Texto y foto: Eduardo De Luna
La Jornada Maya

Playa del Carmen, Quintana Roo
Lunes 12 de marzo, 2018

Ver y escuchar las noticias acerca de la inseguridad en Playa del Carmen que está siendo replicada por todos los medios de comunicación en el país e incluso en la televisión extranjera llamó mi atención y decidí viajar este fin de semana a este lugar del que todos mis amigos se refieren como un paraíso.

Después de varias horas de viaje en autobús desde la ciudad de Mérida, capital de Yucatán, descendí en la terminal de autobuses que está ubicada en la Quinta Avenida de Playa del Carmen a las 10 de la mañana del sábado, salí rápidamente del autobús ya que nada más viajé con una maleta, con lo indispensable para un fin de semana, un pantalón extra, tres camisas, ropa interior, ya saben, lo mínimo. Al salir de la terminal lo primero que vi, debo decirlo fue muchísimos turistas quienes se tomaban “selfies” por todos lados, guapísimas mujeres, me parece que era un grupo europeo porque no entendí bien que idioma hablaban, parecía nórdico. Yo sé un poco de eso porque estoy estudiando idiomas en la UADY y no era inglés ni francés lo que hablaban.

Después de esta primera impresión, debí decidir a dónde ir, como cuando estás frente a un cruce de caminos, ¿iré a la izquierda o mejor a la derecha?, la izquierda me pareció más atractiva pues venía mucha gente caminando por ahí, así que tome esa ruta, donde me encontré muchas tiendas de artesanías y marcas conocidas, las tiendas oficiales pensé, al llegar a la primera esquina, volteo a la derecha y veo al final de la calle algo que llamó de nuevo mi atención: Un espectacular color turquesa del mar, lo primero que pensé fue “WOW, que hermoso se ve”, así que bajé por esa calle en la cual había una patrulla de la policía federal y contemplé por primera vez el mar Caribe, cualquier adjetivo que puedan imaginar no le hace justicia a lo que los ojos miran en este punto, el sonido de las olas también genera un ambiente de paz que no es sencillo encontrar en las ciudades que he visitado, me senté un rato a contemplar este bello mar.

Como estaba vagando, sólo conociendo la ciudad, decidí regresar mis pasos pero en esta ocasión por la playa, donde vi muchos locales que les conocen como “Club de playa”, son como restaurantes donde hay camastros y noté de nuevo que había muchos extranjeros en esos lugares, la mayoría de los clientes son extranjeros, también ví unas muchachas que ofrecen masajes relajantes a la orilla del mar, definitivamente este no se parece a las playas que regularmente voy, allá en Yucatán, pensé mientras continuaba a pie por la arena.

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Cientos de turistas y al parecer locales también estaban disfrutando del sol que ya empezaba a hacer estragos en mi condición, es pesado caminar sobre la arena, yo creo que por eso todos están acostados bronceándose, alzo la vista y veo uno de los propósitos de mi visita, el muelle de Playa del Carmen, inmediatamente se aparecen en mi mente las imágenes de la explosión de hace unas semanas, decido ir ahí, donde empezó todo esto que ha motivado mi visita.

La primera impresión antes de llegar al muelle por la playa es de asombro, una gran escultura se levanta frente a la playa como para recibirme, identificó que tiene aspectos de la cultura maya como el jaguar y unas sirenas que esas no las ubico en las leyendas o los cuentos que he escuchado de esta gran cultura, también noto que hay partes que ya se están como rompiendo en la escultura, grietas, espero que esto no sea un peligro después, sigo el camino al muelle y veo muchos policías, marinos también, con armas largas y vehículos, incluso unos perros, le pregunto a una oficial que traía con correa al can si el mismo es de los que detectan bombas y me contestó escuentamente “Sí”. Bueno, tal vez no estaba de humor la oficial, sigo caminando y veo un edificio pintado de azul y blanco que dice en letras grandes “PLAYA DEL CARMEN”, es la terminal marítima, enmarcada por muchos localitos de empresas navieras que según leí, venden los boletos para cruzar a Cozumel, “90 pesos viaje redondo para quintanarroenses” dice uno de los anuncios, un club de playa en el que tocan buena música también entra dentro de esta impresión. Como mi intención sólo es conocer el muelle, no me acerco a las taquillas, pero me dejan entrar sin problema en la terminal que es de dos pisos y tiene unas escaleras eléctricas las cuales utilizo, desde la parte de arriba se puede ver gran parte de la playa de esta ciudad, a la derecha y a la izquierda se extienden los blancos arenales donde como comenté hace un rato, hay muchos turistas tomando el sol.

En la parte superior del muelle me vuelvo a encontrar con policías, en esta ocasión federales quienes están ahí al pendiente de lo que sucede y hay unas bancas donde la gente espera para abordar los buques, todo se ve tranquilo, como si no hubiese sucedido la explosión hace pocas semanas, incluso a la entrada del muelle no hay un arco detector de metales o algo parecido, me pareció un lugar agradable donde aproveché para descansar un rato de la caminata de la playa, ahí en las banquitas le pregunté a doña Sofía si sabía algo de la explosión o de las alertas que han lanzado países para no utilizar la ruta marítima entre Playa del Carmen y Cozumel, y me comentó que “Pues escuchamos algo de eso pero no sé qué tan cierto sea, yo voy a cruzar con mis nietos porque en Cozumel tenemos familia y pasaremos el domingo allá, eso de los barcos creo era de Borge, se me hace que es un asunto de esos tipos” dijo sonriendo doña Sofía.

Después de descansar vuelvo a caminar la Quinta Avenida y noto que hay muchas personas que ofrecen tours a los turistas, viajes a diferentes lugares, zonas arqueológicas, paseos en yate, hasta para aventarse de un avión en paracaídas, ni siquiera pregunté los precios porque me espanté de cuanto pagué al salir del muelle y comprar un refresco en una famosa tienda de conveniencia, así que seguí caminando por la Quinta Avenida y me fui encontrando con restaurantes de todo tipo, algunos se ven muy bonitos, adornados con murales de muchos colores en los que la gente aprovecha para tomarse fotografías, casi en cada esquina hay patrullas de la policía.

Decido bajar otra calle hacia el mar, todas las calles del centro de Playa del Carmen tienen salida a la playa, ya en plan turista me quité los zapatos y me puse una bermuda para no sentir tanto calor, en este momento es cuando la suerte me sonríe un poco pues comienzo a platicar con una muchacha rubia que venía caminando por la arena, su nombre es Martina, es de Suecia y tiene unos ojos azules muy profundos, como de constelación espacial, hablamos en inglés, debo confesar que al principio tuve miedo de no poder comunicarme pero las clases han servido, cuando le cuente a mi mamá seguro estará orgullosa de eso. Platicando con Martina me dice que se la ha pasado muy bien en Playa del Carmen, que la gente es muy amable y que le gusta mucho el mar, casi no va a clubes nocturnos, a ella le gusta más ir a bucear, seguimos caminando y pasamos por lo que era el Blue Parrot, en ese lugar me dice “Oh mira, aquí hubo algo feo, ¿sabes qué pasó?, me dijeron que en un festival”, a lo que contesté que no sabía pues tengo entendido que al momento no se sabe de ese evento nada, de las investigaciones o detenidos, mejor cambié el tema porque en Yucatán no sabemos mucho de esa historia.

Me despedí de Martina casi llegando a un lugar donde hay muchas lanchas de pesca, me llamó la atención las gaviotas volando y los pelícanos, son muy grandes, recorrer esta playa te da muchas imágenes que atesoras en la mente, en mi caso usé mi celular para tomar algunas fotos pero no se acercan a lo que se ve, que es mucho más y muy bonito, después del lugar de los pescadores hay una cancha de volleyball que nadie usa y un muelle muy largo, que está cerrado para todos, con candado y rejas, no tengo idea de qué sea, pero se ve viejo y un poco olvidado, en ese muelle también venden tours, y no se me hizo agradable ver a niños con sus madres vendiendo cosas en la playa. En este punto decido regresar a la Quinta Avenida pues como les conté, es pesado caminar en la arena.

A estas alturas del recorrido ya tengo hambre y decido buscar un lugar para comer, como soy estudiante, mi presupuesto es limitado por lo cual decidí comer en un lugar que venden rebanadas de pizza, muy ricas por cierto, el dueño estaba ahí, un italiano muy agradable que platicaba con todos, él me comentó que “Playa” siempre ha estado enmedio de controversias como la de ahora, pero que la gente de aquí es capaz de superar esto y más, incluso me comentó que cuando entró un huracán que destruyó gran parte de la ciudad, ya sea por inundaciones o por derrumbes, la gente se organizó rápidamente para levantar la ciudad. “Recuerdo que regalamos pizza, mucha pizza porque la gente no tenía que comer, los supermercados estaban vacíos, fue difícil pero salimos adelante”, me dijo y al escuchar esas palabras entendí que esta ciudad tiene algo muy bonito, la gente que vive aquí es muy trabajadora y tiene confianza en que ese trabajo hará que sean menos las consecuencias de estas alertas internacionales, regreso a casa con esa idea, le contaré a mis compañeros de la universidad lo que vi pues creo es importante hacerlo.


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