Fotografías para enamorarse de la historia

Felipe Escalante Tió
Foto: Archivo Guerra
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Viernes 2 de febrero, 2018

El momento actual parece demostrar un gran fracaso para la democracia, mas no necesariamente en lo político, sino de todas aquellas posibilidades que la tecnología nos ha brindado para poder crear y compartir información.

Todavía a finales de noviembre del año pasado, un editorial del [i]New York Times[/i] proclamó “Nuestro romance con lo digital se ha terminado”, y si bien su autor, David Sax, se escurre por las posibilidades de conversación que despierta un libro físico y la experiencia sensorial de los artefactos analógicos, el debate no está en el tipo de tecnología. Me atrevo a decir que debemos buscar la capacidad, entrenamiento y creatividad del usuario.

Lo que estos tiempos han demostrado es que no por tener un teléfono celular o una computadora y la capacidad de escribir en Facebook, nos hemos vuelto escritores; tampoco la cámara de video del celular nos ha vuelto documentalistas, por más videos que hayamos subido a Youtube; y por supuesto, contar con una app para grabar la voz y poder hablar no nos ha hecho entrevistadores o periodistas.

Hoy se presenta, en la galería del Teatro Peón Contreras, [i]Fotografía Artística Guerra. Yucatán, México[/i], un libro que rebasa en mucho cualquier idea de recopilación fotográfica. Su origen está en el la Fototeca Guerra, acervo que desde hace 40 años custodia la Universidad Autónoma de Yucatán, y decir que el resguardo es celoso es quedarse muy corto, pues el esplendoroso clima peninsular es cruel con todo aquel que intente preservar libros, periódicos y documentos en cualquier soporte, y las fotografías y negativos no son la excepción.

Y la gran enseñanza del libro es que cada imagen provoca a pensar. Sí, a preguntarnos si el acelerar el ritmo nos está haciendo algún bien porque, ¿se puede lograr hoy con recursos digitales tal calidad de imágenes? ¿Cuántos recursos debía tener disponibles un estudio fotográfico para ser considerado bueno? Imaginemos cortinas, muebles, dioramas, utilería, animales disecados, todo en múltiples combinaciones y permutaciones, para lograr una foto.

Pero revisemos también el proceso de trabajo: preparar emulsiones de plata, placas de vidrio, y cuando llegó la película en rollo, el proceso de revelado en un cuarto oscuro. Un fotógrafo que ha pasado de lo analógico a lo digital lleva consigo cierta carga: en su formación aprendió que cada vez que su dedo apretaba el obturador agotaba un recurso, y por ello se esforzaba en tomar las que fueran precisas. Hoy, las memorias nos dan el lujo de poder tomar muchas más fotos que con un rollo de película, y hasta podemos eliminar las que no nos gusten, pero la inmediatez ha ido en detrimento de la calidad.

Podemos maravillarnos de las fotografías de las zonas arqueológicas como Chichén Itzá, pero no imaginamos la tensión de Pedro Guerra Aguilar al tener que decidir cuántas placas llevar al viaje, rezando un rosario de 15 misterios para que las sacudidas del tren no rompieran una sola, o que desajustaran los lentes de su cámara, y después enfrentar el problema de trasladar todo el equipo hasta las estructuras, analizar la luz, o esperar el momento adecuado para la toma.

Miremos esas estampas de los carnavales y nos podremos asomar a una época en la que el recorrido de los carros alegóricos podía verse como una fiesta en la que participaban todos, de alguna manera, en lugar de un gran anuncio de diferentes marcas con participación popular restringida a Jacarandoso.

Pero hay que atrevernos a mirar, a ir entrenando la mirada, a tomar una pausa y entonces nuestra reacción ya no estará limitada a un “me gusta”, “me encanta”, “me divierte”, y demás camisas de fuerza. Será porque habremos hecho una conexión entre nuestro tiempo y el pasado; entonces estaremos en un nuevo romance con nuestra historia.