Jesús Mejía
Foto: Comunicación OSY
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 22 de enero, 2017

Con prolongado vibrato del aria [i]Mi corazón[/i] se abre a tu voz, de la ópera [i]Sansón y Dalila[/i], el alto registro de [i]Granada[/i], de Lara y el agudo, dulce y tierno de [i]O mio babbino caro[/i], la mezzosoprano Elina Garanca conquistó un espacio perdurable en la memoria y el corazón de los yucatecos.

En cada interpretación hubo intensos aplausos de pie y cascadas de ovaciones del público que llenó hasta las plateas el Teatro Peón Contreras, pero también escenas conmovedoras y lágrimas al escuchar estrofas sublimes con la voz nítida y dulce de la cantante oriunda de Riga, Letonia.

Reconocida como una de las más importantes intérpretes de ópera de la presente centuria, Garanca mostró, desde el primer momento, en los pasajes de la ópera [i]La princesa de Orleans[/i], de Tchaikovsky, su timbre y potente voz, con la cual ha hecho eco lo mismo en el Met de Nueva York que en la Scala de Milán.

En el pasaje [i]Mon cœur s’ouvre à ta voix[/i], en el que Dalila expresa su presunto amor a Sansón, la cantante arrancó un prolongado aplauso que se repitió en múltiples ocaciones durante la velada musical que duró más de dos horas.

Tras la interpretación de pasajes de las zarzuelas de Chapí y Romero, la cantante interpretó los temas esperados: los pasajes [i]Habanera, Seguidilla[/i] y [i]Chanson Beheme[/i] de la ópera [i]Carmen[/i], de Bizet, la más conocida y representada en el mundo.

Bastó un rasgo de audacia, un arrebato de sensualidad, como el que Elina Garanca hizo con un leve mordisco a su vestido rojo de motas negras, que dejó ver sus piernas, para suscitar, como lo ha hecho en sus múltiples representaciones de [i]Carmen[/i], expresiones de sorpresa, y la admiración del público.

Dueña del escenario y de la atención de los centenares de asistente, cautivados por su voz y su belleza, Elina se sentó y cantó sin reserva alguna en las escalinatas del pódium, desde donde dirigió a la Orquesta Sinfónica de Yucatán su acompañante, el estadounidense de origen armenio Constantine Orbelian.

Todo estaba consumado. Ante las constantes ovaciones y aclamaciones, la cantante rubia de ojos azules y el director volvieron a ocupar sus posiciones para ofrecer un pasaje de la zarzuela [i]Carceleras[/i], de Chapí, y luego el famoso tema de [i]Granada[/i], del mexicano Agustín Lara.

Generalmente interpretado por tenores y barítonos, Elina Garanca asumió el reto de interpretar sin problema los registros altos de las primeras y finales notas -como ya lo ha hecho bajo la batuta de Gustavo Dudamel - del tema que evoca a la ciudad española de Granada, con sus tardes de toros y su virgen morena. Las ovaciones no se hicieron esperar.

La velada finalizó cuando Elina Garanca regaló otro encore, el aria de [i]O mio babbino caro[/i] (Oh, mi querido papá), de la ópera [i]Gianni Schicchi[/i], de Giacomo Puccini, con la cual tocó las fibras íntimas de los presentes, algunos de los cuales dejaron asomar las lágrimas ante sublime interpretación.

El público se entregó a la cantante. De esta manera, Elina Garanca dejó su impronta imperecedera, tal cual era su interés: “que el público no se fijara en su belleza física, en su voz y en su técnica, sino en las emociones que pudiera suscitar en su contacto con el público”.


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