiputados cuya implicación en casos de abusos sexuales a asistentes quede probada y que el Comité consultivo creado en 2014 en la Eurocámara.

En los últimos cinco años, el Ejecutivo comunitario ha impuesto sanciones "en cuatro casos de media al año" por "comportamiento inapropiado" y 13 víctimas "han pedido asistencia cada año. Las sanciones varían caso a caso. Una medida típica es la degradación de categoría, que lleva a una reducción (salarial) y a una ralentización en la carrera profesional. Pero las identidades son secretas. Y los hechos denunciados también.

Ahora que el presidente Tajani reconoció estar “conmocionado” por lo que narran las mujeres trabajadoras del Europarlamento, sus compañeras de escaño esperan que ahora sí se rompa definitivamente con “la cultura del silencio” que sigue prevaleciendo en el acoso sexual.


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