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del

Efraín Humberto Garza Flores
Foto tomada de la web
La Jornada Maya

Miércoles 29 de noviembre, 2017

La Silla Presidencial en estos tiempos de sucesión política en el país, recobra su figura mítica y remite a la historia de una lucha que marcó al México contemporáneo en tiempos previos a la sucesión presidencial, recordando el episodio histórico cuando las fuerzas de Francisco Villa y Emiliano Zapata entraron a la capital y ambos caudillos revolucionarios llegaron a Palacio Nacional, donde estuvieron frente a ese objeto, símbolo del poder en México.

Ambos tuvieron en sus manos el acceso al poder. Villa se contentó con sentarse para saber qué se siente estar en ella y Zapata mantuvo una respetuosa distancia. Desde el punto de vista del caudillo del sur, esa silla volvía locos a los hombres.

¿Qué hubiese sido de México si alguno de ellos hubiese aspirado a la Presidencia? Es algo que queda a la imaginación. Sus asesinatos arteros son de los que más duelen y siguen doliendo al pueblo de México y aunque ellos hubiesen desechado el poder, como lo hicieron, su sola presencia sería un recordatorio permanente de que era necesaria la justicia social y su sombra se proyectaría sobre las presidencias en turno, como una pesada loza de la cual se librarían únicamente cumpliéndole a ese pueblo que había luchado y ganado con su sangre el derecho a una vida mejor.

Villa y Zapata, Zapata y Villa, hombres de quienes se ha hablado mucho y se seguirá hablando por varias generaciones más, porque se han convertido en un mito, alimentado por la fe y la esperanza de aquellos quienes cuentan sus historias, pasándolas de padres a hijos. No importa que los libros pretendan borrar o minimizar su lucha. En la memoria histórica del pueblo viven y se acrecientan sus hechos, convirtiéndolos en gigantes.

Las historias permanecen y se transmiten por el viento. En Palacio Nacional aún resuena el eco de sus pasos, retumba la risa franca de Villa y los pasillos parecen contemplar aún a Zapata caminando con ese inmenso respeto a las instituciones consagradas con el sacrificio de miles de hombres y mujeres que se fueron a la guerra en defensa, no de un ideal, sino de sus familias y de sus descendientes, para quienes reclamaron el derecho a un horizonte de realidades y no de promesas.

Debemos mantener una crítica permanente al sistema político mexicano, donde es tan peligroso hablar, como mantenerse en silencio. De ahí la importancia de recordarlos, porque hacerlo es revivir el miedo de los poderosos, porque es hacerles notar que aún existen injusticias sociales y quienes en realidad hicieron la Revolución, aún siguen esperando respuestas.

Y planteo la pregunta: ¿hacia dónde nos lleva la Silla Presidencial? Más que un objeto es un símbolo, que implica la reconstrucción del país en cada sexenio, con lo cual nada se concreta, todo inicia, pero nada termina y los problemas siguen y se agravan.

No es con monumentos como se debe recordar a quienes lucharon por el cambio social. Recordemos que en el Monumento a la Revolución se da el hecho denigrante de que ahí comparten espacio los héroes con sus asesinos. Abramos los ojos y démonos cuenta que la Revolución Social pasó de ser popular y política, a ser algo lineal, no más allá de una efeméride tan denigrada que todos saben que es día feriado, pero muchos ignoran qué conmemora.

Y en este entorno encontramos que la silla presidencial, ese símbolo del poder en México, a veces tan devaluado, pero sigue siendo tan anhelada de ocupar y para muchos, no importa cuál sea el precio que se deba pagar.

Es tiempo de guardar la silla presidencial, ese objeto mítico que con diversos nombres ha estado presente durante siglos en este sitio. A algunos les ha quedado muy grande, otros no han cabido en ella, a pocos les ha quedado a la medida.

Busquemos que lo importante no sea la silla que cada sexenio cambia de ocupante en la fotografía oficial, sino que en realidad represente los ideales de una nación.

Nuestro destino histórico está en la Constitución. Si no hubiera tantas traiciones. Si llegarán los verdaderos elegidos con vocación de Siervos de la Nación. No debemos aceptar lecturas ajenas, todo está escrito en esta constitución, que es Síntesis de la revolución.

Revolución, Revolución, Revolución…, palabra gastada, maltratada, malherida y a veces hecha corrido y entendida por tan pocos. Revolución. . ., que tengas buenas noches, descansa después de ser tantas veces invocada.

En sí la Silla Presidencial, es el pueblo mexicano, eterno testigo de esas luchas por el poder y que a lo largo de los siglos ha vitoreado a unos un día, para olvidarlos y vitorear a otros al día siguiente, con la esperanza de que “ahora sí”, habrán respuestas. Todo ha sido en vano.

Hoy el humo desciende y los huesos y los recuerdos cargados de añoranzas de aquel millón de mexicanos que murieron por su patria se confunden con el polvo de los valles y las ciudades. Polvo de ilusiones rotas de ilusiones para muchos olvidadas. Los tiempos cambian, pero en México la Silla Presidencial no. Ahí permanece, omnipotente y sempiterna.

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