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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Francisco Martin
La Jornada Maya

Martes 13 de febrero, 2018

Al gobernador Rolando Zapata Bello se le olvidó el transporte en su último informe. Este es uno de los grandes y cruciales temas, al que simplemente dejó como lo recibió, es decir, peor, porque se acumularon a lo largo de su sexenio todas las taras de ese monstruo, como una bola de nieve.

El transporte en la capital, pero también en el estado, arrastra demasiados problemas, pero la piedra de toque es la política: el amasijo de intereses (muchos inconfesables) y complicidades entre los concesionarios y el PRI gobierno.

Basta ver cada movilización política: autobuses, taxis, combis del FUTV, se amontonan en las cercanías de los eventos para llevar y traer a los centenares, miles de “simpatizantes” a los que se invita a participar a cambio de un baile, refresco y tacos de cochinita.

Este es uno de los nudos del subdesarrollo político, pero también económico, que padecemos. Círculo perverso de la pobreza y del clientelismo político en el que se sustenta el desarrollo piramidal que nos dicen, ahora es el mejor del país y del mundo.

Ciertamente, estamos ante uno de los tapones no sólo del crecimiento económico, sino del abatimiento de la desigualdad en el estado.

El transporte público es muestra de ese desarrollo deforme y desigual que condena a las mayorías a viajar incómodamente, entre suciedad, impuntualidad, groserías y peligro de muerte.

Incide, notablemente, no sólo en la calidad de vida y en el bolsillo de la mayor parte de la población, sino en el dinamismo económico, y afecta esa faceta que se dice que se quiere promover: el crecimiento turístico de la ciudad.

Estamos, para decirlo con claridad, ante una rémora que el gobierno de Rolando Zapata fue incapaz de quitarse, debido principalmente a que no le interesa remover el actual estatus quo, del que se beneficia.

Sin embargo, estamos ante una bomba de tiempo que entregará la actual administración al siguiente gobierno estatal, sea quien sea a quien le toque el paquete, o más bien, la papa caliente.

Se trata no sólo del aumento continuo de los combustibles –gracias a esa reforma energética a favor de intereses extranjeros y transnacionales– sino del incremento del costo de las refacciones por la devaluación y nuestra dependencia de las autopartes del exterior, porque nuestra industria es fundamentalmente ensambladora o importadora.

La industria pesada mexicana fue destruida por intereses extranjeros que nos mantienen dependientes en tantos rubros, como el de la importación de gasolinas. Y aquí no hablamos de los rusos o del Kremlin, sino de quienes auténticamente intervienen históricamente en cada proceso electoral en nuestro país, como sucedió con la Decena Trágica y el embajador yanqui, Joel R. Poinsett, quien tramó un golpe con el borracho y sanguinario Victoriano Huerta.

Digámoslo con claridad. Humberto Hevia fue puesto en ese cargo para contener a los concesionarios, golpear cualquier posibilidad de innovación –como la plataforma estadounidense UBER– y darnos atole con el dedo todos los días, mientras un día sí, y otro también, atropellan a algún peatón, ciclista, chocan o se incendian las unidades.

Lo que no sorprende tomando en cuenta que, como reconocen los mismos empresarios del sector, simplemente el negocio está en la lona y al borde de la parálisis por la contención del aumento del pasaje y los aumentos de los costos. Y claro, por la caída de las ganancias, que es lo que a ellos interesa, fundamentalmente, en un servicio que en una parte importante debería ser público y no dominado por puros intereses privados que lo han convertido en un pantano anclado en el centro de Mérida –su base de operaciones– que limita el crecimiento turístico de la ciudad, y que convierte en una pesadilla para los meridanos transportarse.

Son horas y horas las que cualquier ciudadano debe invertir diario para viajar, por no hablar de los costos en el bolsillo de las familias.

Se dijo que SITUR era un parteaguas, pero se quedó en más de lo mismo. Los camiones, algunos aún sin placas, ya comienzan a mostrar daños graves, falta de defensas, golpes, descomposturas en plena calle, fallas del aire acondicionado, por no hablar de la manera en que son conducidos.

La cereza del pastel es la de los camioneros en Palacio de Gobierno, para variar, aprovechando la coyuntura electoral.

Como ya es costumbre, fueron a Palacio para después hacer declaraciones amenazadoras –y seguramente consensadas con la misma autoridad– exigiendo aumento en el pasaje, en el subsidio. Es decir, más dinero público para seguir alimentado sus alforjas y la misma inercia que ahoga a la ciudad, además, con gases contaminantes, ruido y choques.

Lo más probable es que, en un nuevo spot electorero, salga el gobernador a declarar que no habrá aumento del pasaje (contención, hasta después de la elección) pero sí más subsidio y nuevos autobuses. El círculo vicioso de siempre.

[b]@infolliteras[/b]


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