Ya viene la cuesta de enero

Jhonny Brea
Foto: Valentina Álvarez Borges
La Jornada Maya

Viernes 29 de diciembre, 2017

Algo debo haber hecho, o se supone que debí hacer, o alguien cree que tenía que hacer, porque el karma está volviendo, y lo malo es que no tengo idea de por qué tanta saña.

Verán, me encontraba barriendo, manejando la escoba con toda la destreza desarrollada con años de práctica –ustedes saben, las labores propias de mi sexo– cuando La Xtabay se me acercó para decirme, “Hoy no te preocupes, corazón; yo te voy a preparar la cena”.

Por supuesto que tenía motivo para preocuparme. Ya en alguna ocasión le cayó aceite hirviendo en el ojo y tuvimos que ir de emergencia al hospital. Siquiera en esa ocasión todo salió bien y no hubo más daños que la incomodidad de ella y los honorarios del oculista. Pero en lo que terminaba mis tareas me tranquilizó la idea de que ella intentaba aprovechar los restos del pavo de la cena de Navidad, así que no iba a tener que lidiar con fuego sino con el microondas.

Para mi sorpresa, lo que había para cenar era lechuga en varias presentaciones (romana, orejona, sangría y creo que hasta local), algo de tomate, germinados de alfalfa y apio, con unas cuantas rebanadas de queso panela y un aderezo de medio limón con aceite de oliva.

“Te tienes que cuidar de los excesos de esta temporada, corazón. Estás muy fuera de forma, así que en enero te voy a llevar al nutriólogo, pero mientras vamos por algo más sano", fue lo que me dijo mi dulce tormento luego de ver mi mirada de miedo, pensando que se trataba de su broma muy guardada por el día de los Santos Inocentes.

Como se podrán imaginar, quedé pálido por el bajón de azúcar. Es más, tengo que ir a hacerme análisis a ver si no resulto diabético por el susto.
Digo, ¿cómo que estoy fuera de forma? Si acaso me hace falta poco para tener una hermosa forma esférica, pero eso no quiere decir que esté mal. A mis 102 kilos me siento bastante fuerte. Es más, durante la temporada decembrina procuro quedar sabroso como un bombón (redondo y relleno de alcohol).

“¿Y qué pasó con el nach del pavo?”, me atreví a preguntar, ya pensando seriamente que no iba a querer escuchar la respuesta.

“Se lo regalé desde antier a los recolectores de la basura, por si no te habías dado cuenta, junto con la pasta, el puré de papa y los refrescos que quedaron. Siempre hay alguien más necesitado”, me dijo, mientras mis ánimos quedaron en el piso. Hasta las barras que estuve esperando en la panadería les dio.

“Vete preparando mentalmente. Ya te junté unas camisetas viejas, bermudas y tus tenis. Voy a ver cómo pero te voy a inscribir a un gimnasio. Me estás preocupando mucho, mi amor”, fue lo que me dijo mientras rumiaba un insípido bocado de lechuga y germinados.

Se podrán imaginar que ahora el que está preocupado soy yo. Le juro que ya no sé si cometí un error de diciembre, si no le gustó su regalo de Navidad, pero lo que La Xtabay se trae entre manos parece una venganza que se consumará lentamente. Estoy comenzando a sentirme como peso frente al dólar, o salario en gasolinería.

Si sobrevivo, si persisto, les contaré en enero si mi adorada cumplió su amenaza. Mientras, les deseo que sus perspectivas para 2018 sean mejores que las mías.