Carlos Mena
Foto: Fernando Eloy
La Jornada Maya
Martes 20 de febrero, 2018
Imagínense que después de las elecciones el nuevo presidente ponen un fiscal anticorrupción y caen muchos funcionarios corruptos, el poder judicial no traba los juicios y en un año se termina la corrupción, así también, la inseguridad se resuelve vía tolerancia cero y las bandas de criminales caen como en Colombia en los 90.
No habrán desvíos de dinero y los recursos llegarán a los más desfavorecidos, los hospitales tendrán medicinas y las escuelas mejor infraestructura. ¿Eso compone la economía? ¿Eliminar la corrupción hace que los salarios suban? ¿Hace que los precios bajen? Definitivamente no. La falta de competidores en el mercado hace que los precios suban y pagamos caros boletos de avión, electricidad, gasolina, servicios bancarios, cemento, alimentos procesados, etc. Los monopolios han surgido del exceso de trámites y concesiones en lugar de sólo cumplir requisitos, de subastas donde el dinero concentra negocios en lugar de fraccionarlos para involucrar el capital privado regional, de concentrar compras federales en lugar de poner precios objetivos y delegar compras regionales para distribuir mejor la riqueza en el país.
La concentración del mercado por decreto y las subastas han depredado a los empresarios regionales, desplazando al empleado profesionista regional por simples vendedores en el interior del país. Necesitamos un presidente nacionalista que fomente el capital privado regional, ya que de esta manera, los salarios profesionales subirán y la competencia abundará, lo cual sí bajará los precios.
Cuando entramos al TLC, se sabía que la industrias no iban a llegar porque la mano de obra China desplazó las manufacturas mexicanas por sus altos costos; en cambio, llegó el comercio minorista de Estados Unidos y sus prácticas depredatorias. Ejemplo de lo anterior es el siguiente caso: una tienda de muebles o papelería o súper entra al mercado mexicano con 200 tiendas en el país, se acercan a los fabricantes y les exigen mejores precios y exclusividades; así van matando los comercios minoristas y al fabricante les bajan el precio y lo que no venden se los devuelven fuera de temporada, lo peor del caso es que exportan las utilidades al extranjero, diluyendo el capital privado mexicano.
Cerrar el comercio global no es la opción, pero acuerdos globales de proveeduría, ofertas a precios predatorios o listas de precios diferenciados, son ilegales en cualquier normativa de competencia en mundo desarrollado.
Urge facilitar negocios sobre regulados.
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La Jornada
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