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Eduardo del Buey
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Martes 12 de diciembre, 2017

Desde hace algunos años, la política, en casi todas partes, ha desarrollado una temible cualidad que todos deberíamos cuestionar si queremos permanecer en el ámbito democrático y progresivo al tomar decisiones y en nuestros panoramas.

Muchos parecen haber esposado la política de partidismo sobre la de consenso de oposición en lugar de diálogo.

En el siglo XIX, los británicos acuñaron la frase “la oposición real de su majestad”. La idea era que los ciudadanos y políticos pudieran estar de acuerdo en estar en desacuerdo sobre cualquier tema, pero que también pudiesen encontrar algún terreno común con el cual pudiesen comprometerse para poder asegurar que la sociedad continuara moviéndose, y que el gobierno produjese resultados para sus ciudadanos.

Esto empezó a cambiar durante los noventas del siglo pasado, en los Estados Unidos, cuando la izquierda y la derecha políticas se volvieron más extremas, y los militantes de ambas empezaron a equiparar compromiso con capitulación. El mejor ejemplo de esta filosofía es el movimiento Tea Party estadunidense, cuya creciente fuerza ha hecho, desde el 2010, imposible el diálogo dentro del Congreso y ha generado la desaparición de la coalición entre demócratas y republicanos moderados que existió en algún punto.

Los ejemplos más llamativos de esto son los de Fox News, el canal de cable más visto en los Estados Unidos, y Breitbart, ambos especialistas en apoyar puntos de vista de extrema derecha, muchas veces sin tomar en cuenta la veracidad de los mismos o el balance de sus reportes. El ascenso de la radio de derecha en ese país también ha destruido el diálogo político y polarizado a la sociedad.

Mientras tanto, en la izquierda, la situación no es mucho mejor, especialmente en las redes sociales. Aquí, el diálogo se ha volcado en presentar a cualquiera que tenga ideas opuestas como indeseable, sin educación o, simplemente, estúpido; esto es una estrategia igualmente efectiva para asegurase de que no haya posibilidad de discusión.

En muchos países, los líderes de las derecha e izquierda políticas han adoptado posiciones radicales y han esposado tendencias negativas, hasta ahora ocultas. Sus políticas de atrincheramiento han legitimado el chauvinismo o racismo nacional latente en muchos de los votantes, pero que se había mantenido por debajo de la superficie gracias a lo que el presidente de los Estados Unidos Donald Trump llama “lo políticamente correcto”- lo que otros bien podrían llama hipocresía.

Pero no todo es negativo.

El “pacto por México”, alcanzado el 2012, fue alcanzado por el gobierno de este país cuando los tres principales partidos políticos se pusieron de acuerdo para un plantear un programa común, enfocado en las reformas educativas y de energía que han sido clave durante la administración del Presidente Peña Nieto.

En 2015 el entonces líder liberal y ahora primer ministro canadiense Justin Trudeau hizo campaña para “Caminos soleados”, un exitoso intento de plantear, de una manera positiva, un futuro optimista que incluyese a todos los canadienses. Alcanzó la mayoría en el gobierno sin necesidad de recurrir a políticas negativas.

¿Hay esperanza?

Me gusta pensar que sí.

El primer elemento esencial es tener medios informativos libres que hagan responsables a los líderes e informen a la ciudadanía de una manera veraz, balanceada y profesional. Todos deben ser llamados a tener los estándares que tanto han sufrido por la llegada de las redes sociales y los medios de comunicación masivos.

El segundo elemento esencial es tener un electorado que esté políticamente educado, uno que exija y obtenga honestidad de sus líderes y que obligue a los partidos políticos y a las organizaciones a consensuar políticas, en vez de buscar la victoria absoluta de una postura sobe las demás.

El tercer elemento esencial es la necesidad para los partidos de empezar a elegir pragmatismo sobre ideología.

Deng Xiaoping dijo alguna vez que poco importa si el gato es blanco o negro, siempre y cuando capture al ratón.

La ideología no importa. Lo que importa es el sentido común y la forma de hacer frente a los retos, de manera que den resultados positivos. Nadie tiene el monopolio de las buenas ideas. Los mejores resultados se alcanzan a través del consenso - cuando todas las partes están de acuerdo en que han ganado algo valioso.

El partidismo político rabioso debe ceder lugar al consenso y al diálogo - esto significa escuchar así como ser escuchado, y evaluar las ideas de otros respetándolas según su valor para desarrollar políticas para toda la sociedad, y no sólo para una porción de esta. El consenso nos puede impulsar a todos hacia adelante – quizá no tan lejos como quisiéramos, pero nos mantiene alejados del impase actual, producto de la polarización política imperante.

El resultado puede ser ganancia para todos.

Plantear metas positivas y alcanzables puede motivar a los ciudadanos a contribuir más en su sistema político. Puede resultar en el diálogo para obtener una estructura de gobernanza que sea inclusiva, en lugar de que marginalice y excluya.

Entonces, aún hay esperanza.

Pero todo depende de que nosotros nos aseguremos que el consenso triunfe, para que podamos ganar todos.

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