Adiós, mi Cataluña, adiós, mi Yucatán

Jhonny Brea
Foto tomada de la web
La Jornada Maya

Viernes 27 de octubre, 2017

Ando desalentado, así, como cuando entra el norte y no tiene uno ni para ir por su barra de francés y una mísera tablilla de chocolate. Ya se me juntó el lavado con el planchado, literalmente; ustedes saben, las labores propias de mi sexo, por culpa del mal tiempo y resulta que para lo que uno quiere hay mal tiempo en todos lados.

La verdad es que ha sido un conjunto de golpes. Ya andaba haciendo encuestas para promover la candidatura de mi gallo Batllori, pero luego se asomó ahora sí que un encuestador, contratado por algún despacho, muy profesional con sus hojas de aplicación en una tableta enlazada a una central donde procesan los datos, y ahí es donde se ve lo disparejo de la competencia. Para colmo el chico que llegó traía su lista de posibles candidatos y pues el mío no figura. Por mí veía cómo construir la candidatura desde abajo, pero el tiempo anda metido y la cosa ya se calentó.

Digo, ridículo me iba a ver repartiendo fotocopias mientras otros mandan poner espectaculares. Uno como macho omega grasa en pecho, espalda peluda, nalga convexa, abdomen de lavadora y bebedor de cerveza [i]light[/i], tiene derecho a conservar el glamour.

Lo tengo que confesar: me hice expectativas muy grandes. Con la jornada del 1 de octubre en Cataluña ya me estaba imaginando que con la declaración de Yucatán libre de transgénicos, impulsada por mi todavía candidato, los tres estados volverían a unirse en el Gran Yucatán. Juntando Cozumel y Progreso como destino de cruceros, el turismo de Quintana Roo, seguir la diversificación económica de Campeche y convertir a toda la península en la despensa orgánica del mundo, empezando con miel, chile habanero y pulpo maya sustentable, por supuesto que nos hacemos viables como país.

Ya hasta estaba imaginando que en el largo plazo se podría volver al henequén, porque en el mundo crecerá la demanda de fibras e hilos que no contaminen el ambiente al desecharse. Claro, un problema sería el de contar con una banca propia, pero a lo mejor platicando con los que financian la bolita se puede lograr una institución con capital local.

A lo mejor me puse a divagar demasiado. Ya hasta estaba leyendo Que los yucatecos todos proclamen su independencia, de Melchor Campos. Me dormí después de tres páginas pero estaba seguro de terminar el libro, con tal de colarme a los huesos con carnita de la administración pública. Digo, al menos sería un funcionario “leído y escribido”, cosa que luego escasea.

Pero luego uno se topa con la realidad. Con el fallo del juzgado de distrito contra las comunidades que no quieren soya transgénica, uno nada más puede ver que se ataca una de las bases del proyecto de nación yucateca. Y a diferencia de los catalanes, que están orgullosos de su lengua y la usan cotidianamente, aquí ni señalética en maya tenemos. En fin, ni falta hace que nos amenacen con un artículo 155, solitos nos lo aplicamos.

Y además, uno tiene que contar a la familia. En esta quincena los dzirices tienen en la escuela festejo por las Naciones Unidas. A La Cutusa le tocó ir con el traje típico de Islas Marshall (¡¡¡¡) y ni idea de cómo hacerlo o dónde conseguirlo porque San Google ya mero y no lo encuentra. Luego les toca janal pixán, y además de sus hipiles, filipinas y alpargatas, hay que comprar dulces, velas, cigarros, botella de pixoy, xec, tamales y lo que se les ocurra para el altar. Lo bueno es que no llevan un cochino como en la Plaza Grande. Por último, hasta jálogüin tienen. Y obviamente, hay que pagar, así que no puedo estar en labores de campaña. Además, con el mal tiempo, tengo que estar al pendiente de que la ropa se seque antes de la lluvia.

[b]Macho omega que se respeta[/b]

Ninio, ¿cómo que lavas los platos y ollas con fab y sin guantes? Hay muchos jabones líquidos en el mercado. Después te puedes aplicar una crema humectante.